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El albino corría con dificultad, su respiración era irregular, su vista estaba nublada y ni siquiera sabía dónde estaba, pero al menos logró perder a esos idiotas.
Se metió a un callejón donde cayó de rodillas abrazándose a sí mismo y quejándose por el dolor que estaba sintiendo pues había sido drogado y eso adelantó su celo.
–P-Por favor no...
Suplicaba entre lloros, terminó recostado contra la pared y se abrazó con fuerza a sus piernas, ni siquiera podía ver, no sabía si por las lágrimas o por la droga que le habían dado, pero eso sólo lo hacía sentir más inseguro, estaba soltando feromonas que llamaban a cualquier alfa a tomarlo y marcarlo, ni siquiera sabía dónde estaba su celular y no sabía dónde estaba, era básicamente una presa fácil en ese momento y eso lo tenía más que asustado.
–S-Si existe un dios... Te lo ruego, que nadie se entere que estoy aquí, por favor
Y como si el mundo lo odiara empezó a escuchar pasos, notó una sombra que se acercaba a él y no pudo evitar sollozar, tenía miedo, sabía que había sido mala idea confiar en cualquier idiota, pero era un beta, nunca esperó que le hiciera eso.
–¿Qué mierda?
Susurró la nueva voz viendo con una mueca al chico que estaba abrazado a si mismo temblando y llorando, y aparte de eso expulsando feromonas demasiado llamativas.
–Oye tú
El azabache se llevó la mano a la nariz tratando de no respirar las feromonas del chico que seguía en el suelo.
–P-Por favor... No me haga nada...
Habló entre sollozos sin levantar la mirada, tenía tanto miedo, sólo quería llorar, quería pensar que eso era un sueño y despertar en su departamento para ir en busca de protección de su amigo Chuuya, pero lastimosamente no era un sueño, y se dió cuenta de eso cuando lo tomaron con fuerza del cabello para levantar su cabeza.
–¿Cuántos años tienes?
–19...
–Eres un mocoso
Suspiró mientras soltaba su cabello y sacaba su celular para llamar a uno de sus guardias beta que apareció rápidamente a su lado.
–Llévalo al auto y manda a pedir que lleven supresores a la casa
El hombre asintió y tomó al albino que aunque se quejaba no pudo hacer mucho contra ese hombre que era casi de dos metros y que era más músculo que persona.
El azabache simplemente siguió a su guardia y luego de que tuvieran que noquear al albino por la insistencia de escapar él subió a la parte trasera junto al chico inconsciente.
