Suplicio

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—Por favor —

Era como si hubiera encendido una mecha con una sola palabra, no la dejo agregar nada más y se apresuró atrapar su boca con impaciencia, sosteniéndola firme por la base de su cráneo y presionando sus labios contra los de ella.

En lugar de alejarlo y regañarlo por tratar de aprovecharse de ella, se sumergió en el beso, separando los labios para la lengua inquisitiva de él y estremeciéndose cuando su perforación se arrastró por el interior de sus dientes.

Ella no debería sentirse así, aún debería estar enojada con él y rechazar sus avances.

A decir verdad, todavía podía sentir la ira ardiendo bajo la superficie, incluso a pesar del aire amistoso que había caído sobre ellos antes, pero solo alimentaba sus acciones imprudentes. Le echó los brazos al cuello y lo acercó más, abriendo las piernas para aceptarlo más en su espacio.

Ella no quería hablar. Ella no quería pensar.

Katsuki era bueno haciéndola perder el control de sí misma y por el momento, eso era todo lo que quería.

Todo lo que importaba era el mordisco de sus dientes contra su labio inferior, la sensación de sus brazos alrededor de ella, la fuerte presión de su polla contra el vértice necesitado de sus muslos.

Él se apartó de su boca con un jadeo húmedo, pero no le dio un segundo para procesar nada, él arrastro sus labios por la delgada pendiente de su cuello, mordiendo el hombro expuesto que la abertura de su camisa le concedió.

Las manos en sus caderas la instaron a mecerse contra él y ella no se resistió cuando él las condujo en un movimiento lento, la fricción era demasiada y no suficiente a la vez.

Ella se apresuró a deshacerse de los pantalones cortos que se amontonaban y se juntaban incómodamente alrededor de sus muslos y él saltó para ayudarla, deslizando fácilmente el material gastado de sus piernas y arrojándolo sobre su hombro.

Debería haber sido más tímida por sentarse frente a él sin nada más que su camiseta y un par de bragas, pero el calor del momento la había consumido y no se detendría hasta que él le diera lo que quería.

Afortunadamente, no hizo ningún comentario sobre los pequeños corazones que atravesaban su ropa interior rosa, pero dejó escapar un gemido de dolor cuando su pulgar trazó el borde de encaje que se envolvía alrededor de su muslo hasta que agarró su trasero con firmeza.

Más.

Era un canto incesante que rebotaba alrededor de su cabeza y ella empuñó la parte delantera de su camiseta sin mangas para tirarlo bruscamente sobre ella, tragando su gruñido de sorpresa con otro beso hambriento.

Manos impacientes palparon cualquier carne desnuda que pudieron encontrar y esta vez cuando él tiró de su labio con los dientes, respondió con un fuerte mordisco, haciendo que todo su cuerpo recibiera una pequeña descarga de dolor.

Intrigada por su reacción, lo mordió con más fuerza y se estremeció ante el ronco gemido que recorrió ardientemente su piel.

La mano que amasaba su trasero de repente se movió hacia adentro hasta que sus dedos pudieron empujar debajo de la entrepierna de sus bragas, rozando el calor húmedo. Ella se tensó y él hizo una pausa, pero antes de que pudiera retroceder, ella estaba moviendo las caderas para instarlo a continuar, cosa a la que accedió de inmediato.

— Alguien está ansioso — dijo arrastrando las palabras contra el punto sensible justo detrás de su oreja — ¿Necesitas que bese otro lugar? —

Casi gimió cuando un solo dedo se deslizó suavemente dentro de ella, pero se las arregló para resoplar indignada por su comentario.

— ¿Alguna vez dejas de hablar? — se quejó y luego siseó cuando él pasó un segundo dedo junto al primero y los curvó.

Daiquirí de DuraznoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora