-¿Que?-preguntó incrédula.-¿Cómo
que te vas? No te he dicho que puedas hacerlo.
El terminó de ajustarse las cuchillas de los antebrazos y se puso el yelmo de nuevo. Se le hizo raro ocultar su rostro, pues llevaba varios dias mostrándolo sin preocupaciones.
-Lo siento Syndra, por muy sola que te sientas no puedo recluirme para siempre en este templo.
Ella se cruzó de brazos y frunció el ceño.
-Dijiste que te quedarías.
-Dije que me quedaría si realmente estabas en peligro, pero viendo como te enfrentaste a Akali no me parece que necesites protección. De todos modos, he de volver con los mios, llevo demasiado tiempo fuera.
-¿Los tuyos? ¿Hay más como tu?
-Solo son aprendices, pero sí. Soy el maestro de una Orden, me necesitan.
La soberana suspiró, se había encariñado con el y la idea de quedarse sola de nuevo no la atraía en absoluto.
-Está bien...-murmuró finalmente.-Vete. -dijo agachando el rostro y centrandi su mirada en el suelo.
Zed se acercó a ella y tomó su rostro por el mentón obligándola a mirarlo.
-¿Me echarás de menos?
-No. Vete.-le respondió ella hinchando las mejillas.
El maestro de las sombras rio suavemente y apoyó su frente en la de ella.
-Tranquila...me voy, pero no para siempre.
-¡Que te largues ya!
El cuerpo de Zed empezó a oscurecerse y a difuminarse, como si de humo se tratase hasta que poco a poco desapareció.
Con su partida la soledad y el silencio inundaron el templo y el corazón de Syndra. Solo unos sollozos ahogados rompieron la perturbadora calma que reinaba en la fortaleza.
-M-maldito Zed...-farfulló Syndra siendo presa de una repentina debilidad.
Subió en silencio y sin prisa la escalinata que conducía a un gran edificio de tejados de págoda. Los pétalos rosados de los cerezos salpicaban de color la oscura piedra de la que estaban fabricados los escalones.
Con el sigilo de un felino y camuflandose entre las sombras Zed se adentró en su dojo. Ni los mas brillantes estudiantes se percataron de su presencia hasta que no se sentó en el trono desde el cual presenciaba los combates y entrenamientos.
Todos los presentes se pusieron firmes y golpearon su pecho con el puño cerrado al mismo tiempo que agachaban la cabeza en señal de respeto.
Zed sonrió bajo el yelmo. Sus alumnos eran increiblemente disciplinados, así los había enseñado. Habían sabido como mantener la orden en el dojo en su ausencia. No necesitaba que nadie le contara nada para saber que no había habido ningún altercado.
Repaso los rostros de los pupilos uno por uno, muchos de ellos incluso lo doblaban en edad, pero a pesar de tener poco más de veinte años contaba con mas sabiduría y experiencia que el mayor de sus alumnos.
-Bienvenido seas, gran maestro.-lo saludaron con impoluts cordialidad.
-Me encanta encontrarme el dojo en perfectas condiciones -empezó a decir el señor de las sombras -espero que sigais así, pues no tardaré en ausentarme de nuevo.
La obra maestra de Zed, su mas brillante alumna y su orgullo como maestro dio un paso adelante, incando la rodilla ante el.
Alzó la cabeza dejando ver unos ojos de un color azul muy claro, casi blanco. Aquellos ojos parecían no tener vida, parecían estar vacios. Eran los ojos de una invidente.
Aquellos ojos cristalinos quedaron semicultos tras unos mechones blancos que contrastaban con su cabello negro como la noche.
-Confio plenamente en ti, Io. Como la última vez dejaré el dojo en tus hábiles manos.
-No te arrepentirás, maestro. -dijo solemnemente haciendo una reverencia.
-Respecto a los demás, podeis descansar.
Los alumnos se destensaron y relajaron, la mayoría fueron a saludar al maestro. Ninguno se dio cuenta de que, en realidad, solo le estaban hablando a su sombra mientras el hablaba a solas con Io en el patio interior del dojo.
-Maestro...¿puedo...pediros un favor?
-Sabes que puedes llamarme simplemente Zed, Io.
-Lo siento, es la costumbre.
Los labios de Zed formaron una cálida sonrisa bajo el casco.
-No pasa nada, bueno...¿de que se trata?
-Esque...siempre he querido saber como es tu rostro...no sé si será pedir demasiado... pero...¿podrías quitarte el yelmo?
Zed cambió el peso de una pierna a la otra, sin saber que hacer, pero finalmente se retiró el yelmo con un pequeño suspiro.
-Ya me lo he quitado.-le anunció.
El rostro de ella se iluminó y las mejillas de Zed enrojecieron ante la alegría que mostraba el rostro de la joven. Io llevó las manos al cuello de Zed, buscando su rostro a ciegas. Lo primero que notó al palpar su rostro fue una especie de línea profunda que surcaba desde la frente a la mejilla cruzando por su ojo izquierdo.
-Esto...-empezó a decir ella.
-Sí, es una cicatriz, mi cara está llena de ellas.
Ella pasó el dedo por los labios de el lentamente.
-Mas cicatrices...
-Ya te lo he dicho, tengo muchas.
Los dedos de ella se fueron desplazando por todo su rostro, tocó sus orejas deseando conocer su forma y haciéndole cosquillas a Zed, pero el la dejó hacer.
Una vez terminó de examinar su rostro las finas manos de ella descansaron en las mejillas de el.
Aunque sabía que ella no podía verlo le daba la sensación de que aquellos ojos muertos lo atravesaban.
-Eres atractivo... -dijo sonriendo.
El sonrió a su vez, acariciando la suave mejilla de ella. Io llevaba en la orden dese los quince años, ahora tenía diecisiete y en tan sólo dos años había progresado mas que el resto de alumnos, aunque Zed siempre había pensado que su lugar, mas que en la Orden de las Sombras, se encontraba en la Orden Kinkou, de la cuál Shen era el maestro. Púes era demasiado amable y dulce.
Varios alumnos, mayores que ella habían tratado de aprovecharse de la ceguera de ella para violarla. Pero Zed siempre había estado ahí para protejerla y los pupilos que osaron ponerle una mano encima a Io terminaron ejecutados.
Con el tiempo y con la mejora de las habilidades de Io, dejaron de atreverse a abusar de ella, pues a pesar de su carácter afable y cariñoso, Zed se había encargado de hacer de ella una asesina a sangre fría por su propia seguridad. Aunque aquella faceta de ella rara vez salía a la luz.
-¿Atractivo yo?-preguntó divertido.
-Para mi lo eres.
-Para mi tu eres preciosa... -murmuró sin poder apartar la mirada de aquellos ojos apagados.
Las mejillas de Io enrojecieron y agachó un poco la cabeza con timidez.
-Mi aspecto físico no es algo que me importe...nunca he podido ni podré verme en un espejo...
Levantó su rostro tomandola por el mentón. Recordó la escena que había vívido con Syndra hacía menos de una hora y se sintió confuso de pronto. ¿Como aquella dama oscura había tenido tanto impacto en su vida si tan sólo la conocía desde hacía unos dias? No sabía porque, pero se había convertido en alguien importante y deseaba volver a verla pronto, pero en ese momento solo tenía ojos para Io.
Aunque no podía ver lo que hacia, la joven sintió el suave aliento de Zed muy cerca de sus labios. Cerró los ojos, dejandose llevar y segundos después los labios de ambos quedaron unidos en un cálido y suave beso.R.I.P MissFallenAshe. Linchada por las fangirls.
1999-2015
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La Soberana. [Zed x Syndra]
FanficLa oscuridad no es sinónimo de maldad. La gente no suele saber diferenciar entre ambos términos, y Syndra nunca entendió muy bien por que. Ella conocía bien el significado de las dos palabras y sabía que no había ninguna relación entre ellas. Ella e...