Náuseas.
Hace años que no pisaba ese departamento.
Aquel sagrado lugar, donde pasaste tus días felices.
Felices, porque no estaba yo.
Miyeon parecía estar por estallar de felicidad.
Quería irme.
Sentí ambas manos sobre mis hombros, a lo que giré aterrada.
─Lo siento, no quería asustarte─contestaste desviando la mirada─ Quería ayudarte a sacarte el abrigo.
Náuseas.
Los ojos de Soyeon clavaban un puñal en mí con cada segundo que pasaba.
Odio esto.
A quien realmente odio es a mí.
Tomaste mí mano.
¿Porqué eres así Miyeon?
No recuerdo cómo respirar.
─Ven, mira.
Me llevaste por el lugar, arrastrándome hasta tu cuarto.
─Este es mí cuarto─ sonreíste mientras se achicaban tus ojos, como una niña pequeña que mostraba su colección de juguetes o vestidos favoritos.
Miré alrededor, era la primera vez que lo veía.
Eso por suerte no lo sabías.
─Es lindo─te respondí con simpleza─Se parece mucho a ti.
No había intenciones en mis palabras.
Pero les diste un significado que nunca tuvieron.
─No es muy grande, pero..─comentaste por lo bajo, mirando tu propia habitación─..tengo un par de cajones del placard vacíos.
Nunca quise.
─Miyeon.
Antes de que pudiera irme por la puerta, me sentaste de golpe sobre la cama.
¿Que crees que estás haciendo?
Te arrodillaste frente a mí, y para mí sorpresa te metiste entre mis piernas a la vez que envolviste tus brazos sobre mí cintura.
