first love/late spring

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Lately I've been crying like a tall child.

So, please, hurry, leave me,

I can't breathe.

First love/late spring -Mitski

Esa noche sentí una extraña paz a la hora de dormir, una que hace mucho no me acompañaba. La luz que se filtraba entre la persiana al amanecer me despertó, y sonreí. Ya estaba todo bien. ¿Y qué si me había enamorado de él? José nunca se enteró y eso era lo importante. Ambos podíamos continuar con nuestras vidas como si nada. Solo que ahora yo recordaba lo que era el amor joven, con todos los altibajos que conlleva.

La vi mejor a Nora esa mañana. Charlamos un poco sobre el tema y me dijo que sí, se sentía mal por lo que había pasado la noche anterior, pero que se recuperaría. "No fue lo peor que me ha pasado con un hombre" me dijo con cierta melancolía, pero sonriéndome. No quise indagar más en el tema que era claramente uno sensible. Le ofrecí mi apoyo y ella su agradecimiento.

Quizás para olvidarse del tema, decidió salir con Caro a una noche de chicas, como ellas la llamaban. Básicamente salían a tomar y a recorrer la ciudad nocturna por su propia cuenta. Eso nos dejaba a José y a mí solos en la casa. Ni siquiera 24 horas antes ese pensamiento me hubiera puesto nervioso, pero ya no. ¡Quién hubiera dicho que era tan fácil apagar la ansiedad!

Recostado en mi cama me dedicaba a leer, iluminado por un pequeño velador y la poca luz de la noche que entraba por la ventana. Pero la paz se vio interrumpida cuando José abrió bruscamente la puerta.

-¡¿Estás coqueteando con mi esposa?!

Me gritó furioso, pero furioso de verdad. No era de aquellos enojos de personaje, de aquellos que hacía por televisión. No se trataba de una broma. Incluso me dio algo de miedo verlo tan fuera de sí.

-¡¿De qué estás hablando?! -le respondí, tanto alterado como confundido, dejando el libro de lado.

-No te hagas el idiota, Josep.

Me enseñó un papel arrugado que fue estirado, seguramente por él. Al inspeccionarlo más a detalle me percaté que era la carta que yo le había escrito la noche anterior. Mi corazón se detuvo por un instante, dejando entrar al pánico. Toda la tranquilidad anterior se desvaneció en un instante, mi visión estaba borrosa. Me senté al borde de la cama.

-La encontré botando basura afuera -continuó igual de enojado-. Se la enseñé a mi esposa porque pensé que ella la escribió para mí, ¿y sabes lo que me dijo? -hizo una pausa- "Gracias, cariño, es una carta muy preciosa".

Yo continuaba falto de palabras, tratando de hilar un solo pensamiento. Me levanté con intenciones de dialogar con él, pero me era imposible. Sentía un nudo en la garganta que solo se acentuaba con su presencia, por sus ojos inyectados de odio dirigido hacia mí. Él recorría la habitación sin soltarme la mirada.

-Yo pensé que la escribió ella, ella que la escribí yo -se acercó a mí-. Tú eres el único capaz de escribir una carta así de cursi en catalán, ese maldito idioma en el que ustedes hablan -golpeó la pared mirándome-. ¡Quieres estar con mi esposa! 

Me empujó contra la pared tomándome por el cuello de la camisa. El miedo me era paralizante. Él estaba desesperado, incapaz de contener su ira. No sabía lo que me iba a hacer.

-Después de todo lo que hecho por ti, ¡maldito hijo de puta! -continuó, agitándome levemente desde el cuello de mi camisa- Te invito a mi país de nacimiento, a mi casa, a un viaje conmigo y con mi esposa -su respiración era entrecortada- ¡En mi propia casa quieres ir tras mis espaldas!

-¡La carta era para ti!

Finalmente, estallé. Con los ojos cerrados con fuerza grité quizás incluso más fuerte de lo que me gritaba José. Pero ya no podía soportarlo. Había hecho de todo, absolutamente todo, para evitar llegar a ese momento, y eventualmente no pude resistirme más. Mi respiración era entrecortada, inestable, tratando de mantenerse al ritmo de mi agitado corazón. Fue una dicotomía de sentimientos. Tenía la presión de no saber lo que él pensaba, pero también la liberación de sacármelo del pecho.

-...¿qué? -preguntó atónito.

-La carta... era para ti -repetí casi en un susurro abriendo los ojos para mirarlo.

Me soltó de la camisa y se alejó unos pasos, aun mirándome. Como se mantenía en silencio continué hablando.

-Estoy enamorado de ti, José -sentí mi voz temblar-. No hay otra palabra para describir lo que siento. Y no es algo reciente, desde que estuvimos juntos en el Barca en los noventas que me pasan estas cosas. Desde que te vi, mejor dicho, desde el primer día que llegaste como traductor. No sé lo que es, pero no puedo dejar de mirarte cada vez que estamos en una misma habitación, no puedo evitar sonreír cada vez que tú lo haces. Nadie más me entiende como tú. Y me duele verte tan feliz con Carolina, siendo que hace una década imaginé que serías así de feliz conmigo. Por eso escribí la carta -tragué saliva-. Te amo.

El silencio era ensordecedor. Generaba contraste con todo el ruido que solía haber. Lo miraba desesperado por una respuesta, pero él solo mantenía los ojos en mí pensativo, sorprendido, falto de palabras.

-Me das asco.

Tres palabras. Tres palabras bastaron para romper lo poco que me quedaba del corazón. Por un instante la mirada se me hizo borrosa, y pensé que me desmayaría. Nunca había odiado tanto ser yo.

-Sabes que estoy casado, Pep -su voz sonaba más calma, pero igual llena de asco y enojo-. Sabes que estoy feliz, que soy normal, ¿y ahora me vienes con esto? ¿Qué esperabas que pase?

-¡Nada! ¡No esperaba que pase nada! -pasé las manos por mi cara- ¡No se suponía que vieras esa carta! Yo veo lo feliz que estas y no quiero interponerme. Por algo me deshice de ella...

-¿Qué pensaría Caro si se enterara de esto? -sus palabras sonaban como cuchillos.

-¿Por qué crees que nunca te lo dije? Les tengo demasiado aprecio a ambos como para meterme en medio de su matrimonio. No tienes idea de todo lo que he hecho, de todo lo que he sufrido para enterrar mis sentimientos, para hacerme a un lado -mi tristeza se había convertido en enojo-. ¡Yo no iba a decírtelo, tú has metido las manos en la basura!

-¡No importa si lo ibas a decir o no, lo que importa es que lo sientes! Podría echarte de mi casa en este instante si quisiera. Sería lo más razonable -me recorrió con la mirada antes de apartarla-. Pero no lo haré. Tengo algo de decencia -hizo una breve pausa-. Carolina se enfadaría conmigo si se entera que te dejé en la calle, ella te quiere. Quizás más que a mí -susurró estar últimas palabras con más dolor que enojo-. Nadie sabrá de que tuvimos esta conversación, ¿de acuerdo? No lo vuelvas a mencionar, ni siquiera a mí.

Dicho esto se fue dando un portazo, dejándome solo, a la deriva. De pie, en esa habitación, había muerto. No solo había arruinado mi amistad con él, le había faltado el respeto y arruinado la felicidad que tanto buscaba. El aire parecía atorarse en mi garganta sin ser capaz de entrar. 

Cerré los ojos con fuerza y me encontraba nuevamente en ese vestuario, viendo cómo el amor de mi vida se alejaba de mí, partiéndome el corazón. Sentí una vez más el pinchazo de la rosa en mi mano, pero cuando miré mi palma no había una flor, había una carta. Y detrás de la carta, una cicatriz. Un pequeño punto de una espina que me perforó la piel cuando menos lo esperaba.

Sentí mis rodillas temblar y perder toda su fuerza, así que me apoyé contra la pared perdiendo el equilibrio. Contra esa fría superficie comencé a llorar, en silencio. Los sollozos ahogados no me dejaban respirar, no me dejaban pensar. Sólo sabía llorar. Vaya marica que era.

Era un asco. Él mismo lo dijo. Le falto el respeto a todo el mundo del fútbol por fantasear con un compañero de trabajo, por siquiera pensar que puedo ser un director técnico gay. Me senté contra la pared abrazando mis rodillas, sintiéndome patético. Sabía que su amistad me dejaría en este estado nuevamente, pero una vez más caí en sus brazos y me dejé soñar.

Aunque me cueste admitirlo, lo haría una y otra vez.


rosas con espinas [guardiola x mourinho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora