A la mañana siguiente, apenas unos minutos después de acabar el desayuno, tuvimos que ir a conocer a nuestros estilistas. Cuando llegué, ya me estaba esperando. Una mujer de tez blanca, con las pestañas exageradamente largas y oscuras resaltando sus ojos de lentillas moradas, a juego con su pelo. Nos presentamos y comenzó a hablarme muy entusiasmada del vestido que llevaría en el desfile de los tributos. Nuestra vestimenta sería de un estilo romano, representando la fortaleza e ingenio de la que estos habían presumido en el pasado.
Para mí, el desfile era muy importante, ya que, como me dijo mi madre, sólo es un programa de televisión y, si quieres sobrevivir, hay que causar buena impresión para conseguir buenos patrocinadores. El traje no estaba mal, además, era dorado, lo que haría que llamásemos más la atención.
Esa noche, en el desfile, ninguno de los trajes parecía causar gran impacto en el público, ni siquiera el nuestro, hasta que salió el último carro. Escuché al Capitolio estallar en agudos chillidos y automáticamente volví la vista para verles. El Distrito 12. No iban de mineros sucios como todos esperaban, estaban en llamas. Volví a mirar hacia delante fingiendo que no me importaba mientras la ira se me revolvía en el estómago. Durante el discurso y después del desfile fueron el centro de atención. Cato les observaba con una mirada curiosa y divertida y, cuando estos lo notaron, se fueron de la sala. Tenía intimidado a más de la mitad de los tributos, cada vez me cercioraba más de ello.
De camino al apartamento, Cato notó que estaba seria y empezó a bromear sobre el traje del Distrito 12. En apenas diez segundos ya había conseguido que me riese de nuevo y empezase a bromear con él. Aún teníamos que esperar para cenar, así que fuimos a cambiarnos de ropa.
Cuando volví al salón, Cato ya estaba allí viendo la repetición del desfile, ¿de verdad no le importaba que los del 12 nos hubiesen quitado protagonismo? Me senté a su lado a verlo con él.
-A ti también te preocupa, ¿verdad? -me encogí en el sillón y me tapé las manos con la manga de la camiseta, hacía frío allí dentro. -Ya sabes, que los del 12 puedan volverse de los favoritos en los juegos y se lleven más patrocinadores.
-Puede que su estilista tenga buen gusto y sepa cómo sacarlos a relucir, pero si son débiles, en la arena no les servirá de nada, ni aunque tengan los más ricos patrocinadores, porque nadie puede salvarlos de nosotros, ¿verdad? -se río un poco y yo sonreí. Tenía razón, los patrocinadores no van a salvarles de acabar con un cuchillo clavado en el corazón. Cato se había quitado la chaqueta mientras hablaba y me la puso suavemente sobre los hombros.Sonreí tímidamente por su gesto, siempre se había preocupado mucho por mí, estaba atento hasta del más mínimo detalle, me alegro de estar aquí con él.
No, no puedo pensar eso. Tan sólo uno saldrá de aquí con vida, no podremos volver juntos a casa.
El día siguiente empezaron los entrenamientos. Mientras nos acercábamos a la sala, hacía un repaso mental de los vídeos de las cosechas que habíamos la primera noche y de los aliados que nos recomendó Enobaria: Los dos del Distrito 1, casi siempre los favoritos y tan preparados como nosotros; y nos dijo que no le quitásemos el ojo de encima al del Distrito 11 y, si nos gustaba, podíamos invitarle a unirse.
Nos dieron unas indicaciones y empezamos a entrenar. Lo primero que hicimos fue hablar con los del Distrito 1, Glimmer y Marvel, que aceptaron formar una alianza. En las prácticas obligatorias, me aseguré de mostrar mis habilidades con los cuchillos y conseguí que unos cuantos tributos más me mirasen como a una verdadera rival, de la misma forma que miraban a Cato, ese había sido mi objetivo desde que entré aquí.
Glimmer no era particularmente buena en nada, pero sabía utilizar bien casi cualquier arma y no se despegaba de Cato ni un momento, lo que me molestaba un poco. No había un momento en el que pudiese hablar con él tranquilamente sin que llegase ella con su voz chillona, cogiéndole del brazo como si fuesen amigos de toda la vida. Marvel, en cambio, su especialidad era la lanza, era bastante bueno y, al menos, no daba chillidos agudos, era bastante callado. Observamos al del Distrito 11 y nos decidimos a invitarle a la alianza. Apenas acabar la frase, ya había dicho que no y se iba al siguiente puesto dándonos la espalda. Debería pensarse bien estas cosas, si no nos tiene como amigos, nos tendrá como enemigos desde el principio.
Cuando nos dejaron entrenar libremente, los cuatro estuvimos en los puestos de armas la mayor parte del tiempo, más compitiendo entre nosotros y riéndonos que perfeccionando nuestras técnicas. De todos modos, llevábamos entrenando unos 6 años, ¿qué menos que tener unos días de diversión de última hora?
Menos el último día, que Cato y yo estuvimos aprendiendo algunos trucos de supervivencia que podían venirnos bien en la arena. Decidimos cuales nos serían más útiles y nos las dividimos para ganar tiempo. Al fin y al cabo, en la arena estaríamos juntos y bastaría con que uno de los dos supiese cómo actuar. Era este el razonamiento por el que llamábamos la atención en el distrito y en nuestros entrenadores, aunque, mirándolo bien, fue su culpa que empezásemos a pensar así. Pero ya no estoy allí, y ahora tengo que concentrarme en lo que estoy haciendo, ahora me tocaba aprender cómo encontrar agua, aunque siendo profesionales tendríamos para nosotros gran parte de las provisiones que hubiese en la Cornucopia. Pero Cato había confiado en mí para ello y, ¿quién sabe?, puede que en un futuro nos salve la vida.
Ahora sólo nos quedaba la prueba privada y la entrevista. ¿Asustada? No lo sé. No quiero pensar en nada. No quiero sentir nada.
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Desde el Distrito 2: Cato y Clove
Fanfic''Nosotros somos los trágicos amantes, los que sufrieron tanto y disfrutaron tan poco.''