Amigos

133 24 17
                                    


Nolan condujo hasta uno de sus restaurantes favoritos, un sitio tranquilo no tan lejos de la fiscalía y donde servían maravillosos vinos. En teoría no deberían beber durante el día, pero como ambos habían finalizado sus tareas no vieron nada malo en beber un poco con el almuerzo. 

-Una copa de vino blanco está bien para mí- dijo Sonny con una sonrisa tímida, como si no quisiera que su colega pensara que le gustaba empinar el codo.- No me gusta beber mucho de todos modos, tan solo un poquito con la comida.

-Me pasa igual, soy muy moderado en cuanto a la bebida. Así puedo mantener la cabeza más fresca, algo bastante importante teniendo en cuenta la responsabilidad de nuestro trabajo… dime algo, ¿cómo lo estás llevando?

-¿El qué, el trabajo?- dijo Sonny pensándolo un momento.- Pues muy bien, o eso creo al menos. He ganado dos casos, he perdido uno, y he trabajado duro por colaborar con todos en la oficina. Rafael dice que lo estoy haciendo estupendo, y que no me deje abatir por un resultado malo porque no será el único. Dijo que lo más esencial en esta profesión es aprender a lidiar con la frustración y la impotencia, porque veré muchas cosas amargas y necesito ser fuerte para sobreponerme a ellas.

Nolan asintió en silencio.- Tiene razón. No importa cuán bien hagamos nuestro trabajo, no podremos ganar siempre. Si no supiéramos lidiar con ese hecho no deberíamos dedicarnos a esta profesión en primer lugar.

-Cierto…

Nolan picoteó algunas papitas fritas antes de beber otro trago, mirando ocasionalmente por la puerta para ver si aparecía Rafael. Todavía no, pero no dudaba en que llegaría pronto. Mientras tanto se dio a la tarea de escuchar a Sonny sobre su último caso, el que estaba llevando actualmente y el cual le presentaba algunas dificultades. Por dentro sonrió, no por el caso en sí, claro, si no por el profundo compromiso que mostraba Sonny para con el mismo. El alto fiscal llevaba menos de un año ejerciendo, pero ya demostraba tener un ímpetu que sin duda lo haría llegar lejos. Quizás se debía a que antes había sido policía, un gran agente de la Unidad de Víctimas Especiales; Sonny había visto cosas muy desagradables muy de cerca, y por lo tanto tenía los nervios forjados para soportar cualquier cosa. No había forma de que se amilanara ante abogados y criminales vestidos de saco y corbata después de haber visto toda la basura que había visto en las calles. En su opinión, Sonny sería un fiscal de esos que dejaban su huella después de retirarse. 

-Lamento estar haciéndote tantas preguntas, pero Rafael dice que no debo avergonzarme por pedir consejo a los mejores, y tú eres de los mejores. Dime, ¿qué harías en mi lugar…? ¡Oh! Hablando del rey de Roma, es él. ¿Hola? 

Nolan disimuló su sonrisa tomando otra papita frita, pero divertido por el cambio de actitud repentino de Sonny. Había estado hablando del caso con total seriedad, pero había sido oír la voz de Rafael y cambiar por completo su tono a uno más cariñoso. Samantha le había dicho (muy en secreto, claro) que ambos hombres tenían un romance, pero que no lo ventilaban para mantener el profesionalismo en el trabajo. Con discreción se levantó y se dirigió al sanitario, no tanto por la necesidad de lavarse las manos si no para darle a su colega la oportunidad de decir algunas cursilerías sin testigos.

"Suficiente tiene que reprimirse en la fiscalía, al menos que pueda ser honesto en su tiempo libre", pensó. Le gustaba la pareja que formaban Sonny y Rafael, ambos hombres hechos y derechos, colegas de profesión con mucho en común, tipos honestos y de buen corazón… ¿por qué no podían todos tener esa suerte? No es que le preocupara tener pareja, claro, pero ver el amor de cerca hacía que cualquiera se preguntara que pasaría si…

-Has sido un poco grosero al marcharte sin despedirte- lo congeló una voz a sus espaldas, que apareció tan de súbito en el baño como si fuera un fantasma. Hannibal estaba allí mirándolo con fijeza, con fijeza y enojo pensó, como si lo hubiera ofendido con algo terrible. De pronto toda su charla con Sonny se esfumó de su cabeza y recordó el interrogatorio de horas atrás, la confianza de Hannibal, su propio malestar al tenerlo tan cerca después de que se hubieran besado. En ese punto recuperó no sólo el movimiento si no también la autoridad, pues él no era ningún niño travieso como para que tuvieran que retarlo.

-¿De qué demonios hablas? No tengo por qué darte explicaciones de mis movimientos, Lecter. Soy un hombre ocupado, no puedo vivir al pendiente de tus idas y vueltas con…

-¿Quién es ese hombre?- preguntó con descaro, haciéndolo parpadear.- El de la mesa. ¿Tan importante era reunirte con él que abandonas la comisaría durante mi declaración? Dime.

Nolan no podía creerlo, y al mismo tiempo sí porque ya había comprobado de primera mano que Hannibal Lecter tenía la cara de piedra. ¡Estaba haciéndole una escena de celos por verlo comer con Sonny, el muy sinvergüenza!

-¿Qué te importa con quién me reúno a comer, a ver? No tengo por qué darte ninguna explicación, no eres nada mío… y es más, tú deberías responderme algo, ¿cómo sabías que estaba aquí? ¿Me has seguido? ¡Porque si lo has hecho te recuerdo que el acoso es un delito grave…!

-Me preocupé por ti- lo volvió a interrumpir Hannibal, atrapándolo contra la pared.- Te fuiste tan de golpe que pensé que te habías sentido mal, así que se me ocurrió pasar por la fiscalía a ver si estabas. Y justo te vi salir con ese hombre. No soy un acosador para que te quedes tranquilo, ¡solo soy alguien que te ama y se preocupa por tu bienestar!

-¡B… basta! Quítate de encima, y no vuelvas a hablarme de amor, ¿oíste?- exigió, nervioso y algo acalorado.- Ya te he dicho que no me gustas, y no quiero saber nada de tu amor. Deja de decirme cosas bonitas, de seguirme o de molestarme, ¡jamás me fijaré en ti…!

-Mentiroso- se burló el mayor antes de volver a tomar su boca por asalto, logrando que hasta la última fibra de su cuerpo se sintiera removida. Nolan ardía un poco por el dolor de cabeza y otro poco por Hannibal, el maldito Hannibal, que parecía conocer su cuerpo mejor que él mismo a juzgar por la manoseada que le dio a sus caderas y que tanto le gustó. Estaba horrorizado por la posibilidad de que alguien entrara y los viera, el propio Sonny quizás, pero al mismo tiempo no podía apartar a Hannibal de sí. Nunca había sido tocado y besado de esa forma por otra persona, menos por un hombre, menos por un sospechoso, y a pesar de saber que estaba mal no quería que se fuera. Su carne débil estaba cediendo a su deber como fiscal, deseando más de esas manos, de esa lengua devoradora, del olor a hombre dominante que tenía Hannibal. Aunque fuera un posible criminal. 

-Aléjate… déjame en paz- intentó luchar por última vez, mientras Hannibal le sonreía y se inclinaba sobre su cuello como un vampiro.

-No quiero. Y tú tampoco, ¿verdad?- susurró antes de morderlo, despacio, sí, pero con tanta sensualidad que un gemido involuntario escapó de su garganta. Dicho gemido rompió de golpe el hechizo en que se encontraba, y le dio la fuerza necesaria para apartar a Hannibal de un empujón. Lo miró lleno de ira y de vergüenza, pero sobre todo de culpa, porque no había forma de ocultar que lo había gozado. Él… Nolan Price, fiscal del estado de Nueva York y hombre de reputación intachable… 

-Juro por lo más sagrado que si vuelves a tocarme, Lecter, te demandaré por acoso y hostigamiento sexual. Incluso si no fueras culpable de los asesinatos irás a la cárcel, lo juro. Tú… tú…

-Nolan, por favor, ¿dime por qué te resistes tanto a admitirlo? Te gusto. Si no fuera así no me habrías permitido salirme con la mía recién, o la otra noche en mi consultorio, simplemente debes admitirlo y el peso de tu conciencia desaparecerá. Vamos, ¡dilo! Te gusto tanto como tú me gustas a mí.

Nolan no fue capaz de más arrebatos o insultos, así que simplemente lo apartó sin mirarlo y regresó a su mesa, con la cabeza hecha una maraña de sentimientos confusos y el cuerpo adolorido por todo lo que había pasado. Si Hannibal tenía razón… dios santo, ¿qué haría si Hannibal tenía razón? ¿Cómo podría seguir con su caso si resultaba que le gustaba el maldito psiquiatra al cual estaba investigando?

-Ah, ahí estás- le dijo Sonny al verlo regresar del sanitario.- Rafael está en camino, acaba de tomar un taxi. Dijo que podíamos…

-Lo siento mucho, discúlpame con él cuando llegue. Me tengo que ir- alcanzó a musitar antes de salir huyendo del restaurante, subiéndose a su auto tan rápido como sus piernas temblorosas se lo permitieron. No quería seguir allí cuando Hannibal saliera del baño, no quería enfrentarlo ni enfrentar sus propios sentimientos indignos. No estaba listo para verse cara a cara con la posibilidad de que se hubiera enamorado de quien no debía. 

Buen Juicio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora