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Una hermosa mañana se lograba ver desde los cielos de Nueva York, las nubes amarillentas debido a que el sol estaba diciendo hola, era bella aquella combinación de amarillo naranja y un azul cielo amanecer, las nubes esponjosas que absorbían el color del cálido sol de la mañana, o bueno, por lo menos así se veía desde un avión donde una hermosa chica de hermosos ojos verdes profundos y cabello rosa suave y largo estaba viajando hasta su universidad.

Sus padres estaban viajando con ella, aunque no se quedarían en esa ciudad, pues su hija ya tenía 18 años, edad suficiente como para poder vivir sola. Solo estarían ahí un día para verificar que su hija estaría cómoda viviendo en ese lugar, una vez ellos se dieran cuenta de que el lugar es seguro, se irían.

Por parte de Anya, el designio de mudarse de país le cayó como una patada al hígado, no le agradaba mucho saber que ya no podría convivir con sus padres o con su perrito. Solo ellos eran quienes importaban en su vida porque solo ellos estaban en ella; Sin embargo, al ver la ciudad desde aquel avión se dio cuenta de que no era tan malo como lo había pensado. Tal vez empezar una vida ahí por unos años no sería tan malo, después de todo, solo estaría estudiando y ya, ¿Qué podría pasar?.

—¿te sientes bien, Anya? —Pregunta su madre al ver como esta se veía algo afligida.

—Sí, es solo que no me gusta mucho la idea de irme y dejarlos solos —contesto la chica con su mirada baja.

—A nosotros tampoco nos gusta mucho la idea de que te vayas, pero es por un bien. Debes seguir adelante.

—Si lo sé, pero —devuelve su mirada a la ventana del avión— que tal si aquí no es donde está lo que estoy buscando.

—Bueno... he escuchado que el destino te lleva al lugar en el que tienes estar, en el momento en que el que debes estar...

—Pero... ¿y si el destino se equivocó esta vez y yo no debo estar aquí?

—Imposible. Si el destino te trajo hasta acá es debido a algo, tu solo sigue adelante —sonreía mientras daba ánimos a su hija.

Una sonrisa triste y algo forzada invadió el rostro de aquella chica ojiverde, pero por otro lado comprendía perfectamente todo. Era por un bien común la razón de su viaje, pero aun así dolía.

El piloto tomó la palabra para avisar a todos lo que estaban en el avión que ya pronto aterrizará, así que debían abrocharse los cinturones. Como era de esperarse todos le hicieron caso, abrocharon sus cinturones y el avión aterrizó, en el grande aeropuerto de Nueva York. 

Al momento de tocar tierra, el estómago de Anya empezó a sentir de todo debido a los nervios. Mariposas aleteaban bruscamente en su estómago por cada paso que ella daba, le obligaban a caminar más rápido y ella le obligaba a ellas ignorar el hecho de que está en una ciudad que apenas sabían que existía. Una ciudad grande y hermosa, pero también desconocida, eso era lo que pasaba por su mente al bajar las escaleras del avión.

Lo único que la podía hacer sentir bien en ese momento eran sus padres que estaban su lado, no obstante no estarían ahí por mucho y eso hacía que su mente se volviera pesimista cada segundo que pasaba. Al llegar al interior del aeropuerto, sus nervios crecían cada vez más, cuanto más se alejaba del avión más perdía el aliento. ¿Era esta una buena idea? Ella no lo sabía, pero le tomaría la palabra a su madre y trataría de seguir adelante.

Sus nervios eran totalmente normales, cualquier universitario los sentiría, pero más que nervios era miedo, miedo a algo que nunca había hecho o visto, miedo a que tan mal podrían salir las cosas si ella se llegase a equivocar en algo. Pero lo mejor era ver el lado positivo de las cosas, sus padres le enseñaron una gran cantidad de cosas, así que perfectamente a ella le podría ir demasiado bien en esa ciudad.

Alexitimia | Anya x DamianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora