Capítulo14: La primera vigília.

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Al caer la noche, ambos empiezan con su labor de montar guardia.

Dubraska habla con Mefir para pasar la noche de guardia.

Mefir:- ¿Estás preparada?

Dubraska:- No me importa la verdad. - No quiere permanecer callada pero no sabe de qué hablar. Hasta que recuerda la vez que le confiscaron una Biblia y decide tocar el tema. - Oye, ¿Hace unos días cargabas con una Biblia?

Mefir:- ¡Si! Era un regalo muy valioso.

Dubraska:- ¿Qué eras... O... qué estabas haciendo antes de venir acá?

Y recuerda la última vez que se despidió de su mejor amigo: Eliécer.

Abrieron la puerta de golpe, y revisaron toda la casa. Cuando entraron al cuarto del chico, estaban Eliécer y Mefir.

Mario los observa y dice:- Ustedes dos, tienen que venir conmigo.

Pero la madre de Eliécer habla detrás y dice:- Mi hijo está enfermo.- Y le muestra una hoja.- Mire su diagnóstico.

Mario observa la hoja, y mira a los chicos:- ¿Quién es Eliécer?

Y Eliécer levanta la mano.

Y Mario observa al otro chico y dice:- Entonces sólo tú vendrás con nosotros.

Y Mefir abraza fuertemente a su mejor amigo y le dice:- Pase lo que pase, no dejemos que muera esta amistad.

Eliécer:- Si no nos volvemos a ver en la tierra, nos veremos en el cielo.

Pedro Sierra lo saca a la fuerza, mientras ambos se miran las caras.

Y estando fuera, escucha cómo disparan adentro mientras toda la familia grita, hasta no escucharlos más. Y Mefir es subido al camión, donde ve a otros jóvenes reclutados.

Mefir:- No tengo nada bueno que decir de mi vida. Yo tuve una madre drogadicta que siempre estuvo ausente. Poco a poco la fui perdiendo hasta que ya era demasiado tarde. Mi padre un día se lo llevaron preso; yo ya estaba un poco más grande, pero quién me terminó cuidando fue mi tía. Lo bueno era que ella me llevaba a la misma iglesia a la que iba mi mejor amigo. Mi amigo de toda la vida.

Dubraska:- Ah, al menos te pasó algo bueno.

Mefir:- Si; yo estudié con él desde que tengo memoria. Y a veces pasaba tiempo con su familia. Siempre pasaron necesidades económicas, pero a veces parecía que a ellos no les importaba. Siempre decían que Dios proveería.

Dubraska:- Osea que eran una familia muy entregada a su fe.

Mefir:- Si; pero lo más interesante, era que la única vez que puedo decir que tenía paz, era cuando estaba con ellos. Y sí; yo de verdad la pasaba bien el tiempo que estuve con mi mejor amigo. Toda perturbación se iba en ese momento. ¡Hasta que el gobierno me reclutó y me trajo hasta acá!

Dubraska:- ¿Y qué hicieron con tu amigo?

Mefir:- Él está muy enfermo; no estaba capacitado para enfrentar todo esto. No sé qué hicieron con él y su familia, pero al gobierno nunca les gustó la fe que profesaban. Lo único que me quedaba de mi mejor amigo, era una Biblia que me regaló. ¡Y ahora la vicerrectora me lo confiscó!

Dubraska:- ¿Sentiste que perdiste todo?

Mefir:- Cuando leía la Biblia, se recreaba el mismo ambiente que creaba mi amigo y su familia. Sentía paz. Y ahora que veo que a ellos no les conviene que tengamos ese libro en nuestra posesión, deja bien claro que la eminencia, querrá destruir todo lo bueno que pueda existir en este mundo. No hay nada bueno que pueda salir de ellos.

Dubraska:- Bueno, de eso ya me había dado cuenta.

Mefir:- ¿Y tú qué secreto tienes?

Dubraska:- Bueno, al igual que tú, no viví una vida normal. Y no me malinterpretes; no se trataba de padres en malos pasos ni mala crianza. Mi padre... Es un político muy reconocido en el país.

Mefir:- Ah, por lo menos no me vas a contar la típica historia de los jóvenes de hoy en día. Besos, noviazgos...

Dubraska se ríe y dice:- Sí tengo una historia que contar sobre eso. Y de repente parece que allí comenzó todo lo que me pasa.

Mefir:- Ah, entonces si has tenido novio.

Dubraska:- El nunca fue mi novio; nunca hubo oportunidad. En el colegio siempre peleábamos, y no confiaba en él. Pero luego de resolver el malentendido, y saber que mi vida cambiaría, decidí buscarlo y confesarlo todo. Y después de ese beso... No lo volví a ver.

Mefir:- Suena como una historia romántica. Pero ¿por qué dices que a partir de allí comenzó todo lo que te pasa?

Dubraska:- Porque ese beso se ha convertido en el motivo más fuerte por el que quiero salir de aquí.

Mefir:- Supongo que así se debe poner uno o una, cuando se trata del primer beso.

Dubraska se vuelve a reír:- Él no fue mi primer beso.

Mefir se sorprende al escuchar eso:- ¿Me estás diciendo que has tenido otros novios?

Dubraska:- Sí, pero no creas que soy una de esas. Más bien pienso que desde que conocí el amor en mi preadolescencia, vino también el sufrimiento.

Mefir:- ¿Por qué?

Dubraska:- Porque a partir de ahí, me volví más idealista. El primer beso fue en mi preadolescencia, con alguien que apareció de una manera muy singular.

Mefir:- ¿Cómo llegó a tí?

Dubraska hace un largo silencio y después dice:- No llegó a mí; yo llegué a él. Bueno, llegamos a él.

Mefir:- ¿Quienes?

Dubraska:- Mis padres y yo.

La mente de Dubraska vuelve al pasado, cuando andaba con sus padres de paseo por un parque natural, en el que decidieron tomar un atajo caminando por la orilla del río que divide la frontera de su país con el país vecino, a eso de las doce del mediodía.

Dubraska:- Si no sabíamos el camino, ¿por qué nos vinimos por aquí?

Axel:- Es bueno conocer el lugar; así en caso de que volvamos por acá, sabremos qué camino tomar.

Y su madre le responde:- Sí, es que tu papá tenía ganas de perderse a propósito para sentirse libre del trabajo.- Y todos se ríen.

Dubraska:- Pues claro; a mi papá no le cuesta nada llamar a un helicóptero para que nos venga a buscar.

Axel:- Si fuera así, no sería divertido.

Y mientras siguen caminando, encuentran a un niño sólo, sentado a la orilla del río, nada más que con un bolso grande.

Axel se le acerca sin miedo:- ¿Estás bien?

El niño le responde frío:- Estoy bien.

Axel:- ¿Qué estás haciendo aquí?

- No tengo a donde ir.

Axel:- ¿Y tus padres?

- Me dejaron acá. Se fueron en una canoa, y me dejaron aquí solo... Con mi bolso donde tengo mis cosas; y me dijeron que ya no podían tenerme más.

Axel le dice:- Puedes venir con nosotros; puedo hablar con mis contactos para que localicen a tus padres o para que te llevemos con otra familia que tengas.- Pero el niño lo mira a la cara con miedo y mueve la cabeza de lado diciendo que no.- Puedes confiar en nosotros; no te vamos a hacer daño. ¿Cuántos años tienes?

- 12.

Axel:- ¿12? Mi hija Dubraska ya casi te alcanza.- Y la señala.- Ella tiene 11.

Y Dubraska y el niño se miran las caras sin parpadear, sintiendo una conexión el uno con el otro.

Axel:- ¿Y cómo te llamas?

Y él sin quitarle la mirada a Dubraska, responde: -¡Xander!

La chica del peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora