La cena fue un tanto silenciosa, pero no omitiré que hubo momentos en los que las risas ahuyentaban el silencio, la comida estaba deliciosa, un rico arroz con leche acompañado de dos panes tostados de mermelada de higo.Deje el fuego algo bajo mientras vaciaba un poco del contenido del cartón de leche sobre la pequeña olla para los mellizos, no quería tener que bajar en medio de la madrugada.
—No dejes nada de comida fuera, los gatos pueden meterse.
Me volví hacía mi madre, quien me observaba desde la puerta con un vaso de agua en la mano.
—¿Quién dice que lo haré?—rodó los ojos.
—Te encantaba llevar comida a tu cuarto en la noche.
Apreté los labios reprimiendo una sonrisa, al parecer mis malas costumbres no se me habían olvidado, puesto que justamente también planeaba llevarme unas naranjas que se veían tan apetecibles sobre el frutero, con un poco de sal sabrían aún mejor.
—Lo hacía seguido—afirmo más que cuestionar, para mi misma.
Mi madre asintió.
—A veces te ponías a escribir en la noche, rara vez veías algo en la televición.
Me crucé de brazos recargándome contra la encimera, con completa curiosidad.
—Sara me comentó algo parecido, dijo que yo solía escribir.
Asintió una vez más, antes de caminar unos pasos para dejar el vaso sobre la mesa.
—La escritura siempre te apasiono, empezaste escribiendo fanfics a los doce—eleve las cejas con asombro.
—¿Fanfics? ¿Sobre qué?— se encogió de hombros.
—Realmente nunca lo supe, y tampoco quise invadir tu privacidad. Pero me contaste que tenías una cuenta en...¿Wattpad?—me quedé pensativa unos segundos, hasta que finalmente asentí.
—¿Sabes el nombre de la cuenta?—formó una mueca, pensativa.
Se quedó en silencio unos segundos, parecía tenerlo en la punta de la lengua y a la misma vez, no poder recordarlo.
—AmeliFG23—dijo finalmente, mis labios se curvaron en una sonrisa, antes de asentir.
—Podremos ponernos más al corriente otro día—asentí de nuevo mientras ella volvía a tomar su vaso con agua.
—Apágale a la leche que se te quemara—recordó, enseguida me volví y apague la estufa algo alarmada.
Por suerte apenas había alcanzado a tibiarse, tomé dos biberones y serví la leche en ellos. Para después subir al segundo piso, cerré la puerta a mi espalda para caminar con cautela hacia la cama, donde al parecer ambos se encontraban muy dormidos, algo que, ciertamente es un alivio.
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Rastros de lo que un día fuimos
RomanceAmélie es perseguida por los fantasmas de su pasado; pero todo empeora tras aquel accidente aéreo que le provoca amnesia disociativa, al llegar a casa; tiene que enfrentar su vida real. En compañía de dos mellizos, la clara consecuencia de aquel rom...