Los primeros dias tuvo la esperanza de que volviera. Pero a medida que los dias se iban convirtiendo en semanas, aquélla esperanza fue muriendo en el corazón roto de la soberana.
El tamaño de su vientre apenas había aumentando, pero era muy duro sobrellevar un embarazo sin el apoyo de nadie. El echo de tener que estar sola en el momento del parto la aterrorizaba. Pero era lo mejor. Y cuando el pequeño naciera lo llevaría con su padre y desaparecería por siempre de sus vidas. Así nadie más moriría por su culpa.
Pero el futuro le deparaba otro destino. Llegó un momento en que Syndra sintió su magia debilitarse. En un primer momento pensó que se debía al embarazo. Pero la cosa empaba a preocuparla. Sus orbes se volvían cada vez mas pequeños y giraban mas y mas despacio cómo si de un momento a otro fueran a detenerse. Su habilidad de flotar desapareció con el tiempo y andar cada vez le costaba más. Aquello no podía deberse sólo al embarazo. Algo la estaba afectando. ¿Pero el qué?
Lo peor era que no podía salir del templo, no podía acudir a un médico, estaba completamente aislada. Estaba completamente sola.
Aquello era algo, que realmente ninguna mujer merece sufrir.
Se arrastró como pudo hasta su trono y se dejó caer en el. Cerró los ojos mientras unas gotas de sudor descendían por su frente. Estaba sintiendo uno de los fuertes mareos que cada vez eran más y más frecuentes. Su debilidad era cada vez más intensa hasta el punto en que ya no fue capaz de levantarse.
Abrió los ojos con un enorme esfuerzo al sentir que algo iba muy mal con su magia. Sintió que el alma se le caia a los pies al presenciar cómo sus preciados orbes descendían hacía el suelo. Aquello nunca le había pasado, alguna que otra vez se habían encogido y relentizado. Pero ahora estaban cayendo.
Se inclinó hacía adelante intentando parar lo inevitable y terminó tendida en el suelo contemplando cómo una parte de ella caia y se desvanecia...sin dejar rastro.
Era cómo si un pedazo del alma de Syndra se hubiera ido junto con sus orbes.
Literalmente habían desaparecido, se habían esfumado ante sus narices sin que ella pudiese hacer nada para evitarlo.
Toda movilidad desapareció. Entre un amargo rio de lágrimas henchidas de impotencia y dolor la soberana asimiló que el fin de su triste y penosa existencia se acercaba.
Ni siquiera sería capaz de dar a luz. Ni siquiera lograría crear una nueva vida.
Su existencia había sido plenamente inútil.
El silencio que se había apropiado de su fortaleza se rompió por un sonido de pisadas.
Abrió los ojos con sus últimas fuerzas. Rogando, suplicando que fuera Zed. Necesitaba que fuera el.
Pero las pisadas pertenecían a más de una persona.
Vió acercarse a un hombre con túnica que apoyaba su peso en un bastón y a una mujer que vestía de una forma bastante sugerente pero exquisitamente elegante al mismo tiempo.
Un flash cruzó su mente velozmente y la horrible pesadilla que tuvo tiempo atrás regresó a su mente.
Eran ellos, no cabía duda. Su pesadilla se estaba volviendo realidad.
Algunos hombres más los acompañaban y estos la agarraron de los brazos sin que ella fuera capaz de ofrecer resistencia alguna.
La arrastraron lejos de su trono a través de su templo. Pero no llegó a ver a donde la llevaron puesto que perdió el conocimiento al debilitarse completamente.***
Todo era igual como en el sueño. Ningún detalle cambiaba. ¿Cómo había sido tan precisa aquella pesadilla? Lo único que deseaba era que los sucesos posteriores no fueran cómo los recordaba.
En un primer momento no era capaz de ver nada, pero escuchaba las voces de sus captores.
-Va a tardar bastante tiempo en condensar la energía. -explicó la hermosa mujer de cabello morado con un perfecto corte que le llegaba a los hombros.
El hombre bastante anciano sin embargo permanecía callado mirando fijamente a la soberana con las dos manos reposando sobre el extremo de su bastón.
-Escaner finalizado.-dijo nuevamente la dama.
-¿Y bien?
-Algo con lo que no contabamos. Un pequeño inconveniente.
El anciano no dijo nada pero le indicó que prosiguiera asintiendo sin apartar la mirada de Syndra.
-Esta embarazada.
-¿Embarazada dices?
Ella asintió.
-No es inconveniente alguno, es más, es lo mejor que podría pasarnos. Esa pequeña vida que mora en su interior tiene la misma esencia que su madre, más energía que absorber, más poder destructivo del cual nos podemos aprovechar. ¿Entiendes, querida Le Blanc?
La mujer asintió con una sonrisa maliciosa en aquellos labios pintados de negro.
Una horrible sensación de terror se estaba apoderando del corazón de Syndra. ¿Que querían de ellos? ¿Porqué hacían aquello? No soportaba la idea de que la esencia de su hijo fuera absorvida. No podía dejarlo morir antes incluso de que naciera. No soportaba que una nueva muerte recayera sobre sus hombros. El peso que oprimía su alma ya era demasiado inaguantable cómo para incrementarlo un poco más.
Intentó moverse, pero era cómo si unas rígidas cadenas invisibles le impidieran moverse.
Lo único que logró fue retorcerse un poco y con un enorme esfuerzo.
No se rindió. Nadie más iba a morir por su culpa, menos su hijo. En aquel momento el instinto maternal surgió de ella como si una bomba desactivada durante mucho tiempo finalmente hubiera explotado.
Consiguió mover uno de los brazos y lo primero que intentó fue agarrar al que estaba mas cerca. Esa era Le Blanc a la qué agarró del cuello con una fuerza extraña que fluía desde lo mas profundo de su ser.
El miedo se había combinado con una creciente ira provocada por la necesidad de proteger a su pequeño.
Si el anciano no hubiera intervenido perfectamente podría haber partido el cuello de aquella maldita mujer con una sola mano.
-¡Aumenta la resistencia!-le ordenó el anciano forcejeando con la enfurecida soberana.
Le Blanc aún conmocionada llevó la mano a una palanca y la accionó rápidamente.
Una dolorosa sacudida atravesó el cuerpo de Syndra haciéndola retorcerse. Ahora ya no era capaz de moverse. Ni siquiera el instinto maternal la podía ayudar ahora.***
-Buenas noches majestad.-dijo Le Blanc con una pequeña reverencia.
-Sabes qué puedes llamarme simplemente Swain, querida Evaine.
Le Blanc frunció un poco el ceño.
-Y tú sabes que no me gusta que digan mi nombre tan a la ligera.
-Como sea, quiero qué te quedes vigilandola.
Le Blanc sólo asintió y entró en la sala en la que Syndra se encontraba prisionera.
Paseó su mirada por la estancia. La oscuridad era casi total y sólo estaba iluminado un pequeño sector. Era donde Syndra se encontraba encadenada por un poderoso campo de fuerza sobre una plataforma circular de metal. Swain había gastado mucho en aquella tecnología Zaunita. Los planes del monarca realmente eran muy ambiciosos. Demasiado, pensaba Evaine.
Su mirada se encontró con la de Syndra.
Sus ojos mostraban un enorme cansancio y su brillo sobrenatural había desaparecido completamente. Ahora solo parecian los ojos blanquecinos de un ciego.
-¿Por...porqué...?-murmuró la soberana.
Le Blanc sonrió.
-Muy sencillo. Tu poder es...tan grande, que extrayendotelo tendremos la energía suficiente para nuestra arma definitiva.
-No se de que poder hablas....si lo queríais habéis llegado tarde...ha desaparecido completamente...
-Eso es lo que tú crees. Simplemente impregnamos las paredes de tu templo con un hechizo sellador para que fuera mas fácil capturarte.
-Sois...unos perros malnacidos.... -le escupió Syndra.
Le Blanc rio con ganas.
-Así somos los Noxianos pequeña.
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La Soberana. [Zed x Syndra]
FanficLa oscuridad no es sinónimo de maldad. La gente no suele saber diferenciar entre ambos términos, y Syndra nunca entendió muy bien por que. Ella conocía bien el significado de las dos palabras y sabía que no había ninguna relación entre ellas. Ella e...