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La mañana helada, con su gélido hechizo hacia que cualquiera quisiera ocultarse del mundo entre las sábanas de una cómoda cama, pero el sol, cuyo reflejo atravesaba con furia la cortina fina, iluminaba calidamente la habitación, arrastrando a Giselle muy lejos del sueño.  

En un esfuerzo por aprovechar su día libre, con los ojos aún cerrados, estiró su brazo hacia el lado izquierdo de la cama, con la intención de coger la sábana y arroparse, pero notó que esta estaba impecablemente tendida.  

Escuchó el murmullo, proveniente de la cocina, de alguien en sus quehaceres matutinos,  pero era muy temprano para aquello, así que se vistió y fue a investigar.  

Había tratado de hacer el menor alboroto posible, pero justo cuando estaba terminando de emplatar fue cuando su mujer le sorprendió en la cocina.  

Tomó la Walflera, todavía con el precinto antirrobos, ya que la había comprado el día anterior, y sacó, con la ayuda de unas pinzas de teflón, un perfecto wafle con manchas azules que denotaban la presencia de arándanos. Giselle entró en la cocina, Marc estaba de espaldas a ella, asegurándose de que el lado con más arándanos del wafle quedara a la vista. Seguidamente prosiguió a tomar una botella de champán que estaba en la encimera donde se había sentado Giselle. El no la había visto entrar a la cocina y en medio de su sobresalto casi echa contra al techo lo que con tanto esfuerzo había estado preparando.  

-¡Sorpresa! - le dijo a su esposa.  

-Lo dices por la bata de laboratorio que está junto a tu maletín,  ¿no?- respondió amargamente, Giselle, señalando las cosas que Marc tenía preparadas para irse al trabajo.  

-Pense- dijo excusandose a si mismo- que sería romántico si te despertabas con el desayuno en la cama.  

-¿Mientras tu estabas en el trabajo? ¿Me tomé un día libre para nada? ¡Si me hubiese despertado y tu no hubieses estado bajo este mismo techo, lo... 

-No hay que subir el tono, cariño. - Dijo con voz firme.  

-Y tú no tienes por qué trabajar.  

Marc se acercó a Giselle, le tomó de las manos y le apartó un mechón de cabello de la cara. Giselle lo abrazó. 

-No quiero discutir, no hoy. - Dijo Marc.  

-Yo tampoco 

-Solo iré por un par de horas.-le dijo Marc- Veré un par de pacientes, almorzamos juntos y nos iremos de allí. ¿Esta bien?  

-Recuerda que Kathleen organiza una reunión en casa de mis padres. - Dijo mientras se desprendían uno del otro.  

-¿Es esta noche? 

-Si, es esta noche. Es por nuestro aniversario.  

-Lo se, lo se.  

-Feliz aniversario de papel.  

-... O de plástico. - Añadió luego de un beso-  Feliz aniversario, amor mío. - Y ya que estas despierta, come tu desayuno o se enfriará pronto.  

Marc cogió las llaves con un logo de la VW, su abrigo, el maletín y su bata. Besó a su amada y se marchó.  

Giselle se acomodó en la mesa, y sorprendida volteo hacia atrás, esperando conseguir a Marc, aun en la puerta:  

-¿De dónde has sacado la Waflera?  

El silencio respondió por si mismo. Marc ya no estaba en la cocina, y menos en casa. 

Había una botella de champán entre 2 copas, la botella tenía una nota adhesiva que decía <<Recuerdo de nuestra boda, no empieces sin mi>>. Había también, aparte del plato de wafles de arándanos, una cartulina de hilos, doblada a la mitad, la tomó y vio que estaba reposando sobre una pequeña caja, como una caja de anillos. La agarró con ambas manos,  esperando el mayor tesoro del mundo, y de sopetón la abrió: estaba vacía.  

Seguidamente, tomó la cartulina de hilos,  la abrió y la leyó: <<En la cafetería a las 2. Sábado y domingo: nuestra segunda luna de miel>>. Dobló la tarjeta y la colocó de nuevo en donde estaba.  

Seguía teniendo un poco de sueño, y definitivamente seguía haciendo frío, así que colocó un filtro nuevo en la cafetera, unos granos de café y virtió el agua.  Siempre compraba el café en granos, así le parecía que el sabor era más puro.  

Cuando la jarra estuvo llena, tomó un pocillo para el café, el plato de wafles y se refugio en su cama, claro, que primero cerró la invernal ventana. Encendió la televisión y se acomodó, poco después se quedó dormida.  

Las horas pasaron, Giselle estaba totalmente dormida. Había dejado la taza de café a medio beber en el suelo,  junto a la cama, y la bandeja, en la cual ya no quedaban rastros de los wafles, sobre la cama.   

-Giselle, soy Lydia- decía una voz que Giselle escucho entre dormida- cuando escuches este mensaje, por favor llámame.  

Desde su sueño, Giselle escucho el pitido de la contestadora, pero después, al abrir los ojos, y ver la luz parpadeante del teléfono anunciando un mensaje, se dio cuenta de que era real.  

Faltaba media hora para el almuerzo con Marc, pero como una autómata se levantó y con el teléfono en manos devolvió la llamada.  

Giselle (#Wattys2015)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora