NOCHE DE ESTRELLAS | VII

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OLIVER

—¿Estás bien? Te ves algo tensa Fiorella.

Tome con mucha delicadeza el antebrazo de Fiorella, estaba helado y rígida, creí que sería una buena idea salir de noche a pasear para que nos pudiéramos despejar después de tantas cosas que hemos vivido esta semana.

No nos habíamos podido ver luego del encuentro con esa chica que Fiorella conocía, a decir verdad luego de esa tarde comenzó a actuar raro, pero no me encuentro en una posición de confianza total para preguntar cosas tan delicadas como esas.

Por lo mucho se que esta semana Fiorella tuvo su coronación como princesa heredera así que ahora nuestras visitas mutuas se convertirían en algo poco usual, ya que ahora ella estaba siendo preparada para reinar en caso de que a sus padres les llegase a pasar algo. Exactamente como a mi.

Supongo que ha estado muy ocupada y cansada y yo lo único que estoy haciendo es preocuparla más al sacarla de noche a un claro sabiendo que los hechiceros de Luna ahora están sueltos por alguna inexplicable razón.

—Estoy bien –dijo finalmente soltándose de mi agarre y tomando mi mano como acción consiguiente– Perdón si te estoy preocupando con mi silencio, solo es que...

Hizo una pausa mientras se mordía ligeramente el labio por dentro, sus facciones eran tan delicadas que cuando hacía acciones como estas se notaban.

—No ha sido una buena semana y estoy dejando que esas cosas no me dejen disfrutar de estar contigo. —se colocó frente a mí con su característica sonrisa llena de amor y empatía, sus ojos brillaban de una forma especial, las estrellas se reflejaban en ese mar de verdad, en la profundidad de esos ojos verdes hipnotizantes — ¿Pasa algo?

Negué levemente mientras entrelaza sus manos con las mías, sin dejar de tenerla frente a mi.

Sentía un golpe de energía en mi pecho, algo corría desde allí hasta cada fibra de mi cuerpo. Sentía mi corazón ir cada vez más rápido.

La noche llenaba cada espacio del claro. Las olas se escuchaban a la lejanía y las voces de los árboles comenzaban a sonar melodía.

No podía dejar de mirarla, de admirarla. Su belleza era irreal, su personalidad, todo de ella me encantaba.

Muchas veces mi padre me mencionó como se había sentido cuando vio a mi madre, cómo es que él supo con solo verla que ella era su compañera de vida.

Esas mismas sensaciones eran las que me invadían.

Fiorella era mi compañera de vida, aunque fuera de otra especie.

—Fiorella, estoy enamorado de ti.

Ella solo guardó silencio, lo había dicho de un momento a otro, era claro que eso la iba a impactar, no era algo sencillo de procesar.

Solo han pasado unos meses desde que nos conocemos, pero ciertamente me he sentido más cómodo con ella que con cualquier otra persona en mi vida.

—Oliver, yo... —hizo una pausa mientras bajaba la mirada y se soltaba de mi agarre– también me siento igual pero —Otra pausa, un pero y un suspiro– Tu sabes que esto no puede suceder –alzó su cabeza para hablar cara a cara— Tu mundo y el mío son totalmente diferentes.

—Eso no me importa Fiorella, tu mundo y el mío chocaron cuando nos vimos por primera vez, y se han mezclado los fragmentos para crear algo mejor.

—¿Y qué es ese algo mejor? –sus ojos, tenían lágrimas.

—Tu sabes a lo que me refiero. —coloque una de mis manos en su mejilla y la otra en su cintura atrayéndola hasta que nuestros cuerpos chocaran, y el único espacio que había era el de nuestros rostros.

—Quiero que tú lo digas. —susurro mientras sus manos se posaban en mis hombros con inseguridad.

—Un mundo donde ya no tengamos que vernos a escondidas, donde podamos ser amantes libres y que la luna, el sol y los árboles dejen de ser nuestros testigos.

Cerré poco a poco el espacio de nuestros rostros hasta el punto en que nuestras respiraciones eran solo una, nuestros corazones laten a la par, los árboles se dejaban de escuchar y las olas se sentían cada vez más lejanas.

—Déjame cortejarte por está noche, deja que nuestros mundos colisionen y así poder cortejarte por la eternidad. Deja que tu mundo sea el mío, y deja que el mío sea el tuyo. Deja que todos sean testigos de cuanto te amo.

Finalmente el espacio que existía entre nosotros fue cerrado y sellado por un dulce beso.

Sus labios sabían a mis dulces de miel favoritos.

La necesidad de estar cada vez más cerca de Fiorella aumentaba cada vez más. No quería separarme de ella y extrañar sus labios sobre los míos, no quería dejar de bailar con ellos.

Sus manos viajaban desde mis hombros hasta mi cuello, una y otra vez, manteniendo el ritmo mientras mis dos manos habían terminado en su cintura, atrayéndola cada vez más a mi, como si fuese algo posible.

Si no fuera porque ambos necesitamos del aire, necesitamos respirar nunca me hubiera separado de ella.

—-Es peligroso, esto que hacemos es peligroso. –musito mientras tenía mi frente sobre la suya.

—¿Qué es la vida sin peligro?

Soltó una risa mientras me daba un ligero y corto beso en los labios para separarse completamente de mi y dar una vuelta en el claro.

—Sería muy divertido tener música y bailar.

—¿Quieres bailar?

—Sí

—No hace falta música para ello.

Corrí hacía ella para tomarla de la cintura y alzarla en el aire dando vueltas.

Las risas llenaban el aire y nuestros pasos de baile marcaban el lugar.

Este momento era perfecto, imposible de arruinar.   

CORTEJO DE MEDIANOCHE | AMANTES #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora