—¡Mantén tus manos lejos de ella! —Liam dio un paso hacia mí y
me acercó, sosteniendo mi rostro entre sus manos—. ¿Te hizo daño?
Lo miré fijamente y puse una mano sobre su mejilla de modo
tranquilizador. No necesitaba que un hombre viniera a mi rescate, pero,
maldición, Liam golpeando a Zayn sólo había logrado encenderme.
—Vamos. Vamos a salir de esta habitación. —Me llevó hacia la
puerta, deteniéndose ante Bree—. Bree, lo siento
Ella levantó una mano para interrumpirlo. —No lo hagas. Se merecía
eso. —Nos sonrió antes de mirar a su hermano, todavía en el suelo. Liam
debió haberlo golpeado fuerte—. ¿Puedes asegurarte que ______ consiga
una cama donde dormir esta noche? No lo quiero cerca de ella.
—Por supuesto.
—Y mantén tus manos para ti mismo —dijo con severidad,
levantando una ceja.
—Sí, señora. —Me apretó suavemente una vez antes de tirar de mí a
través de la multitud reunida en la puerta y el pasillo. Una vez que
estuvimos en su cuarto oscuro, se volvió hacia mí y tomó mis mejillas una
vez más—. ¿Estás bien?
—Sí, estoy bien. No hacía otra cosa que tratar de hablar conmigo.
—No es necesario que te obligue a hablar con él, o a permanecer
en su habitación. Tendría que haberte dejado ir la primera vez que se lo
pediste.
—¿La primera vez?
Suspiró. —Escuchamos todo, ______.
Gemí y escondí mi cabeza en su pecho, en silencio, agradeciendo la
oscuridad para ocultar mi rubor. —Asombroso. Estoy empezando a pensar
que no debería venir a esta casa.
—Tal vez sólo cuando Zayn esté aquí —rió alegremente cuando
golpeé su estómago—. Te protegeré.
—Me di cuenta de eso. Creo que lo noqueaste.
—Confía en mí, no lo hice. Sólo lo golpeé con la fuerza suficiente
para hacer que piense dos veces antes de tocarte de nuevo. —Me liberó
para poder ver mi rostro, o eso intentó. De todos modos, su habitación
estaba muy oscura—. ¿Te molestó?
—No, sólo me sorprendió. No me lo esperaba.
—Lo lamento, fue difícil caminar hacia ustedes por segunda vez en la
noche y escucharte diciéndole que te dejara ir.
Si yo lo hubiera golpeado, no lo hubiera detenido. Y aquí estaba él,
disculpándose por defenderme. Puse mis manos alrededor de su cuello,
tirando de su rostro hacia el mío, deteniéndome justo antes de que