Primera cita

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Nolan jamás creyó que llegaría un día en que su dignidad sería pisoteada de tal manera. Y eso que había sufrido su cuota de bullying en la adolescencia, producto de su impopularidad con las chicas y su condición de niño rico, pero incluso entonces no sintió vergüenza de sí mismo y supo sobrellevar todo con razonable madurez. Pero ahora, mientras se vestía con un traje elegante para acudir a su cita con Hannibal Lecter, se sentía un verdadero desgraciado y una marioneta, por lo que preguntó con angustia:

-¿En serio tengo que hacerlo? ¿En serio? Jack por favor, ¡ten piedad de mí!

-Nolan, ya hablamos de esto largo y tendido… ¡tienes que hacerlo! A veces un pequeño sacrificio es necesario para lograr un gran objetivo- le contestó McCoy palmeándole el hombro, mientras lo observaba en el espejo con aire crítico.- Tu corbata está un poco floja. Arregla eso, tienes que lucir absolutamente perfecto esta noche.

Nolan bufó y se ajustó la corbata correctamente, pero con una cara tan larga que McCoy no se atrevió a decir más nada. Era mejor no exaltarlo, si quería que llevara a cabo su cometido correctamente. 

Después de que Hannibal Lecter le enviara una misiva pidiéndole una cita, tanto su jefe como Samantha lo habían convencido de que aceptar era una gran idea, para poder sonsacarle información del caso. El fiscal McCoy arregló todos los detalles por teléfono con el abogado de Lecter, el doctor Fuller, y Samantha le aconsejó qué traje ponerse para verse impresionante, pero eso mismo era lo que lo estaba matando. No quería verse impresionante, ni tenía la intención de que aquello fuera una verdadera cita, si no una simple reunión para conversar. Si Lecter se había hecho alguna idea extraña con él, como que podía coquetearle libremente, estaba listo. No le interesaba coquetear con nadie y menos con un hombre sospechoso de homicidios, así que se mentalizó muy bien durante todo el camino al restaurante para no caer en las garras del psiquiatra. Hablarían, cenarían y nada más, y si llegaba a portarse de forma indebida se marcharía inmediatamente. 

"Puedo hacerlo" se dijo antes de entrar al Bella Donna, odiándose por estar nervioso. No es como que Hannibal Lecter pudiera obligarlo a algo después de todo, si se sentía incómodo solo tenía que levantarse e irse, nada más…

Aunque había estado ahí tan solo unos días atrás, a Nolan le impresionó lo elegante que se veía todo en el servicio nocturno. La iluminación era suave, se escuchaba una hermosa melodía de piano y el encargado se adelantó a recibirlo con gran parsimonia, como lo viera hacer con Hannibal antes. Por un segundo no entendió el por qué de tanta deferencia, hasta que el hombre le preguntó algo y se lo dejó en claro.

-Disculpe, ¿señor Price? Por aquí, por favor. El doctor Lecter ha reservado un salón privado para ustedes.

"Qué demonios… ¿por qué privado? ¡No quiero estar a solas con él!", pensó, sin dejar que ni la más mínima muestra de turbación escapara de su rostro. No dejaría que nadie lo viera nervioso y menos que menos Hannibal, quien lucía como todo un caballero con un traje a rayas rojo oscuro que le sentaba perfectamente. El psiquiatra sonrió de forma notoria al verlo, y por un segundo lo paralizó la idea de que quisiera saludarlo con un beso, como hacían en otros lugares. Pero no, Hannibal se limitó a sonreírle y darle un apretón normal, pero eso sí: con una expresión tan pero tan dulce, que a pesar de lo que acababa de decir agradeció que estuvieran en un salón privado para que nadie más los viera.

-Señor fiscal, qué gusto que haya venido. Empezaba a pensar que tal vez no quisiera…

-Ahórrese el discurso, Lecter. He venido porque soy un hombre de palabra, y porque me dijo usted que quería colaborar con nuestra investigación. No es necesario que finjamos ser amigos.

"Tienes razón. Porque yo no quiero ser tu amigo, quiero ser tu esposo y el dueño de tus suspiros", pensó Hannibal, siempre sonriente y educado para con su querido Nolan. Estaba demasiado feliz de verlo como para molestarse por su tono grosero o su mirada desconfiada, así que ignoró todo lo malo y se concentró en lo bueno, que era mucho. Por ejemplo, Nolan se había puesto una colonia muy fragante esa noche, y se había peinado con gel, lo que lo hacía verse más maduro y aplomado que cuando llevaba sus rizos sueltos. Quería grabar cada detalle de ese bello perfil en su palacio de la memoria antes que la noche se terminara, pero al mismo tiempo no quería perder valiosos segundos de charla con su amado, ya que no estaba seguro de cuándo podría volver a verlo. 

-En el caso de que se lo pregunte, pedí un salón privado para su mayor comodidad, señor Price. Imaginé que no le agradaría ser visto cenando conmigo…

-E imaginó bien- lo interrumpió Nolan con escaso tacto.- No me gusta. No entiendo a qué está jugando conmigo, Lecter, y ya que estamos cara a cara podría usted decírmelo. ¿A qué juega?

-¿Jugar? Yo no estoy jugando. 

-¿Ah, no? Veamos. Primero, nos conocimos hace apenas unas semanas, en la comisaría. Dicho sea de paso, comisaría a la que fue llevado a declarar como sospechoso de cinco homicidios. Segundo, me envió un obsequio a mi oficina sin ningún motivo, me saludó como si fuéramos amigos delante de mi jefe, y tercero, de la nada me pide una… cita para cenar juntos, ¿y quiere que crea que no está tramando algo?

-Nolan, por favor, déjame aclararte tus dudas antes que sigas.

-Señor Price, si hace el favor.

-De acuerdo, de acuerdo. Señor Price, en ningún momento mi intención fue jugar con usted, o confundirlo, o hacerlo caer en una trampa de ninguna clase. Sé que tiene sus motivos para desconfiar de mí, y mi intención hoy no es ni más ni menos que disipar esas sospechas. Quiero mostrarle que soy un hombre de bien, que nada tengo que ver con esos lamentables crímenes y que todo lo que deseo es limpiar mi buen nombre. No tome esto como una cita, tómelo como una simple cena durante la cual conversaremos un poco. No hay nada de malo en eso, ¿no?

-Eso creo. Espero.

-En ese caso, ¿qué le parece si primero pedimos nuestros platos? Soy un cliente muy habitual así que podría recomendarle el vino perfecto para lo que sea que pida.

En otras circunstancias jamás bebería ni comería nada que proviniera de un posible asesino, pero como estaban en un sitio público, supuso que no habría problema. Durante el almuerzo anterior había comprobado que la pasta que servían allí era exquisita así que ordenó los mismos deliciosos raviolis, más un vino tinto que no le sonaba para nada pero se veía exageradamente caro. Hannibal Lecter sin embargo no parecía tener problemas de dinero, porque pidió dos botellas como si fueran de agua.

-No es necesario que tire su dinero- dijo.- No beberé demasiado de todas maneras. 

-Tampoco yo, pero cuando la cena acabe me gustaría que se llevara la otra botella como regalo. Ya sé, no tengo por qué hacerlo, pero quiero hacerlo. Deseo de todo corazón ganarme su confianza y mostrarle todo mi… aprecio.

"Eso estuvo cerca" pensó con una sonrisa de alivio mientras el camarero destapaba el vino en cuestión y les servía una copa. Había estado a punto de decir "todo mi amor" y eso hubiera sido terrible, todavía no era el momento para hablarle de amor al arisco fiscal que tenía enfrente. Estaba claro como el agua que Nolan no lo veía de esa forma, pero todo era porque lo creía sospechoso e incluso culpable de los crímenes del Destripador. Cuando probara su inocencia, Nolan comenzaría a mirarlo como hombre, estaba seguro. Cuando esa sombra insidiosa dejara de interponerse entre ellos podría desplegar todos sus recursos para conquistarlo, amarlo y hacerlo su hombre. Por el momento, tendría que tener paciencia. 

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