crimen

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La espera me agotó,
No se nada de vos.
Dejaste tanto en mí.
En llamas me acosté,
Y en un lento degradé,
Supe que te perdí

Crimen -Gustavo Cerati

Esa noche tuve problemas para dormir. Miré una película romántica tal y como tenía pensado, pero con tantos pensamientos me era imposible concentrarme en la trama. Eventualmente la quité y me acosté en mi cama. A oscuras, tal como si fuera a dormir, miraba fijamente al techo tratando de encontrar alguna figura, algún pensamiento conciso en ese infinito negro de la noche.

Por un momento me permití tener veintiocho años una vez más. Era joven, aun tenía pelo en la cabeza y no me dejaba crecer la barba. Se trataba de otro día más en el que, luego de un partido, José bebía más de la cuenta y yo lo pasaba a buscar. En el camino él se quejaba, yo lo regañaba, nos contradecíamos. Pero al llegar a destino nada de eso importaba porque podía mirarlo con esos ojos que, borracho, se hacían inocentes y que me miraban, agradecidos por estar siempre para él.

Me agradaba poder sentirme joven una vez más, con ese estúpido amor que uno ya no siente con la madurez. Pero ahora tenía perspectiva y experiencia. Ya le había dado demasiadas vueltas al tema, ya Mourinho no era más que un viejo amigo. Había pasado demasiado tiempo.

Una vez que me dormí, lo hice por más tiempo del necesario. Levanté el teléfono para encontrarme no solo que era pasado el mediodía, sino con llamadas perdidas de José de hacía pocas horas. Le devolví el llamado.

Me comunicó que quería invitarme a cenar como forma de devolverme el favor de anoche. Asumí que Carolina había sido la de la idea, porque en todos los años que le he hecho de chofer a Mou, nunca me dio nada a cambio, ni tampoco yo se lo exigía. No teníamos cuenta de los favores que nos hacíamos mutuamente, simplemente ocurrían. De igual forma acepté, no era como si tuviera una cita para ocuparme durante la noche.

Allí se erguía esa hermosamente decorada casa, la misma que había visitado apenas algunos días antes para dejar a mi amigo. Me detuve frente a su puerta sosteniendo el vino en mis manos pensando qué hacía allí. Me había prometido no involucrarme con Mourinho más de lo indispensable, pero supuse que una cena no interferiría en nada. Además, mi educación no me permitía rechazar una invitación.

Toqué el portón de madera y rápidamente abrió Carolina, esta vez con un precioso vestido floreado, peinada y maquillada, no como aquella noche que apareció en pijamas. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando me vio.

-¡Pep! Bienvenido, gracias por venir -me abrazó rápidamente-. ¿Has traído un vino? Hombre, que no hacía falta, la invitación la hemos hecho nosotros por el lío en el que te ha metido este crío, eres demasiado amable.

-Ah, realmente no es nada -respondí abrumado por tanto palabrerío mientras le entregaba la botella-. Solo un pequeño obsequio.

-Venga, pasa, que te congelarás allí afuera -dijo a pesar de ser pleno verano.

Dicho esto hizo lugar en la puerta para dejarme entrar. Conociendo los departamentos en los que José solía vivir, esta casa significaba un gran cambio. Era espaciosa, bien iluminada, estaba cubierta de arte por donde sea que mirara. Era, realmente, un hogar. La influencia de Carolina era obvia. 

Era una mujer radiante, eléctrica, llena de energía. Parecía siempre alegre con la vida, apasionada con todo lo que hace. Podía ver por qué él se casó con ella, no por nada dicen que los opuestos se atraen.

-Pep, qué bien que has podido venir -se acercó a saludarme con una sonrisa.

-Por supuesto, es un placer -sonreí cordialmente-. Gracias por invitarme.

rosas con espinas [guardiola x mourinho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora