QUIZÁS TU Y YO NOS CONOCEMOS | II

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OLIVER

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OLIVER

Nunca había conocido a una persona que no conociera mi nombre, desde que era un niño donde voy mi nombre ya se encuentra en la boca y en los conocimientos de las personas; "Oh, príncipe Oliver, es un gusto tenerlos con nosotros" "¿En que podemos ayudar su majestad, príncipe heredero Oliver".

Pero ella, no lo sabía, y realmente el hecho de que haya estado al otro lado del río fue lo que me llamó la atención, había llevado mis caballos a esa zona para ver si la encontraba, pensaba que estaba perdida. Cuando me bajé de mi caballo le pedí a mis guardias que se alejaran a descansar, quizás me había visto acercarme y por ello se había escondido.

Así que pensé que si estaba sola, ella saldría de su escondite, y así fue, pero no creí que intentaría liberar mis caballos.

He de mencionar que no me moleste, pero cada vez que me pongo nervioso comienzo a estar a la defensiva, optar por una actitud más sería y determinada, aunque en mi interior solo esté temblando.

Y claro, me había puesto nervioso por sus ojos, eran verdes, completamente verdes, su piel era blanca y suave, lo había comprobado cuando había tomado sus manos al detenerla de liberar los caballos. Su cabello hacía un gran contraste con su ojos y piel, era oscuro y desordenado, pero en la medida en que se veía atractivo. Sus facciones y sus movimientos eran delicados, es como si de todas las facciones y características más hermosas se hubiesen posado en una sola persona, y la había tenido ante mis ojos. Su temor ante mi actitud imponente me había causado una sensación extraña en mi cuerpo, como una electricidad que no paraba de recorrer mi sistema.

Cuando ella mencionó que debía irse, no pude pedirle que se quedara, porque no la conocía y mis guardias en cualquier momento volverían, la seguí con la mirada hasta que ya no la ví más.

Cada que se me daba la oportunidad me escabullía al río para ver si algún día de estos la volvía a encontrar a ella y su rostro tan espectacular.

FIORELLA

Sinceramente habían pasado unas tres semanas desde que no me acercaba a las orillas del río, principalmente porque había estado muy ocupada organizando el aniversario de bodas de mis padres. Entre las decoraciones, las comidas, las flores, los animales y todo lo que conlleva celebrar los doscientos años de matrimonio no me dejó realizar mi regalo para ellos, cada año me daba la tarea de regalarles una pieza musical que es entonada por los aprendices de los elementos, que son hadas entre los cinco a doce años, luego de esa edad realmente les comienza a dar pena cantar en público y no es bueno presionar a las hadas o a cualquier criatura, es mejor promover la paz y la convivencia entre todos los seres.

Ahora, si te lo preguntas, estoy a las orillas del río, si, pero no de tal manera en la que me vea, estoy entre los árboles a unos cuantos metros de distancia del río, principalmente porque no quiero que él príncipe de hace unas semanas me encuentre.

Y bueno, como mencione con anterioridad estaba en las orillas del río, no había tenido tiempo de hacer el regalo, u organizarlo, así que el día de hoy, sí, justo unas horas antes del festival me escabullí para realizar el regalo, siempre he sido responsable con los regalos, pero esta vez las tareas de la corona me han rebalsado completamente.

—Tres papeles y aún no tengo la letra de la canción para mis padres –pasé mis manos con frustración por mi rostro para también suspirar fuertemente– solo debo hablar de amor, eso es la base de la relación de mis padres junto con la comunicación.

—Creo que principalmente te cuesta crear esa canción porque nunca te has enamorado

—¿Tú crees?

Si te lo preguntas, no estoy hablando sola, no, son los árboles, mis amigos de toda la vida, a veces cuando estoy en mi cuarto sola, me asomo a mi gran balcón a sentir la brisa nocturna rozar con mi piel y jugar con mi largo cabello, para también escuchar la melodía nocturna que cantan los árboles al unísono, una canción de cuna que manda a dormir a todas las hadas menos a mi y a los guardias que se cubren los oídos, cuando ya todo finaliza, yo sonrío para luego adentrarme a mi habitación y así ya poder descansar.

—Claro que sí Fiorella, uno nunca puede escribir de algo que nunca ha vivido, un ejemplo es tu padre.

—Pero yo no soy mi padre, y tampoco soy normal. –guarde silencio mientras tomaba las cosas que tenía esparcidas por el suelo, tenía tres hojas con diferentes versiones de la canción, pero nunca lograba encontrar algo que me terminara de gustar, y tan solo tenía unas horas para lograr terminar la canción y presentársela a mis padres por primera vez.

—¿Habla sola señorita Fiorella?

Rápidamente me giré de golpe hacía donde provenía la voz, tenía al príncipe ante mí, nuevamente estaba junto a un caballo, pero este se veía más joven y fuerte que los que llevaba consigo la vez que nos conocimos la primera vez.

—¿Qué haces al otro lado del río? ¿No sabes que es peligroso? Hay muchos mitos sobre este mismo bosque, todos y cada uno son peligrosos.

—Nunca he escuchado de esos mitos peligrosos, además si los conoces ¿Por qué estás aquí?

—¿Por qué estás tú aquí? –me pregunto de vuelta mientras se sentaba a la orilla del río mirando a su caballo beber agua.

Solo se me ocurren mentiras.

—Porque como le tienen miedo al lugar... –Hice una pausa para pensar– es más fácil estar sola y en comunión con la naturaleza, nadie nunca está aquí, no tengo que convivir con la aglomeración del pueblo.

No mentí, pero no dije la verdad en su totalidad, solo omití información.

—Pero no me respondiste mi pregunta –añadí antes de que él pudiera hablar primero.

—Te responderé, cuando me digas porque me hablas con tanta naturalidad siendo que yo soy un príncipe y usted por lo que menciona una plebeya.

—Yo nunca mencione ser una pleya, tampoco dije de donde era, de donde vengo todos nos tratamos como iguales, aunque yo sea una princesa y tenga responsabilidades mi pueblo me trata como una igual, con amabilidad y cercanía, porque en mi reino se promueve la familiaridad con la corona, claro que tenemos poder, –dije mientras organizaba mis cosas para huir nuevamente– autoridad, pero nunca lo usamos para dañar a otros.

Me levanté de donde me encontraba sentada, sentí su mirada seguirme cada movimiento. Y eso me ponía nerviosa, nunca antes había tenido unos ojos extraños posados sobre mí durante tanto tiempo.

Mientras me levantaba, sujetaba mi capa, no quería dejar al descubierto a mi especie, no quería que él supiera que tenía alas y mucho menos que estaban dañadas. Porque no lo conocía, solo sabía su nombre, y que era Príncipe, porque su nombre se me olvidó.

—Señorita Fiorella, antes de que se vaya. –me giré hacia él, para ver como me tendía con una rama caída una bolsa– es un regalo.

—¿Qué es? –pregunte con clara desconfianza.

—Los mejores dulces de mi reino. –dejo los dulces con cuidado en la orilla del río que era más cercana a mí– quiero conocerte, saber más de ti.

Mire la bolsa, me acerque a ella con mucha cautela para proceder a tomarla entre mis manos y luego mirarlo a él.

—Quizás...

Hice una pausa, sentía una sensación demasiado extraña...

—Tu y yo nos conocemos mejor de lo que pensamos. 

CORTEJO DE MEDIANOCHE | AMANTES #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora