Capítulo XVIII.

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El amor puede ser uno de los juegos más extraños que se llegan a experimentar, sobre todo porque no siempre se sale victorioso, lo más común es terminar con el corazón herido, volver a levantarse y seguir con su vida.

Pero las cosas esta vez eran diferentes, un corazón herido se había enamorado de uno que seguramente no tenía tantas grietas abiertas, no tenía tantas dudas ni tantos miedos que impedían avanzar a conocer un futuro con el que había soñado en algún punto de su vida, pero que gracias a su dolor no podía conseguir.

Aunque ahora estaba decidido a dejar de lado sus inseguridades, concentrarse en los momentos de felicidad que tenía aunque fueran pocos, quiso hacerle caso a su mejor amigo, por primera vez tomar un consejo con el fin de tener un poco de felicidad dentro del poso oscuro que tenía dentro de su cabeza.

Sus dudas y miedos nacían desde sus recuerdos, esos que nadie sabía y que nadie podía entender, pero que esta vez no le iban a impedir estar junto al ángel que había aparecido en la noche, junto a esa hermosa estrella que brillaba con tanta intensidad en su mundo volviéndose única.

Durante toda la mañana estuvo ocupado arreglando su departamento, retirando todo el olor a licor que se mantuvo de la última vez que se encerró a lastimarse a sí mismo, guardo en la alacena todas las botellas y los cigarrillos dejo dentro de su mesita de noche, para que no estuvieran a su alcance.

Tampoco había motivos para recaer nuevamente, esa noche solo habría felicidad para él y se dedicaría a disfrutarlo. Pidió que le prepararan la comida más deliciosa al restaurante donde había compartido con Barcode su primer almuerzo, compró las mejores rosas para ponerlas dentro de un pequeño jarrón en medio de la mesa, adorno con velas y una canción suave de jazz que podía crear un vals perfecto junto a la más adecuada situación.

Llamó a Barcode para pedirle que fuera con el chofer de sus padres porque lo esperaba en su departamento y aunque recibió un tono evasivo su respuesta fue afirmativa, era lo único que importaba porque después de todo lo que tenía que decir la situación entre ellos mejoraría.

Por fin sus corazones podrían estar unidos.

Barcode estuvo toda la noche en el departamento de Ta, envuelto con cobijas junto a la llama de la chimenea impidiendo que la gripe llegara hasta su sistema, esa mañana ambos se dieron un pequeño abrazo que sellaba su amistad y fueron a la empresa hablando un poco sobre la actitud que Jeff tenía.

Ta le había dicho que no podía decirle los verdaderos motivos, que tenía que esperar a que Jeff le entregara una explicación, se quedó mucho más curioso que antes, pero estaría dispuesto a esperar. Después de esa llamada su corazón latió con frenesí durante todo el día, imaginando miles de cosas que podrían salir de esa conversación y todas eran negativas, tenía miedo de escuchar nuevamente palabras que lastimen su corazón y que todo el amor que le tenía sea rechazado de la forma más dura posible.

Lo creía capaz.

Cuando llegó la noche salió junto con el chofer y sus nervios estaban a flor de piel, sus manos temblaban aferrándose a las mangas de su chamarra y los ojos a la ventana buscando respirar con profundidad para calmar a su intranquilo corazón. Al llegar subió al departamento a pasos lentos queriendo hacer un poco de tiempo para controlar su voz, que tiritaba en cada una de las palabras.

Ahora se preguntaba como es que Jeff podía ponerlo tan nervioso con una simple petición.

—Si viniste.

Escucho la voz del pelinegro dejando un suave beso sobre su mejilla mientras lo tomaba de la mano para hacerlo entrar al departamento, Barcode se quedó estático dejando hacer cada uno de los movimientos, esa actitud dulce parecía irreal.

Something in the rain│JeffCodeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora