Los sujetos rudos caminan hacía nosotros, y no puedo reprimir mis instintos de tomar la mano de Amelie y acercarla hacía mí todo lo posible.
Ella me mira por un par de segundos, pero yo estoy centrado en vigilar que ellos no se atrevan a acercarse más de lo que ya lo han hecho.
—No se atrevan.
Los tres tipos me miraban amenazadoramente, preparando sus puños para disparar en mi dirección, pero su líder interviene encarándome; me mira con superioridad elevando una de sus cejas.
—Por favor, no te quieras hacer el héroe—desvía la mirada burlándose, y haciendo que los demás lo abuchearán.
Frunzo los ceños.
—Y tú no te quieras hacer el rudo, metete con gente de tu tamaño y deja empaz a los jóvenes—miré a Sara, la hermana de Amelie y aquellos dos chicos que eran sus amigos.
El vuelve a burlarse, fingiendo que le divertían mis palabras. Me miró de nuevo, está vez de forma tensa, antes de propinarme un puñetazo en la nariz.
El sabor metálico de inmediato cayó en mi boca, el coraje se plantó en mi estómago, tuve que apretar los puños para contenerme de devolverle el puñetazo, hacerlo solo causaría más problemas.
Amelie se libero de mi agarre, plantandose al frente y justo enmedio de nosotros, la miré confuso, hasta que note que la forma en que lo miraba estaba tan cargada de coraje, sus labios estaban tan apretados, su postura era tan firme y a juzgar por el tiemble en la sonrisa de satisfacción de aquel tipo, podría jurar que se estaba cagando del miedo.
Ella elevó la mano, liberando una estruendosa paliza en la mejilla de aquel tipo, lo hizo sin algún escrúpulo y temor a las consecuencias, se veía tan firme y valiente, tan dispuesta a todo por su hermana, y eso solo afectaba mi ritmo cardiaco y alteraba más mis pensamientos.
El tipo sujeto su mejilla soltando un quejido de dolor, mientras giraba la cabeza de nuevo hacía ella, frunció los ceños con bastante rabia, elevando una de sus manos.
Pero antes de que le pusiera una mano encima, me adelante interponiéndome como escudo y apretando la muñeca del tipo con bastante fuerza mientras lo miraba a los ojos, está ves, irritado.
—No te atrevas a tocar a las personas que quiero, porque entonces sí tendrás problemas.
Sentencié, enfrentándolo firmemente mientras notaba por el rabillo del ojo como Amelie corría escabulléndose entre los tipos para llegar a su hermana menor.
Desvié la mirada para observar la escena, de ambas abrazándose fuertemente mientras Sara se descargaba, y Amelie la protegía.
Mi mirada se suavizó, y mi subconsciente ya sabía que estaba comenzando a perderme en los encantos de Amelie Gagnier, alias Mariposita.
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Rastros de lo que un día fuimos
RomanceAmélie es perseguida por los fantasmas de su pasado; pero todo empeora tras aquel accidente aéreo que le provoca amnesia disociativa, al llegar a casa; tiene que enfrentar su vida real. En compañía de dos mellizos, la clara consecuencia de aquel rom...