Miguel

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En ese momento mis pensamientos eran como los de una mujer enamorada y nada me parecía descabellado ni loco. Daniela por otro lado tenía más conciencia de lo que estaba pasando y no me daba la razón, ya que yo no estaba en la situación adecuada para tomar decisiones.

Para mí sus planes eran burdos y aburridos, lo único que me ofrecía era generar celos a mi esposa. Pero mi yo femenino ya había tomado una decisión.

Cuando regrese a la normalidad todas esas ideas locas se habían desvanecido de repente y las ideas de Daniela tenían mucho más sentido. Simplemente debía provocar celos siendo Carla y enfrentar a mi esposa siendo yo.

Es fácil decirlo pero Karla tenía su objetivo claro. Al siguiente día llegué a casa y al ver a mi esposa fingí que nada pasaba, pues todavía no estaba muy seguro de qué es lo que iba a hacer.

No podía soltar todo mi enojo sin tener una justificación, así que intentaba mantener distancia con la justificación de mucho trabajo. A la final ella estaba mas preocupada por otras cosas cómo para darse cuenta.

Pasaron los días y faltando un par de horas para irme de la oficina el teléfono sonó. Era mi esposa, yo pasé la llamada y puse atención. Mi sangre se puso helada cuando escuché que ella iba a venir a la oficina y lo supuse  por que parece que le preguntó a qué hora me iba yo, ya que él había dicho mi hora de salida.

Mi esposa decidió ir una hora después para no encontrarse conmigo pero al parecer el traje que usaba sintió el peligro y como un chispazo Karla despertó, pues la etapa traje de mi traje comenzó rápidamente.

Podía sentir como mi traje se iba encogiendo lentamente y mi ser poco a poco iba cambiando su manera de pensar. El tiempo pasaba y mi respiración se agitaba. Cuando ya faltaba 10 minutos para la hora de salida, como si fuera un impulso llamé a mi jefe para informarle que un cliente muy importante de él llamó a último momento para presentar un informe.

Miguel se puso nervioso pues sabía que yo no me iba a poder ir mientras yo respiraba con más fuerza pues estaba mintiendo. Por ratos comenzaba a temblar pero el traje controlaba mis emociones, era como si el traje y yo estuviéramos tramando un plan.

La falda que llevaba estaba al borde de la indecencia mientras mi escote se robaba la atención de Miguel. Las mariposas de mi estómago comenzaban a salir del capullo mientras sensación de peligro y excitación se apoderaba de mí. 

Era muy difícil entender cómo Miguel provocaba sensaciones tan fuertes en mí y me excitaba saber que podría vengarme de mi esposa, la misma que en ese momento para Karla ella era una mujer cualquiera que debía sacar de mi camino.

Yo tenía calculado el tiempo exacto para acabar el informe ficticio que íbamos a enviar, y era la primera vez que me emocionaba pero al mismo tiempo me asustaba ver cómo me traje se seguían cogiendo como si no tuviera fin.

Mis pantimedias comenzaron a separarse y a encogerse para convertirse en unas sensuales medias de muslo agarradas con un liguero.

Mi traje había pasado el límite de la decencia y se había convertido en un peligroso anzuelo para pescar a Miguel. La mirada de Miguel no se me despegaba de mí y no sé si era por el disfraz él no se daba cuenta que mi traje ya no era normal.

Mi cabello había crecido hasta la cintura y mis caderas formaban un perfecto reloj de arena con mi pequeña cintura.

Mientras todo eso pasaba mis pechos se habían vuelto extremadamente sensibles y no era necesario haber nacido siendo una chica para saber que ni entre pierna era un grifo abierto.

Mi corta falda dejaba pasar la brisa que enfriaba mi húmeda y sensible vagina. Yo sabía exactamente lo que mi cuerpo deseaba y me odiaba por eso pues estaba dejando que Carla se salga con la suya.

Por un momento me levanté para llamar la atención de Miguel mientras fingía que recogía unos documentos que estaban a unos pasos de mi para después volver a tomar haciendo cruzando mis piernas. 

Mi respiración estaba agitada mientras torpemente intentaba disimular mirando a la pantalla palabras y números que ya ni entendía pues en mi mente solo estaba Miguel

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Mi respiración estaba agitada mientras torpemente intentaba disimular mirando a la pantalla palabras y números que ya ni entendía pues en mi mente solo estaba Miguel. Con el rabillo del ojo alcancé a ver a Miguel quién me miraba fijamente mientras con disimulo comenzó a tocarse. El traje se encogía más y más convirtiéndome en una mujer atrevida en todos los sentidos  y con una sonrisa también comencé a tocarme sutilmente.

Aquella sensación de peligro y emoción se adueñaba de mi mientras la poca razón que me quedaba miraba al ascensor para salir corriendo pues era una locura lo que estaba haciendo pero la lujuria me segaba para dejar escapar todo ese libido que estaba reteniendo. 

Por un rato miré nuevamente a la pantalla hasta que de repente sentí la fuerte mano de Miguel agarrando mi hombro y cuando lo regresé a ver su rostro estaba frente al mío. Mi descontrolado instinto hizo que lo besara desenfrenadamente para despertar el instinto salvaje de Miguel, pues el ya no se pudo contener y me levantó de la silla para cargarme entre sus brazos. Yo llevaba unos tacones de 15 cm pero no qué obstáculo para saltar sobre él.

Miguel me cargaba mientras nos besábamos apasionadamente. Aunque estaba completamente excitada seguía siendo yo y no podía dejar de sentirme incómodo o incomoda. Estaba demasiado excitada mientras sentía dentro de su pantalón el miembro erecto de Miguel rozando mis piernas.

De repente Miguel me agarró de con un brazo y botó todo lo que estaba en su escritorio para acostarme en él. Yo solo me sorprendía al sentir su determinación y dominio de la situación. El delicado escote que llevaba se salió de control ya que un pequeño botón era lo único que nos separaba de la poca decencia que tenía. 

Miguel algo nervioso se retiraba la correa del pantalón para poder sacar su miembro erecto. Yo estaba muy asustada pues sabía que no era lo correcto pero yo ya me había entregado en cuerpo y alma a la lujuria desenfrenada. 

La curiosidad de ver el tesoro más íntimo de Miguel llenaba de intriga y deseo pues con un poco de esfuerzo me levanté y le ayudé a bajarse el pantalón. Y ahí estaba el segundo pene que he visto en mi vida, siendo el mío el primero. Me sentía sucia pero me gustaba esa sensación de sentirme deseada por Miguel.

Yo solo quería mandar al diablo todo y dejarme llevar por mis deseos carnales. Ese deseo desenfrenado de sentirme mujer. Agarré el miembro de Miguel y lo miro miré fijamente para hacerles saber que estaba dispuesta a todo.

El traje de la secretariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora