VIII

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William se había levantado a desayunar antes de empezar su nuevo trabajo como bibliotecario, petición que iba a cumplir con tal de que le dejaran en paz, hace poco descubrió que la casa estaba viva y según Wally, Hogar lo amaba, ahora entendía la situación del cajón.

El pelirrojo levantó la mirada a su contrario que miraba fijamente su plato.

── dice una frase vieja, los ojos son la ventana del alma. . . Tus ojos deben guiar a tu estómago porque no me explico como demonios estas comiendo el cereal.

Wally no hizo mas que encogerse de hombros para continuar comiendo, si es que guiñar un ojo a la comida es comer, quién era para criticar.

── No has tocado tu comida. Dijo el peliazul mirándolo esta vez, podía notar lo ansioso que se encontraba.

── No tengo hambre, bueno si pero ¿qué sentido tiene comer si he muerto?, digo, yo. . . Estoy asustado. Sostuvo su cabeza con sus manos estirando sin fuerza sus mechones, no sabía manejar aún la información adquirida y mas como le había suplicado a Wally que no le borrará la memoria.

── Necesitas comer, si tu tienes hambre, comes, si tienes sueño duermes. Respondió reposando su espalda en la silla cruzándose de brazos.

── Pero, ¿por qué?. Preguntó confundido, Wally le lanzó de nuevo esa mirada seria que tanto odiaba, esa mirada misteriosa que le provocaba nervios.

── no todo en la vida tiene un porqué.

Antes de ponerse a maldecir cual vendedor del mercado, solo se levantó agarrando su bolso para ir a su casa, la había modificado para que se vuelva una biblioteca en la parte principal, así poder trabajar a gusto, miró de nuevo al contrario que se quedó en silencio mirando la pared.

── Wally yo. Iba a seguir hablando pero se aguanto sus preguntas. ── Adiós.

Fue lo único que dijo antes de salir por la puerta dejando solo a la confundida marioneta, se levantó de su asiento para dirigir su atención afuera, viéndolo irse, saludando y charlando con los vecinos, a regañadientes aceptó dejarlo socializar, así encajar mejor en su mundo colorido, no había mucho que pudiera decir, William sabía protestar, sabía provocarlo, no era como otros que llegó a conocer que después de un tiempo se volvían groseros, intentaban escapar o peleaban con él, William se comportaba, cooperaba.

── Él es muy inteligente, ¿no es así?. Preguntó a la casa que respondió con un chillido proveniente de la cocina. ── Eso me preocupa, es tan listo que le condena, ¿crees que deba jugar un poco con él?.

El silencio le decía que no, pero puso los ojos en blanco.

── Te has vuelto aburrido, Hogar. . . no le pasará nada, no esta vez, esa vez fue mi culpa, no quiero que se repita. Mostró su descontento con una ligera mueca, la casa quería proteger a William y Wally no cooperaba.

Por su parte, el pelirrojo estaba charlando sobre la vida marina con Frank, su charla era animada y alegre por la emoción de compartir conocimiento.

Había más gente en su biblioteca, bueno, sus demás vecinos que leían felices sobre secciones que determinaban algo de ellos, el grisáceo vecino compartía su admiración por las mariposas, así que una vez concluida su charla fue bastante feliz a leer sobre dichas criaturas, a pesar de ser un trabajo fácil, dejaron un poco de desorden a la hora de cerrar, guardó cada libro donde correspondía, mirando las portadas antes de ordenar, le llamaba la atención los libros, eran demasiados bonitos para quejarse, muy tiernos y coloridos, orden por color y altura, algo que le llamó la atención fue un libro en específico, ladeo la cabeza, ¿qué hacía un libro sobre el librero?, tuvo que subir con una pequeña escalera para llegar a dicho lugar, el libro era completamente negro, algo que destacaba en un lugar tan colorido como este, volvió hacer una mueca, no tenía portada, ni nombre de autor, mucho menos el prologo que se escribe detrás del libro generalmente, dudo mucho en abrirlo por el miedo de que quizás sea una prueba de Wally.

Una ojeada rápida no mata a nadie, pensó, para abrir la primera página y ver el dibujo de un ojo, mas parecía un símbolo en forma del globo ocular, era extraño, nuevamente no había nada mas escrito, directamente pasaba a un índice, parecía un libro barato de magia, pero estaba en Latín, se bajo de la escalera para ver si poseía un diccionario, lastimosamente no.

── ¿qué mierda dice?. Murmuró con fastidio, siguió ojeando rápido para darse cuenta que aquellas palabras del libro se volvían ojos, uno tras otro para luego oscurecer la página y simplemente salir otros dos ojos en aquella oscuridad de la hoja.

Eso le asustó un poco, cerró el libro de golpe para meterlo bajo del sofá, se sentía mejor así, respiro profundo para levantarse, ya era hora de volver a casa de Wally, estaba demasiado confundido, el libro, la necesidad de comer, sus recuerdos, todo parecía tan lineal, estiro sus brazos para luego levantarse e ir a la puerta, antes de cerrar vio bajo el sofá, definitivamente un libro extraño.

── Buenas noches, William. Escuchó en su oído repentinamente, se giro con total brusquedad para meterse un golpe, ya tenia por reflejop golpear, pero su puñetazo fue detenido por la mano del propietario de la voz.

── ¡Wally, deja de asustarme!. Chilló rojo de vergüenza, aflojando su mano, para que le soltará, no fue así.

── Pareces un tomate, ja ja ja. Se burló con arrogancia.

── Tu pastel era todo menos pastel de manzana y no te ando criticando. Le devolvió aquello haciendo callar al de pelo azul.

Wally definitivamente lo adoraba.




















¡Bienvenido Vecino! | Wally × LectorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora