VIII

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Luego de darse cuenta de lo que realmente estaba haciendo, ya era un poco tarde para dejarlo. Había subido a la cocina a buscar un vaso de agua, cuando de repente, al voltear vio una sombra en la sala y fue cuando en verdad empezó a sentir que no estaba solo. Se bebió el vaso de un sorbo y bajó corriendo al sótano de nuevo. Aun no habia pisado el quinto escalón cuando vió una silueta por el rabillo del ojo y lanzó un puñetazo que fue a dar a la pared, sintió sus dedos crujir pero juró que era la mandíbula de su adversario, hasta que empezó a sentir que algo no andaba bien con su mano y se empezó a retorcer de dolor en el suelo. No pudo controlarse. Pero a estas alturas del plan no podía permitirse otro ataque así, así que se tragó su dolor, sus nervios, se levantó del suelo y continúo bajando las escaleras, pero de un modo más lento al anterior, esperando así que la sombra que lo perseguía mantuviera una distancia prudente mientras caminaba al ritmo que el se trasladaba por las escaleras, casi como asechandole, pero dándole tiempo a el de poder huir de la misma en caso de ser necesario.

Fue así como pasó el último escalón y se giró repentinamente para ver quien le acechaba. No vio a nadie pero siguió sintiendo que alguien le observaba desde atrás, así que se volvió a girar sobre si mismo, una y otra vez, como en un baile tenebroso, en el que debía llevar el ritmo de la insistente tonada para poder huir de su depredador. Quería gritar, quería correr, quería huir de cualquier forma y acabar con esta persecución. Empezaba a sentirse un poco mareado, cuando vió la pared y los viejos álbumes de fotografías. Se lanzó a correr. Estaba a medio metro, de la pared cuando la sombra empezó a derrumbar todo a su alrededor y el tuvo que apegar su espalda a la pared con toda las fuerzas que pudo recoger para evitar que todo se le viniera encima. Una avalancha de recuerdos, voces, mentiras, verdades y escombros empezó a bajar sobre su cabeza.

Entonces se despertó del sueño. Yacía en el sótano, en ese mismo lugar donde se refugió de la avalancha de recuerdos y escombros. El vaso y la jarra de agua junto a él le recordaron la insistente persecución de la que tuvo que huir. Se levantó y sirvió un nuevo vaso de agua. Los sentía contaminados, cubiertos de un aura amarga y oscura y, convencido de que ese vaso y esa jarra de agua habían nacido de la maldad pura, dio unos pasos al frente y se lo ofreció a chica, como si fuese un gesto de bondad. Algo que la secuestrada tuviera que agradecer al secuestrador, para este sentirse un poco menos mal por lo que estaba a punto de suceder.

La chica, sin embargo, llevaba ya un largo rato mirando hacia un lado, al acercarle el vaso ella volteó hacia el otro lado, con la cabeza lo suficientemente gacha como para impedir el contacto visual.

-¿Quieres tomarlo por ti misma?- Le preguntó siguiendo con sus actos de bondad. Le tomó las manos y le soltó de las ataduras. Con esta acción la chica se estremeció. Desde el punto de vista de un secuestrado no existe tal cosa como las acciones de bondad.

El le ofreció de nuevo el vaso de agua. Pero la falta de respuesta de la chica fue suficiente para detonar si furia.

-¡Te estoy dando agua! ¡El agua es vida! ¿¡No quieres vivir!? ¿¡Quieres morir!? - Gritó fuertemente mientras colocaba el vaso de agua ruidosamente en el suelo y tomaba su arma con manos sudorosas. Los gritos le hicieron parecer un tomate. Bajó el arma cuando vio que la chica, con manos temblorosas se agachaba a tomar el vaso de agua y se lo bebió lo más rápido posible. Casi se ahogó un para de veces, y las lágrimas lavaron todo el sudor de su cara que cada vez se volvia más pálida.

-Ya me tome el agua. Ya no me mates por favor.- Dijo faltandole el aire desesperadamente.

-¿Te doy un vaso de agua y así es como me lo agradeces? - Dijo el secuestrador lenta y pausadamente, como queriendo dar a entender correctamente el mensaje- La próxima vez deberías mostrarte más agradecida- Advirtió al tiempo que cargaba su arma con un nuevo paquete de balas y la volvía a apuntar. El click que está hizo al quitarle el seguro le helaria los huesos a cualquiera. Seguidamente, sin apartar un ojo de la chica, sacó una navaja de su bolsillo y cortando la cinta que ataba los pies de la chica, hizo una ligera señal ladeando su arma (el revolver) hacia un lado, y le dijo: - Corre.


Hola


Ella, quien continuaba sentada en aquella silla, miro a su alrededor más que confundida. No decidía hacia donde correr. Después de llevar horas atada en aquel lugar toda esa libertad era demasiada para saber que hacer. Entonces vio las escaleras. Había visto a aquel hombre, su secuestrador, bajar y subir por las escaleras un par de veces. Ni siquiera lo pensó bien. El secuestrador le volvió a gritar que corriera mientras le apuntaba con el arma y ella solo empezó a correr lo más rápido que pudo. Al llegar al primer escalón se tropezó, pero en el tercero agarró impulso con los brazos. El hombre la siguió caminando a un paso tranquilo. Algo estaba tramando. Cuando la chica llegó a la puerta que separaba el sótano del resto de la casa, cayó en seco.

Mientras ella trató esmeradamente de abrir la puerta, su secuestrador empezó a reír histéricamente.

-No me esperaba que fueras tan tonta ¡Jajajaja!- Dijo el secuestrador bajando el arma. - No creas que te dejaré salir de aquí. Tampoco gastaré una bala, o al menos no en ti. De aquí nadie sale. Ni siquiera yo. Y ademas, las balas son para mi cuando acabe contigo.

El hombre subió las escaleras. La chica no dijo nada. Se quedó tiesa del miedo mientras su secuestrador llegaba al escalón en el cual estaba ella. El secuestrador se agachó.

-Puedes volver a tu silla- le dijo este

Giselle (#Wattys2015)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora