VII

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Y el Sol le dijo a la Luna:

Hagamos un trato,
yo te pienso y tú me sueñas...





Minho le dio unas pequeñas palmadas en la espalda como gesto de apoyo antes de salir por la puerta, dejando a Hyunjin solo en el apartamento. El frío recorrió su cuerpo y no pudo evitar temblar. Sus pies pesaban como si estuvieran hechos de plomo, así que decidió sentarse en la incómoda cama para intentar calmarse, aunque sin éxito.

Respiró profundamente y dirigió la mirada hacia su escritorio, donde una lámpara de estilo vintage destacaba entre los apuntes y papeles dispersos. Con meticulosidad, abrió una caja de madera gastada y sacó sus materiales de dibujo: lápices de varios grosores, un juego de acuarelas y pinceles finos que había usado desde su adolescencia. Luego, rebuscó en el armario hasta encontrar un caballete de madera maciza, que colocó estratégicamente frente a la ventana. A medida que comenzaba a darle sutiles pinceladas al lienzo en blanco, la luz dorada del atardecer se filtraba a través de las viejas cortinas de encaje, creando un juego de sombras y reflejos que inspiraban calma y serenidad en el ambiente. Cada trazo era una forma de escape, una manera de procesar las emociones tumultuosas que habían llenado su mente desde que pisó nuevamente su hogar.

El tiempo pareció disolverse hasta que escuchó la puerta principal abrirse y cerrarse. Asomó la cabeza fuera de la habitación y notó que Minho ya no estaba en casa. Decidió dirigirse a la cocina, abrió la nevera y sacó una pequeña botella de cerveza.

Mientras el líquido descendía por su garganta, se volvió y quedó atónito. Casi se atraganta al ver a Felix parado en el pasillo, mirándolo con sorpresa. Felix llevaba puestos pantalones grises y una camiseta negra de manga larga, con los ojos ligeramente enrojecidos, al igual que su nariz y boca entreabierta por la sorpresa al verlo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Hyunjin, tratando de romper el incómodo silencio.

—Me dieron el alta hoy. Minho me dejó quedarme aquí -suspiró-. ¿Y tú qué haces aquí?

—Esta es mi casa, después de todo. Necesitaba despejarme.

El ambiente se volvió tenso e incómodo entre ellos.

—Felix... -intentó comenzar una conversación, pero Felix se dirigió hacia la tercera puerta del pasillo.

—Hyunjin, no me hables —respondió, agarrando el pomo de la puerta.

—Fue una lástima no encontrarnos —suspiró, deteniéndolo momentáneamente-. No supimos quedarnos, ni supimos darnos lo que necesitábamos.

—No fue el tiempo, ni siquiera la vida. Lo que realmente me estaba matando era buscar algo, sin saber qué era.

—Tú siempre has sido mejor que yo, y aún así te enamoraste de mí. Supongo que viste algo en mí que sigo sin ver —confesó Hyunjin, dando un paso hacia adelante.

—No necesitaba ver nada. Pensé que ibas a ser el amor de mi vida, pero estaba equivocado.

—Tus ojos están llenos de tanto dolor que al mirarte, me odio por haberte clavado mil espinas en la piel.

Hyunjin avanzó y se detuvo frente a su habitación, observando a Felix una vez más antes de hablar con sinceridad.

—Felix, haz lo que quieras, pero recuerda que las personas que huyen del mismo sentimiento terminan siguiendo el mismo camino.

Tras cerrar la puerta de su habitación, Hyunjin se dejó caer en el borde de la cama, sumido en un mar de pensamientos tumultuosos. Reflexionaba una y otra vez sobre las palabras intercambiadas con Felix, cuestionándose si había dicho lo correcto o si debería haber abordado las cosas de manera diferente. La duda y la incertidumbre lo invadían mientras intentaba encontrar una respuesta que le diera paz interior.

El sonido inesperado de un suave golpeteo en la puerta lo sacó de su ensimismamiento. Se quedó quieto por un momento, indeciso sobre si abrir o no. Finalmente, se levantó con cautela y giró lentamente el pomo. Ante él, Felix estaba parado, con una expresión indecisa y los ojos llenos de emociones difíciles de descifrar.

—Hyunjin... yo... —murmuró Felix, su voz apenas un susurro.

Hyunjin lo observó en silencio, esperando a que continuara. Sin embargo, antes de que pudiera articular más palabras, la puerta principal volvió a abrirse y cerrarse, interrumpiendo el momento. Felix dio un paso hacia atrás, visiblemente perturbado, y sin decir una palabra más, se retiró hacia su habitación, cerrando la puerta tras de sí.

—¡Tito Hyunjin!

—Aera, te he dicho que no corras —se quejó Han, un poco cansado, detrás de la niña—. Hola, Hyunjin. Perdón por Aera, hoy está muy hiperactiva.

—No te preocupes, me gustan los niños.

Hyunjin tomó a la pequeña en brazos mientras Han soltaba un bostezo de cansancio. Miró a Aera a los ojos mientras ella jugaba con sus dedos.

—Han, ¿has estado durmiendo bien últimamente? —preguntó, preocupado.

—Puf, no te imaginas lo pesada que puede ser esta pequeña durante la noche -dijo Han con una sonrisa cansada, haciendo cosquillas a Aera—. Como su padre no se levanta, me toca a mí.—explicó haciendo referencia a Minho.

—¿Quieres que me ocupe de ella mientras tú descansas un rato?

Los ojos de Han se iluminaron como estrellas y asintió con gratitud, antes de salir de la casa visiblemente agotado.

Heather 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora