Cap. 8: Las rastrevíspulas

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Esa mañana encontramos un pequeño lago, no muy lejos de la Cornucopia, definitivamente algunos tributos acudirían aquí a por agua, así que decidimos pasarnos por ahí constantemente por si pillábamos a algún despistado.

Nos pasamos el resto del día dando vueltas sin encontrar nada, sin alejarnos mucho de la Cornucopia. El día siguiente hicimos lo mismo, salimos temprano sin esperar encontrar nada interesante tampoco, hasta que nos topamos con un árbol en llamas que caía delante de nuestros ojos, otro a la izquierda, otro a nuestra espalda.


Corrimos por donde las llamas aún dejaban hueco, sin rumbo dirigiéndonos por donde nos guiaba el fuego... Claro, los Vigilantes estarían aburridos, nos guiaban pero, ¿hacia dónde? Había perdido de vista a mis aliados entre el humo y me costaba respirar. Seguí corriendo hasta dar con un pequeño claro donde vi a Marvel tosiendo en el suelo y le ayudé a incorporarse mientras llegaban Glimmer, Cato y la chica del 4.

-¡Ahí está! –gritó Marvel cuando aún no habíamos dejado de toser. Mire en su dirección justo para ver como la trenza de Katniss Everdeen se escabullía entre los árboles. Sin pensarlo ni un segundo, eché a correr, igual que mis aliados, ''este podría ser tu patético final, chica en llamas'', pensaba mientras me sentía cada vez más cerca, hasta que llegamos al pie del árbol al que había trepado.

-¿Cómo va eso? –dijo burlona la del 12.

-Bastante bien –le contestó Cato. -¿Y a ti?

-Un clima demasiado cálido para mi gusto. Aquí arriba se respira mejor. ¿Por qué no subís?

-Creo que lo haré.

Cato empieza a subir y a unos metros de altura una rama cede sobre él y le veo caer al suelo. No puedo evitar llevarme las manos a la boca y Glimmer chilla tan agudo que temo quedarme sorda. Antes de poder acercarnos a ayudarle, ya está de pie soltando palabrotas como un loco. Una pena que no llegue hasta ahí con mis cuchillos y otra pena que Glimmer sea tan tremendamente mala con el arco.

-Venga, vamos a dejarla ahí arriba. Tampoco puede ir a ninguna parte; nos encargaremos de ella mañana –dijo Peeta. Montamos nuestro campamento y me ofrecí para hacer la guardia, no le quitaría el ojo a ese árbol en toda la noche.

Ya todos se habían acostado, Cato estaba a unos dos metros de mí y se giró para hablarme en voz baja:

-Ya la tenemos, no hace falta que la vigiles toda la noche, mañana pensaremos en una forma de acabar con ella, te dejamos que la mates tú si quieres –sonrió.- Lo conseguiremos, Clove.

Volví a fijar mi vista en el saco de dormir del árbol sin volver a mirar a Cato hasta que sentí que se quedaba dormido. Unas horas más tarde, Glimmer se despertó de un salto; pesadillas, muy probablemente. Se frotó los ojos y se acercó a mí.

-Vete a dormir, yo haré guardia lo que queda de noche. –me dijo. Es verdad que estaba muy cansada, pero la posibilidad de que Katniss se me escapase otra vez me tentaba demasiado a quedarme vigilándola.

-Vamos, tienes que estar muy cansada, no se va a mover de ahí.

Tenía razón, le di las gracias y me tumbé en el saco que ella había dejado vacío, me dormí al instante.

Un fuerte ruido seguido de un zumbido taladrante me hicieron levantarme de golpe para ver un nido de rastrevíspulas en medio de nuestro campamento. Sin pensarlo ni un segundo eché a correr hacia el lago, no estaba muy lejos y podríamos eludir a los insectos en el agua. No supe contar los picotazos que recibí mientras corría, pero no fueron pocos.

Sé que no me faltaba mucho camino por recorrer cuando se me nubla la vista y me fallan las piernas. Caí sobre la tierra, incapaz de levantarme, con la cabeza dándome un millón de vueltas mientras escuchaba a Glimmer gritar a lo lejos, hasta que sentí un fuerte brazo que me levantaba y tiraba de mí hasta el lago. Supuse que sería Cato, pero las alucinaciones que me producían las picadas no me dejaban creerme nada. Al llegar a la orilla del lago, me empujó al agua y al sacar la cabeza solo alcancé a ver su borrosa figura corriendo torpemente, volviendo sobre sus pasos hacia quién sabe dónde.

En el agua, las picaduras empezaron a  escocer, me constaba mantener la cabeza fuera del agua, los gritos de Glimmer y de la chica del 4 me retumbaban en la cabeza cada vez con más fuerza, las alucinaciones estaban a punto de volverme loca. Escuché, o quizás era efecto de las alucinaciones, gritar a alguien más, la cabeza me iba a explotar.

Entonces chillé, en un vago intento de alejar todo aquello de mi cabeza, y a los pocos segundos me encontré con el que me imaginaba que sería Cato a mi lado. No sé si fue un abrazo, o simplemente me estaba llevando a la orilla, pero lo único de lo que puedo estar segura es que cerré los ojos un instante y creí que no volvería a abrirlos.

Desde el Distrito 2: Cato y CloveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora