Encuentro premeditado

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Samantha había visto a su compañero Nolan llevando una gran cantidad de casos difíciles. Lo había visto serio y concentrado ante testimonios de lo más indignantes, lo había visto firme ante asesinos y criminales de la peor especie, y lo había visto pelearse hasta con sus amigos, si era necesario, para defender la justicia en la que creía. Pero nunca lo había visto tan turbado, incómodo y tenso como lo vio durante y después de aquel almuerzo en el restaurante Bella Donna, cuando se le acercara Hannibal Lecter y lo hiciera pasar por una situación, cuando menos, ambigua. Hubiera querido reír para aligerar la tensión de la oficina, pero bastaba con mirar a Nolan a la cara para saber que no era buena idea.

Hasta donde ella sabía (y sabía todos los detalles por el propio Price), Hannibal Lecter era el psiquiatra que había atendido a las cinco víctimas del Destripador de Nueva York, una coincidencia que por supuesto lo colocaba como uno de los principales sospechosos; a pesar de todo no había ninguna prueba fehaciente en su contra más que esa misma "casualidad", razón por la cual no se lo había detenido ni nada por el estilo. Los detectives a cargo del caso estaban estudiando cada prueba y cada pista disponible en contra de Lecter, pero por el momento no había nada, y se habían tenido que limitar a pedirle al doctor que no saliera de la ciudad y se mantuviera disponible para futuros interrogatorios. Ante semejante panorama, Nolan había decidido mantenerse al margen de la investigación y dejarlo todo en manos de los detectives. Eso era lo mejor, le había dicho, pues que un fiscal tomara parte activa en los acontecimientos podría interpretarse como hostilidad, y no querían dar un solo paso en falso contra el psiquiatra. 

"Pero ahora resulta que ese psiquiatra se le acerca como si nada a saludarlo, y también le envía obsequios caros y bonitos… ay, Nolan… ¡creo que te has echado un pretendiente sin quererlo!" pensó con una risita baja, procurando no ser oída por su amigo. Era evidente que a Nolan no le hacía gracia la idea de recibir atenciones por parte de Hannibal Lecter, así que sería mejor dejarlo en paz por un tiempo. 

-Bueno, ya debo irme. El juicio empieza dentro de dos horas y necesito llegar con tiempo- le dijo un rato más tarde, en la cocina auxiliar donde solían prepararse bocadillos. Nolan asintió y sonrió un poco, deseándole suerte en su alegato final.

-Lo harás bien, tienes este caso prácticamente en el bolsillo. 

-Gracias por la confianza. McCoy me dijo que iría a verlo todo, ¿tú no quieres venir? Me vendría bien tener a mi compañero ahí por si llego a perder la confianza.

-Lo siento, no puedo. He quedado con el detective Bernard para que me ponga al tanto de las novedades en el caso del Destripador. Y me urge saber algo, lo que sea, con lo que pueda trabajar en una acusación. 

-Ah… 

-¿Qué?

-Nada, nada. Solo que… bueno, ya sabes que no puedes forzar los hechos para que encajen con una teoría. Tienes que encontrar una teoría que encaje con los hechos- le dijo, tranquila pero firme a la vez.- Aunque creas que Lecter tiene algo que ver, no te obsesiones demasiado. Puede que sea inocente después de todo, ¿o no? 

-Puede ser. Pero el instinto me dice que sí lo es. Y como me fío de mi instinto, no quiero volver a cruzarme por ahí con ese hombre como si nada estuviera pasando- remarcó él después de servirse un café y un sandwich y volver a su oficina. Era la primera vez que mencionaba a Hannibal desde lo del restaurante, y Samantha meneó la cabeza. No lo creía porque Nolan era muy profesional, pero parecía como si quisiera que Hannibal fuera culpable para no tener que hacerle frente a su interés. Un interés, se dijo, que probablemente fuera amoroso. 

(...)

Su reunión con los detectives Bernard y Shaw no salió como quería, al contrario, solo sirvió para frustrarlo más por la ausencia de pruebas contra Lecter. Le costó mucho volver a la fiscalía y escuchar los relatos de Samantha acerca de su productiva jornada (pues a ella si le había ido bien), y no fue hasta que su jefe le preguntó si le sucedía algo que pudo hablar con relativa sinceridad.

-Lo siento, señor, Samantha, una disculpa. Estoy muy molesto por el rumbo del caso del Destripador. Todo parece envuelto en una bruma impenetrable y se me está agotando la paciencia, ¿qué me ha faltado hacer para conseguir las pruebas que quiero?

-No tomártelo personal, en primer lugar- contestó McCoy con rapidez.- Si piensas en un caso como en una carrera a ganar estás perdido. A veces las cosas no salen como queremos, entonces hay que respirar hondo y probar otra cosa, pero jamás perder los estribos o la paciencia. ¿Entiendes?

-Sí… sí, señor. Lamento si di la impresión de estar descontrolado, les aseguro que…

En ese momento su confiable secretaria entró trayendo la correspondencia de la tarde, todo lo que se había acumulado en su ausencia. Pensó en revisarla más tarde, puesto que realmente necesitaba el consejo de su superior, pero en cuanto reconoció la caligrafía del sobre que estaba hasta arriba de la pila, su mirada se endureció y eso llamó la atención de Samantha y Jack. Con indignación agitó el sobre y dijo, airado:

-Es una carta de ese sujeto, lo que me faltaba. ¿Quién le dijo que podía escribirme?

-Pero tal vez sea importante, Nolan. Algo relacionado con el caso- opinó Samantha mientras mentalmente le pedía perdón. Dudaba mucho que el doctor Lecter fuera a comunicarse con algo tan anticuado como una carta, pudiendo simplemente llamarlo por medio de sus abogados si tenía algo que aportar a la investigación. Nolan vaciló pero no quería quedar como un pelele ante ellos, así que abrió el sobre y leyó la carta. Sus mejillas le ardieron antes de llegar a la mitad de la lectura, cosa que llevó a su jefe a preguntarle:

-¿Qué pasa? ¿Qué te dijo?

-Se ha vuelto loco- musitó, haciendo un esfuerzo extra por no arrugar la carta y tirarla a la basura.- Me pide perdón por haberme molestado en el restaurante el otro día, y me invita a cenar allí otra vez para que hablemos con calma. Dice que tiene información sobre el robo de legajos en su oficina y que le gustaría decírmelo en persona… ¡Y un demonio en persona! 

-Nolan, ¡contrólate!- lo intentó calmar Jack mientras Samantha tomaba la carta y la leía. Sus ojos expertos le hicieron leer entre líneas las intenciones de Hannibal, pero de nuevo, no se atrevió a decir lo que pensaba. Solo lograría molestar más a su amigo y no quería verlo todavía más alterado.

-Les pido disculpas a los dos por mi actitud… pero… ¡entiendan mis nervios! Nunca me había topado con un sospechoso tan impertinente. ¿Cómo se le ha ocurrido invitarme a cenar para hablar del caso en lugar de pedir una reunión con mi secretaria? ¿Qué creen que intenta lograr con eso?

"Probablemente seducirte", pensó Samantha.

-Da igual lo que pretenda, no debes perder esta oportunidad de obtener más información- lo aconsejó McCoy.- Quienquiera que lo haya querido perjudicar es otro sospechoso, y si Lecter sabe algo y quiere decírtelo tienes que escucharlo. 

-¡Pero…!

-Sin peros. ¿Tienes un traje nuevo? Prepáralo. Llamaré al abogado del doctor Lecter para concertar esa cita lo más pronto posible.

-Por lo que más quiera, no use la palabra "cita" que se me ponen los pelos de punta- rogó Nolan al borde del llanto, mientras Samantha huía para no tener que mirarlo a los ojos y Jack hacía esa llamada. El veterano fiscal también dudaba de las intenciones del psiquiatra, pero no había alternativa. Si para tener información de primera mano sobre un caso tan duro era necesario que Nolan se sometiera a los caprichos del médico, él mismo conseguiría reservaciones en todos los restaurantes que hicieran falta hasta que Hannibal Lecter estuviera satisfecho.

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