Capítulo IX "En buenas manos"

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Para nada había mejorado, es más, había llegado a delirar. En los pequeños momentos de lucidez Syndra había asegurado estar bien.
Aún así y en contra de su voluntad Zed la había sacado de su templo para llevarla a algún lugar en el que pudieran curarla. Caminando por una calle llena de gente, empleando a dos sombras como escoltas para que nadie osara atacarles llegaron a un médico. A pesar de las súplicas de Zed y del mas que aparente frágil estado de salud de la soberana, el médico se negó en rotundo a ofrecerle sus cuidados.
Todo el mundo sentía pánico cuando se escuchaba el nombre de Syndra, pero lo cierto era que ella solo mataba en defensa propia. La llamaban monstruo cuando lo único que habían echo era alimentar su ira.
Frustrado y enfadado por cuan fria y cruel podía ser la gente normal salió de aquella consulta, con Syndra en brazos. La respiración de la soberana era agitada e irregular y su piel ardía como las brasas. Tenía que encontrar ayuda pronto.
Sólo se le ocurría un lugar al que acudir, donde sabía que la atenderían a pesar de su mala fama. Resignado, se encaminó a su última esperanza. Sabía que el no sería bienvenido, pero al menos ella contaría con los cuidados de una experta curandera.
Y así, avanzando todo lo rápido que podía llegó a su destino. La Orden Kinkou.
Un gran edificio de puro estilo oriental, con tejados dorados de pagoda que relucían como el mas puro oro, de luminosas paredes blancas y grandes y fuertes pilares rojos se alzaba hacía el cielo azul, rodeado de hermosos cerezos en flor.
La imagen de la orden Kinkou contrastaba con la orden de las Sombras. La primera se alzaba gloriosa, la luz y la bondad reinaban por doquier mientras la segunda, de paredes y tejados negros como la noche estaba sumida en la oscuridad y sentimientos retorcidos se generaban en su interior dia a dia.
Algo incomodo ante la grandiosa belleza del edificio, Zed se plantó ante el enorme portón de robusta madera oscura de roble. No necesitaba llamar para que todos supieran que ya se encontraba ahí. Sintió que se le erizaba el pelo de la nuca. Sentía la presencia de mucha gente rodeándolos y aquello no le hacía excesiva gracia, aunque sabía que nadie le atacaría hasta que Shen no diera la orden. Así, al cabo de unos tensos e interminables segundos el gran portón se abrió sin emitir sonido alguno de par en par.
Suspiró antes de subir los cuatro escalones que ascendian hasta la puerta y se adentró en la orden.
Todo en silencio, todo desierto. Aunque eso era únicamente en apariencia. Sabía muy bien que estaban rodeados.
Shen no tardó en aparecer ante el, con los brazos cruzados. No llevaba la máscara que acostumbraba usar. Sus ojos eran verdes como un frondoso bosque y su cabello era castaño oscuro.
Su mirada se posó en Syndra, que jadeaba débilmente entre los brazos de Zed.
-Comprendo a que has venido. Sigueme.-le dijo el ninja vestido de azul.
Zed soltó un suspiro de alivio bajo la máscara, agradeciendo enormente la compresión de Shen.
Siguió al maestro de Kinkou hasta una pequeña habitación en la que se encontraba Akali, la cual al ver aparecer a Zed se puso tensa y dejó el té que estaba bebiendo sobre una pequeña mesa.
-¿Que hace el aquí?-preguntó enfadada.
-Es por ella.-dijo señalando a Syndra. -está muy enferma.
Akali suspiró y señaló una cama.
-Dejala ahí, yo me encargaré de ella. Pero te quiero bien lejos de aquí.
El maestro de las sombras depositó con sumo cuidado a la soberana sobre las sábanas y se giró hacia Akali, que lo miraba con desprecio.
-Me gustaría quedarme con ella.
La ninja miró a Shen, que permanecía de brazos cruzados apoyado en el marco de la puerta. Este suspiró y se pasó una mano por el pelo.
-No me parece una buena idea que te quedes, Zed.
Zed no quería separarse de ella.
-Entiendo que quieras estar a su lado. Pero como comprenderas tu presencia aquí altera e incomoda a los alumnos. No solo eso, recuerda la relación que mantenemos Zed. Lo que hiciste no tiene perdón. No mereces estar aquí ni un solo segundo, si te hemos permitido entrar es únicamente por el estado de tu amiga. Así que ya lo sabes, será mejor que te largues ya.
-Vuelve dentro de unos dias.-dijo Akali.-para entonces ya estará recuperada.
Zed suspiró y se dispuso a dirigirse a la salida, pero algo le aferró la mano débilmente tratando de retenerlo.
-N-no...no te vayas...-suplicó Syndra, con un débil hilo de voz.
El se puso de cuclillas delante de la cama quedando a la altura de la soberana sin soltar su mano.
-Tengo que irme Syndra, aquí van a cuidar de ti. Volveré cuando te recuperes...¿Vale?
Los ojos acristalados por la fiebre de Syndra se desviaron hacia Shen y Akali, que contemplaban aquella escena con algo de compasión.
-No me dejes sola con ellos...si no puedes quedarte entonces llevame contigo...
-Si nadie te atiende acabarás muriendo Syndra.
La debilidad y la soledad que había sentido las últimas dos semanas la habían vuelto muy sensible y su frágil estado de salud no ayudaba en nada.
-N-no te vayas...-murmuró con la voz quebrada.
Shen estuvo a punto de dejarlo quedarse, pero Akali se adelantó a su decisión. Se levantó y avanzó hacia ellos apartando a Zed. Seguidamente asestó un pequeño golpe seco en el cuello de Syndra con los dedos indice y corazón. La soberana se sumió en un profundo sueño al instante.
-Ya puedes irte. Cuando despierte se lo explicaremos todo. Ahora largo.
Zed acarició la suave melena blanca de Syndra colocando uno de sus mechones tras su oreja y se encaminó hacía la salida.
-Tratadla bien.-fue lo único que dijo antes de esfumarse como si de humo se tratase.
Shen suspiró, cambiandi el peso de una pierna a la otra aun con los brazos cruzados contemplando el sueño de la peliblanca.
-Se que Zed te lo ha hecho pasar mal...pero esta mujer esta logrando sacarle el lado bueno. No deberías haberlo echado de ese modo.
-Tu también lo has hecho.-replicó Akali.
-Antes de ver la unión que hay entre ellos.
-¿Que eres? ¿Un visionario del amor?-preguntó ella, con ironía.
-No se si es amor...pero esos dos están muy unidos...
El ceño de Akali se frunció aun más. Le guardaba demasiado rencor a Zed como para aceptar que Syndra lo estaba cambiando.
-Uhm...Zed...-farfulló la soberana en sueños y seguidamente se abrazo con fuerza a la almohada.-...vuelve...

Si sois valientes contad las veces que repito la palabra "suspiró". Quedó muy mal pero no se porque cambiarlo, así que asi se queda.

La Soberana. [Zed x Syndra]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora