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Habían pasado unas horas, los carromatos habían dejado de aparecer, dejando a dos nobles cabalgar con un corcel que no parecía cansarse y mantiene su máxima velocidad como si fuera una máquina sin vida con un solo objetivo, transportar. Visualizando en el aire a un par de dragones sobrevolando lo que calculaban que era el pueblo de siesta.

—Listo para lo que está por venir —dijo Louise nerviosa

—Claro que no, pero ya estamos aquí —dijo Guiche ajustándose los anillos

—Artorias, tu ve a distraer a los dragones —dijo Louise

El familiar empezó a avanzar, paso a paso e impulsandose para empezar a correr a su máxima velocidad.

—Tu y yo vamos a buscar a los plebeyos, los resguardamos primero, prioriza a la sirvienta Siesta y su familia —dijo Louise

—Sabes que solo miraba a las mujeres nobles verdad, no tengo idea de quién es la mujer de la que hablas, mucho menos su familia —dijo Guiche entrecerrando los ojos

—Cabello corto por aquí —dijo Louise señalando por su cuello—. Negro, ojos negros y figura esbelta

—Ya, vamos de una vez —hizo una Valkiria y le hizo dos escudos, uno en cada brazo—. Protégenos


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Corriendo entre los árboles, abrió su palma para verificar cuánta Alma le quedaba, era una cantidad considerable; dos hechizos podían hacer antes de necesitar recaudar más.

Distrae a los Dragones

Son ocho

Cuantas flechas tenemos

Treinta, diez de cada una.

Sujetando uno de los árboles por la corteza, lo escaló con rapidez y al llegar a la punta disparo al cielo Chillido del Abismo llamando la atención de los dragones, esperándolos con ballesta en mano.

—¡Por ahí! —dijo uno de los soldados de Albion al capitán

No era otro que Wardes el capitán de ese pelotón, al ver a la entidad sobre la copa de uno de los árboles, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo junto a una gran rabia.

—¡Acaben con ese ser lo más cruel posible! —gritó con fuerza

El más cercano al bosque desciende rápidamente, el dragón abrió sus fauces para tragarse a Artorias, al cerrarlas al mismo tiempo que volvía a elevarse.

—No fue la gran cosa —dijo el jinete de ese dragón

Partículas oscuras emergieron del hocico de la criatura, separadas avanzando con rapidez al frente de la silla de montar.

—Que pu- —ultimas palabras antes de ser cortado por la mitad por una espada

Artorias emerge cuando se juntan esas partículas oscuras, agarrando las riendas y obligando al dragón a girar.

—¡No importa cómo, maten a esa criatura! —grito Wardes sujetando con un ligero temblor las riendas de su dragón


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Llamar pueblo al campo de hogueras y trincheras sería algo bonito, pero aquel era el pueblo tan amigable que días anteriores Louise había visitado.

El caballero del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora