Arde

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La virtud del amor con las llamas del infierno en el corazón a menudo no se concibe cómo virtud, incluso se toma como la maldición del que se siente lo que debe sentirse en la piel y en el alma profunda. En lo quemado de mi corazón se pueden encontrar las brasas de historias con promesa de milenios y realidades de forzados olvidos. Quien invita a amar debe ser el mejor anfitrión posible y quien acepta entrar se ha convertido en el privilegiado de tal recibimiento, sin embargo no siempre es aquella cordialidad inventada porque dentro del corazón encendido hay pasión e intensidad de hacer añicos el mundo si es necesario por el amor que uno transpira. Con mis manos, mi alma y mi mente he cometido amor, he sido condenado eternamente para caminar el sendero de fuego de un corazón que nunca ha dejado de arder.

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