CAPITULO XVI: Verdades

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La persona en la habitación camino hacia la silla de madera que estaba en una esquina, la agarro y se sentó. Todo a un par de metros de las chicas.

— Bueno, bueno. No era la reunión que esperaba, pero estoy agradecido de que estén aquí.

Las chicas giraron lentamente para ver a la persona sentada a aun par de metros de ellas. No se lo podían creer, era como estar en una pesadilla.

— Al parecer, los demás si resultaron ser unos cobardes — Agrego con tono burlón

— Tu no puedes estar aquí, ¿Cómo es eso posible? — una aturdida harper pregunto, no lo entendía.

— Oh, querida harper, ¿Por qué lo dices? — La persona se levanto de su asiento y se acercó lentamente hasta llegar y ponerse a la altura de ella — ¿Por qué tan sorprendida?

Se levanto hasta erguirse por completo y se alejo para dar pequeñas vueltas en círculos alrededor de la silla. Le gustaba eso, le gustaba ver las caras de desconcierto y espanto que tenían ellas ahora mismo. Era algo por lo que había esperado tanto.

— ¡¿Por qué?! — Grito Simone.

Ese grito, por parte de ella, hizo que la sangre le ardiera por dentro. Hizo que el enojo bulliera en su interior. Se volteo rápidamente y avanzo a pasos agigantados hasta llegar y agarrarla de la cara, apretando sus mejillas.

— ¿Por qué, ¿qué? — Le regreso la pregunta —¿Por qué estoy aquí con ustedes? — Le apretó aún mas las mejillas — O ¿Por qué estoy aquí después de que ustedes me dieran por muerto? — Con cada palabra que el pronunciaba iba incrementado el agarre que tena en ella. Se podía notar la furia con la que escupa cada palabra y en el agarre que aun mantenía.

Decidió que tenía que calmarse, así que soltó el agarre con brusquedad, haciendo que Simone se fuera para atrás y cayera al suelo.

— ¿Cómo es que esto es posible? — Harper, que aún seguía aturdida pregunto — Te vimos, ese día te vimos sin vida.

— Están tan equivocadas, ese día no estaba muerto, pero ustedes decidieron creer que sí, con tal de no afrontar las consecuencias

Se acerco a pasos lentos cerca de la puerta, listo para irse. Hasta que la voz de Tamara lo detuvo.

— No puedes negar que te lo merecías.

— Tal vez yo lo merecía, pero todos ustedes aquí recibirán el castigo que merecen y yo me encargare de eso — Las miro directamente a cada una — ¿Creen que los demás no vendrán a buscarlas? Claro que lo harán, son unos cobardes, pero no las dejarían aquí sabiendo que, si ustedes desaparecen, ellos estarán en problemas y cuando eso pase, recibirán lo que merecen.

Vio como le cambiaba la cara a cada una y se regocijó. Se en camino de nuevo a la puerta, pero antes de salir, volteo a verlas una vez mas para decirles una última cosa.

— Ver como les cambia el rostro de desconcierto a desesperación, es un gran placer para mí.

Después de eso, salió dejando el lugar en completo silencio. 

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