Subcapítulo extra: Sean ustedes

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Salta sobre el muro. Esquiva los miles de misiles tras ella. Daisy corre con el techo derrumbandose. Una pequeña esfera redonda dispara un láser. Lo evade, salta agarrándola con la mano y lanzandolas lejos.

– ¡Alto!

– ¿Qué pasa? – pregunta Marco parando la simulación.

– ¿Por qué no entrenan con nosotras? O sea, cuerpo a cuerpo.

Ambos abren los ojos perplejos.

– ¿¡Qué!? ¡No! Podríamos lastimarlas.

– Vamos. Según ustedes no pueden recibir heridas.

Sin embargo, la otra vez... ¿Por qué lo lastimé al no ser yo?

– Pero ustedes sí.

Se acerca a Marco decidida. Da un golpe pero lo esquiva. Trata con el otro puño y lo detiene.

– Ha aumentado tu fuerza.

– Pero, no es suficiente. Tú y Luis son fuertes y no entrenan, ¿cómo?

– No lo sé. Es de familia, supongo.

– Deben ayudarnos.

– No te esfuerces tanto. Te presionas mucho. Usa las habilidades que tienes. Tienes más agilidad que yo y equilibrio.

– Daisy tiene buena puntería – afirma Luis.

– Cuando estaban con los niños eran ustedes mismos. Yo creo que si entrenan también lograrán controlarse.

– De hecho... Nuestros padres nos entrenaron un poco. ¿Recuerdas Luis?

– Sí. Aunque tú siempre eras juguetón.

– Sabes que quería divertirme un poco – comenta encogiendo los hombros.

– Terminar en un río no era mi plan – entrecierra los ojos.

– Pero voló el carrito con las alas, eso sí.

– Sé armó un alboroto ese día. La gente entró en pánico.

– Sí. Aunque salimos nadando solos y ya no fueron necesarias las labores de rescate.

– ¿Algún día entenderás? – cruza los brazos.

– Tal vez.

Ambos no logran contener la risa al recordar.

– Tienen razón. Lo haremos.

Sonríe al tener una respuesta afirmativa pues quería que ellos no se aislaran y todo por ser diferentes. Además, ¿de dónde tienen esas habilidades? Ni idea por ahora a entrenar.

Desde ese día, los cuatro amigos lo hacían juntos con esmero.

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