Prólogo
Muy a menudo pienso en la muerte.
No en un sentido frío, distante y retorcido —aunque quizá sí que haya algo de retorcido en ello—, ni tampoco con instintos suicidas. A veces, simplemente, me planteo qué ocurrirá el día que me muera. Me pregunto si mi padre organizará el funeral, si escogerá un epitafio original o uno de esos que se leen en todos los cementerios, y si mi tumba será bonita. Me gustaría que lo fuera, aunque nadie vaya a ir a visitarla nunca. Y que no tuviera flores. Si es el único legado que voy a dejar en la tierra cuando me vaya, preferiría que no acabase lleno de plantas marchitas.
No me da miedo pensar en la muerte, y es un camino un tanto solitario, porque, aunque todos seamos fielmente conscientes de ello, a nadie le gusta decir en voz alta que tarde o temprano vamos a morirnos. Preferimos vivir en la nube del autoengaño, donde el tiempo es infinito y no pasa nada por dejarlo todo para otro momento. Nos gusta pensar que disponemos de un «mañana», de un «pasado mañana» y de un «dentro de diez años». Yo sigo siendo asquerosamente joven y aun así llevo tiempo sintiendo que la vida se me escurre entre los dedos. Que una mañana me despertaré y tendré menos días restantes en el mundo que líneas en mi lista interminable de objetivos.
No quiero morir sabiendo que no he hecho nada que merezca la pena.
Cuando me subí a ese avión, con destino a la otra parte del mundo, con un billete de ida y ninguno de vuelta, fue justo eso lo que pensé: que lo hacía solo porque algún día iba a morirme. Porque para entonces quería sentirme orgullosa de la persona que era. Y, si eso implicaba dejarlo todo atrás, lo haría.
He perdido la cuenta de la de años que he malgastado haciendo cosas con las que en realidad no era feliz.
«Por mi muerte, por mi muerte, por mi muerte.»
«Por mi vida, por todo lo que me queda por experimentar.»
No habría nadie esperándome allá a dónde iba.
Una vez que me bajase de ese avión, estaría sola.
Pensarlo era completamente aterrador.
Pero nunca antes me había sentido tan libre.
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Todos los lugares que mantuvimos en secreto | 31/01 EN LIBRERÍAS
Romance«Me aprendí el nombre completo de Maeve, su canción favorita y todas las cosas que la hacían reír mucho antes de aprender a contar hasta diez.» Maeve no sabe mucho sobre sí misma. Solo que no deja de pensar en si su madre cumplió todos sus sueños an...