Cap 11

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Taehyung.

Ya han pasado unos días desde la última vez que vi a Lalisa, me ha dicho que ya eligió al terapeuta que quiere ver, más tarde debo acompañarla. No solo me obliga; después de que lo propuso,  sentí natural que la acompañara, me sentía responsable, con la culpa sobre mis hombros. Pienso también que reaccioné de forma exagerada a sus peticiones, la pobre chica debe estar confundida. La llevé conmigo esa noche, debí llevarla a su casa como decidí hacer pero no lo hice y todo lo que pasó después de eso fue mi culpa.

Aun me cuesta dormir, he bajado un kilo y medio de peso, me ataca una tos alérgica que hace que me pique la garganta, es la culpa, no puedo sentirme de otro modo. La gente empieza a notarlo, Irene me llama con frecuencia a preguntar como estoy, lo que no acostumbra hacer, Jongin y Danw también se preguntan dónde estoy. Encerrado el resto del tiempo, así estoy, en mi apartamento, mirando la ciudad desde la ventana. Deseando que todo hubiese sido una pesadilla para poder despertar. Jungkook al menos está tan enamorado que ni me escribe para saludar. Trabajo, del resto solo trabajo.

Desde que mi madre murió, ayudé a mi padre con Jungkook,  era un hombre destruido por la muerte de su esposa teniendo que criar a un adolescente y a un niño. Me levante después de haber llorado mucho el día anterior sin salir de la cama, fui a la cocina y conseguí a Jungkook comiendo un pastel viejo de la nevera. El pastel tenía moho, comía desesperado, él tenía ocho y yo quince años. Mi padre había corrido a todo el servicio, se mantenía encerrado en su cuarto deprimido, llorando. Ese día decidí que me lamentaría de la muerte de mi madre en las noches a solas, comencé a preparar unos panqueques para Jungkook, le hice jugo de naranja y llamé al servicio, enseguida estuvieron allí.

Me convertí en quien llevaba las riendas de la casa, desde ocuparme de Jungkook y su escuela, hasta del pago del servicio, y de mi padre, lo ayudé a salir de su encierro, poco a poco volvió a ser él, a los dos años se estaba casando con la madre de Jennie, ella tenía cuatro años, era tan tímida, también me ocupé de ella porque su madre se ocupó de nosotros, nos trataba con amor y entrega, nos convertimos en familia. Sé que la historia de Lalisa es diferente, ella no tenía un hermano y su padre no se volvió a casar. Está sola.

—¿Enamorado por fin? —pregunta Suho. Mi primo.

Niego. Sonrío apenas.

—Un poco abrumado, cuando las cosas se salen un poco de cause y siento que me superan me pongo así —digo, porque no puedo decir la verdad.

—¿Lo dices por la ruptura de la sociedad?

—Sí, eso. Terminar esos contratos, las llamadas de los clientes.

—Relájate Tae, siempre te mueves como pez en el agua con estos asuntos, no suponen para ti un reto en lo absoluto. La sociedad con Dong hae lo cambia todo. No sé cómo conseguiste esas relaciones pero nos han cambiado la dirección de todo.

—Sí, seremos más que expertos financieros. Es importante.

—¿Dónde lo conociste a Dong hae? —pregunta.

—Debió ser en un coctel —digo con desinterés.

Lo conocí en un estacionamiento sacando un cuerpo envuelto en sábanas blancas. Dong  hae tenía oficinas en un edificio casi a punto de derrumbarse en el centro, allí me citó una potencial cliente, recién comenzaba como asesor financiero, recibía muchos portazos en la cara, me quise independizar de la firma demasiado temprano, pero de eso me di cuenta cuando me llovieron los rechazos. Esa clienta coqueteaba conmigo, hija de un magnate, ese día perdí mi dignidad y estaba dispuesto a acostarme con la mujer para que me diera para administrar la cuenta del fondo de su familia. Así de desesperado estaba, ella no estaba mal, pero quería ser asesor financiero, no gigoló. Tenía veintiséis años.

LOCA POR TI  (Taelice)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora