Desorientación

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Varios días habían pasado ya desde que Bakugo comenzó a esperarla en los sitios que frecuentaba, por más que había intentado ahuyentarlo, no tuvo la respuesta que esperaba, incluso llego a llamar a seguridad en su trabajo para que lo sacaran fuera de su vista, pero al día siguiente lo tenía enfrente de ella esperándola recargado a la pared.

Estaba comenzando a ser parte de su rutina y eso no le gustaba.

— No tienes algún trabajo que hacer además de acosarme — Yaoyorozu se quejó cuando vio que ese familiar cabello puntiagudo se abría paso hacia ella sobre el mar de estudiantes que salían del salón de clases y un segundo después, la sonrisa perezosa de Bakugo la saludó.

— Hoy no — dijo encogiéndose de hombros y ella jadeó para dar un paso atrás atónita.

— ¿Qué? ¿las otras chicas a las que acosas no tienen comparación conmigo? —

Los ojos carmesíes se pusieron en blanco y antes de que ella pudiera detenerlo, él extendió la mano para quitarle el bolso, levantándolo sin esfuerzo sobre su hombro.

— Relájate, peach. Solo puedo con una chica a la vez —

—Qué curioso, pensé que alguien como tu seria de los que se jactarían de sus hazañas —

— Me gusta concentrarme en la chica que me interesa, así puedo darle de toda mi atención —

Mientras hablaba, maniobró a los dos por el pasillo, la gente saltaba fuera de su camino como si tuviera algún tipo de enfermedad contagiosa.

Ella frunció el ceño, tratando de mantener una distancia respetable entre sus cuerpos, pero con lo lleno que estaba el pasillo, sus brazos se rozaban de vez en cuando, enviando pequeños cosquilleos eléctricos a lo largo de su piel.

— Quien creería que eres de ese tipo. Podría haber jurado que tenías una chica para cada día de la semana —

— Demasiado trabajo y muchos nombres que recordar. Aprendí que tomarme el tiempo con una es suficiente —

— Eres un idiota — la molestia en su rostro era notable. No pudo evitar arrugar la nariz como le era costumbre cuando algo le parecía de mal gusto.

— Ahora que has remarcado lo obvio, ¿quieres ir a comer algo? —

El cambio de tema hizo que se detuviera, pero solo por un segundo antes de sacudir la cabeza y alcanzar su bolso.

— No. Te lo he dicho muchas veces, yo no- —

— No es una cita. Solo dos personas comiendo porque ambos tienen hambre —

Su ceño se arrugó y como si fuera una señal, su estómago gruñó.

Sin embargo, su sonrisa divertida la irritó, así que levantó la nariz y se alejó de él enfadada.

— Bien, pero estoy pagando mi propia comida. No puedes engañarme para tener una cita —

Él se rio entre dientes mientras la seguía y el sonido bajo pasó sobre ella como una caricia física, haciéndola luchar contra el escalofrío que quería recorrer su espalda.

— Como gustes, peach —

Caminaron la corta distancia hasta el comedor, Yaoyorozu trató de recuperar su bolso dos veces antes de darse por vencida y dejar que él siguiera cargándolo.

Mientras recorrían la fila y tomaban su comida, notó que él miraba los múltiples platillos que iba colocando en su bandeja.

— ¿Qué? —

Una sola ceja perforada se arqueó antes de sacudir la cabeza y girarse hacia el frente de nuevo.

— Nada. Solo asumí que la princesa comería solamente una ensalada, no el menú de los jugadores de americano —

Daiquirí de DuraznoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora