4ª Cura: Pearl Harbor

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Bando aliado.

De madrugada nos llamaron a casa. Yo estaba durmiendo con Alek.

Y a las tres o cuatro de la mañana el teléfono de la casa sonó.

Mi padre rápidamente lo descolgó:

-Diga- respondió.

Escuché palabras entrecortadas: Japón, accidente, ataque...

Rápidamente colgó.

Alek y yo estábamos en el quicio de la puerta.

-¿Qué ocurre, papá?

-Los japoneses atacaron la base de Pearl Harbor. Tenemos que ir a atender a los heridos.

-Alek, quédate aquí- le dije.

-No, yo me voy contigo.

-Necesitas descansar para ir mañana a la escuela.

-Yo voy contigo- dijo Alek.

Yo miré a mi padre sin saber qué hacer.

-Déjalo que venga.

-Vístete. Ahora voy yo.

Alek se dirigió hacia el cuarto.

-¿Cuánton han muerto?

-Más de 2000 muertos. La mayoría son americanos. También hay una gran cantidad de heridos.

-Después de esto, EEUU entrará en la guerra e irá contra Japón.

-Eso es algo que se veía venir.

-Ya estoy- salió Alek por la puerta.

-Quédate aquí.

Entré en mi habitación y me puse mi uniforme. Después de esto, fuimos directos al hospital.

Nada más llegar, vimos cómo entraban y salían una gran cantidad de camillas.

Un soldado me llamó la atención. Era joven y se encontraba desmayado, con la ropa hecha jirones; pero pude ver que en su uniforme había dos estrellas. Tenía numerosas heridas.

-¿Este chico está vivo?- pregunté.

-Compruébalo- me dijo una enfermera mientras atendía a otro herido.

Me aparté el pelo y acerqué mi oído a sus labios y nariz. Noté que respiraba.

-Está vivo- dije.

Observé al muchacho, tenía el brazo izquierdo y la pierna derecha en la posición contraria a la que le correspondía, lo que indicaba que ambos estaban rotos.

Numerosos cortes en la cara, brazos, piernas y una gran herida en el abdomen de la que emanaba una gran cantidad de sangre.

Sin pensarlo, le abrí la chaqueta del uniforme y rompí la camiseta que tenía debajo más de lo que ya estaba.

La herida del abdomen parecía profunda. Esterilicé una aguja y empecé a coserla. Le terminé de quitar la chaqueta y empecé a curarle las heridas de las brazos. Me llamó la atención que en el brazo derecho tenía una frase en japonés en alambre de espino: "Morir con honor" sería pasado a mi idioma.

El chico parecía tener unos veintitantos. Era musculoso y alto. La poca cantidad que tenía de pelo de un color negro azabache caía desordenado por su cara, debajo del casco. Sus gafas se encontraban rotas por el cristal izquierdo y quebradas por el derecho. Se las quité, y también el casco. Una vez sin nada en la cara empecé a tratarle los cortes superficiales que tenía: uno atravesando la mejilla derecha, otro la ceja izquierda y también en una parte del labio.

A pesar de estar herido e inconsciente, el rostro del soldado era bastante atractivo. Tenía una expresión dulce que se asemeja a la de un niño dormido.

Observé que le costaba respirar. Eso era mala señal, quizá se había provocado un neumotorax o se había roto las costillas. No creo que ambas.

Llamé a un médico.

El doctor estuvo un rato examinándolo hasta que, pasado un rato, me dio su análisis.

-El paciente tiene la pierna derecha y el brazo izquierdo, además de tres costilla, rotos y un neumotorax.

-El diagnóstico es peor de lo que pensé- dije.

-Ahora te tendrás que hacer cargo de él.

-¿Qué? ¡Tengo más heridos!

-Este muchacho es del eje, por lo que es tu responsabilidad.

-Pero no es el único.

-Encárgate de él y de los demás si te da tiempo.

-Está bien.

Le coloqué con ayuda de otros médicos la pierna y el brazo en su sitio. Y después le puse unos vendajes para mantenerla en su posición.

Con una jeringa el saqué el aire sobrante de los pulmones y le vendé las costillas, al igual que la herida del abdomen. Y le puse tiritas en los cortes y apósitos en las heridas más grandes.

Durante los siguientes meses, mi rutina consistió en encargarme de los cuidados y mejoras del soldado japonés. Él seguía inconsciente y yo a veces le hablaba para animarlo a curarse y despertarse más rápido.

Tres meses después. cuando la fiesta del Hanami (1) empezó, abrió los ojos.






1 Tradición japonesa de observar la belleza de las flores. Se asocia esta palabra al período en que florecen los cerezos y en el que los japoneses acuden en masa a parques y jardines a contemplar sus flores (sakura). De finales de marzo a principios de abril, los cerezos florecen por todo Japón, de sur a norte acorde a los distintos climas existentes en las diversas regiones. Los primeros cerezos del año florecen en las islas de Okinawa a principios de marzo y los últimos en la isla de Hokkaidō aproximádamente la última semana de abril.

El pronóstico de florecimiento (sakurazensen (桜前線))  es anunciado cada año por la oficina de meteorología. En esta celebración, la gente se dirige a los parques a contemplar los cerezos en flor, y habitualmente realizando un picnic, con la familia o con la empresa (es habitual ver a empleados de empresas guardando los mejores sitios debajo de los cerezos con días de antelación). El hanami continúa en la noche y es llamado yozakura.

Las Flores del Sakura( Saga de las Flores I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora