Pasó otra hora y todo el mundo estaba acurrucado hasta ahora en
los sofás y las sillas mirando algo en la TV silenciada. Liam me ayudó a
mi lado, y cuando me sentía cómoda, trajo su silla alrededor de la cama para que pudiera estar frente a mí y apoyó su cabeza junto a mi pecho. Una mano actuando como almohada, la otra sosteniendo la mía
libremente para cuando yo lo necesite de nuevo. Me alegraba que fuera
a dormir un poco. Lo supe cuando rodé hacia un lado, pensó que me iba
a dormir también, y haría lo mismo. Pero ese no había sido mi
razonamiento. Ahora estaba con mucho dolor, no podía ocultarlo más y
no quería que la familia lo vea. Mi cara se torció cuando sentí otra
contracción, pero mantuve mis dedos curvados alrededor de las grandes manos de Liam. Unas cuantas lágrimas se escaparon de mis ojos y dejé
escapar un suspiro cuando sucedió de nuevo.
Los pulgares de Liam dibujaban lentos círculos contra mi palma y
abrí mis ojos para verlo mirando mi cara. Su cabeza todavía descansando
en su otra mano. Parecía que sufría tanto como yo con sólo tener que mirarme.
Se levantó de la silla, inclinándose para limpiar las lágrimas de mis
mejillas, y luego descansar su frente contra la mía. —¿Hay algo que pueda
hacer por ti, mi amor?
—Lo estás haciendo —respondí. No habría sido capaz de hacer
siquiera esta parte de esto sin él. Era mi roca—. ¿Qué hora es?
Liam miró su teléfono antes de empujarlo de nuevo en su bolsillo.
—Casi las once. Trata de dormir, él estará aquí antes de que te des cuenta.
—Me besó suavemente una vez, luego apretó sus labios más duros en los
míos.
—Mientras, duerme un poco también.
Se recostó en la silla, y puso su cabeza en su mano otra vez, esta vez,
al lado mío. Así que nuestras narices se tocaban. Su otra mano ahueco mi
mejilla y su mandíbula cayó floja en cuestión de segundos. Le sonreí y me
preparé para otra contracción fuerte antes de quedarme dormida
también.
Un fuerte pitido persistente me sacó de mi siesta, Liam saltó de la
silla y se volvió para mirar a los monitores. Sus ojos se abrieron como platos y corrió hacia la puerta, pero una enfermera ya entraba a través de esta y empezó a revisar todo. Me hizo girar sobre mi espalda de nuevo e hizo que todos, excepto Liam y mamá, se vayan. Otra enfermera entró y
hablaron rápidamente de nuevo mientras me hacían ciertas cosas.
Mamá sostenía una de mis manos mientras que Liam se apoderó
de la otra, con los ojos grises centrados en mí. Sentí como ninguno de los
dos respiraba mientras esperábamos para que el monitor volviera a la
normalidad, o para que una de las enfermeras que nos diga lo que sucedía. La Dr. Lawdryn entró y comenzó a hablar con las enfermeras y tomar uno de sus puestos, pero yo no podía mirarla. Liam ahuecaba
mis mejillas con ambas manos y me susurró, tratando de calmarme, pero
sus ojos se veían aterrorizados.
—Bien ______, ¿estás lista? —preguntó la Dra. Lawdryn desde el
extremo de la cama, Liam soltó mi rostro y miró por fin hacia ella—.
Tenemos que hacer esto ahora, el cordón umbilical se enrolló alrededor de
su cuello, pero ambos van a estar bien. Sólo haz lo que te digo y lo tendremos en unos minutos.
Asentí y tomé un largo suspiro. Apretando la mano de Liam como
si fuera la única cosa que me mantiene atada a esta tierra. Mamá me
apretó la otra mano diciéndome que todo estará bien, Liam me dio un
beso rápido y duro y continuó diciendo palabras tranquilizadoras y de
amor a lo largo de los próximos seis minutos. Todos lloramos con alivio
cuando oímos pequeños gemidos penetrantes de Jacob. Mientras lo
limpiaban y le hacían un chequeo rápido para asegurarse de que estaba
bien, Liam se inclinó y alternaba entre besarme dulcemente a través de nuestras sonrisas y apretar su mejilla contra la mía para decirme lo
orgulloso que estaba. Cuando una enfermera nos acercó a Jacob, repitió la
información que había estado diciendo de forma esporádica a lo largo de
su mini examen. Treinta y seis centímetros, dos kilos noventa y nueve
gramos, nació a las doce y tres minutos de la mañana. Me entregó a Jacob
y yo sabía que nunca sería la misma. Ya no lloraba, con los ojos muy
abiertos miraba a mi derecha mientras su boca se plasmó en una perfecta pequeña temblorosa O, como si no supiera si debía llorar o permanecer en silencio. Era hermoso. Mamá se encontraba de pie cerca de mi cabeza, en silencio, llorando, Liam se inclinó hacia nosotros, rozando sus dedos
hacia arriba y hacia abajo en el lateral de Jacob. Sus ojos brillaban y su
sonrisa impresionante mientras miraba a nuestro hijo.
—Hola Jacob. —Mi voz era agrietada mientras le sonreí.
Movió sus manos fuera de la manta y fue juntando sus largos dedos
alrededor de la otra. Mientras aún rozaba sus dedos hacia abajo, Liam
dejó que su pulgar acaricie los puños de Jacob, y Jacob lo agarró al instante. La respiración de Liam salió en un arrebato y nos miramos el uno al otro, sonriendo ampliamente antes de mirar hacia abajo. Mamá frotó sus dedos por donde Jacob se aferraba a Liam, antes de besarnos a cada uno en
la mejilla y salir de la habitación para contarle al resto de la familia.
La enfermera lo tomó de mis brazos y lo colocó en los brazos de
Liam, mientras que el doctor hacía algunos chequeos de último
momento conmigo. Comprendí de inmediato por qué Liam quería
verme retenerlo. Observando a Liam, el metro noventa y seis centímetros, ciento ocho kilos, ochenta y seis gramos de puro músculo sosteniendo a nuestro hijo de dos kilos noventa y nueve gramos era lo que
finalmente hacía que mis lágrimas rodaran por mis mejillas.
—Hola pequeño hombrecito —le susurró mientras se levantaba a
unos metros lejos de la cama.
—Bebé. —Su cabeza se levanto para mirarme, en su sonrisa era en lo
único que podía centrarme—. ¿Has oído a la enfermera? ¿Acerca de
cuando nació?
Liam asintió y volvió a mirar a Jacob. —Tienes un hijo de
cronometraje bastante bueno. No podría haber llegado en un día más
perfecto.
Les sonreí y la enfermera elevó la voz.
—¿Querías que naciera el once de septiembre? —preguntó, su cara
dulce y suave.
Mirando a Liam, vi las lágrimas cayendo por su rostro y supe que
no sería capaz de responder—: No es que lo queríamos. Realmente no lo
esperábamos todavía. Pero es conveniente para nosotros y nuestra familia. Se llama así por el padre de Liam, Jacob. Estaba en uno de los aviones
que se estrellaron contra las torres gemelas —dije en voz baja.
La Dra. Lawdryn y las dos enfermeras jadearon y se quedaron en
silencio. Después que la Dra. Lawdryn terminó de revisarme, miró al bebé,
que seguía en los brazos de Liam y dijo—: Este día siempre será
importante para ustedes tres. Una perdida y una ganancia, es agridulce,
pero estoy de acuerdo, es perfecto.
Liam caminó de regreso hacia mí y puso a Jacob suavemente de
nuevo en mis brazos.
—Estuviste increíble. Te amo mucho, ______.
—Te amo, también. Mucho. —Jacob dejó escapar un suave lloriqueo y
ambos lo miramos rápidamente—. Míralo Liam, es perfecto.
—Lo es —concordó Liam—. Finalmente está aquí.
—Lo sé, esto es tan surrealista.
Jacob se puso a llorar más fuerte, sonando tan precioso y tan triste.
Pero agitando sus pequeños brazos y finalmente lo oí, todavía no podía
dejar de sonreír. Liam puso uno de sus dedos cerca de sus manos
temblorosas, y tan pronto como Jacob lo tocó, él lo agarró de nuevo y se
quedó en silencio.
—¿Papá hace todo mejor, pequeño Jacob?
Liam me miró, con una expresión llena de orgullo, amor y tanta
alegría que empecé a desgarrarme de nuevo.
—Soy padre. —Su voz era gruesa mientras trataba de hablar con el
nudo en la garganta. Apretó sus labios con los míos y se alejó un poco—.
Gracias cariño, no tienes idea de lo feliz que me haces. Cuan feliz me
haces.
Con la mano que no sostenía a Jacob, pasé mis dedos por su
mandíbula antes de ahuecar su mejilla. —Creo que tengo una idea. Eres
mi mundo Liam, no podría hacer nada de esto sin ti, ni quiero hacerlo.
Mamá volvió seguida por Carrie. Las dos se turnaron para sostenerlo,
y mientras lo hacían, Liam y yo compartimos dulces besos y miradas
significativas. Cuando le dijo a su mamá a que hora nació Jacob, nos sonrió
antes de comprender lo que eso significaba. Su expresión cambió suave y
sus ojos se empañaron.
—Bueno, hola, Jacob —dijo como si estuviera viendo a su marido por
primera vez en años—. Tú si que sabes como hacer una entrada.
Mi corazón tiró al recordar la historia que había compartido
conmigo. La noche en que conoció a Jacob, estaba diluviando fuera y ella
sólo había estado a punto de salir de una tienda de café con sus amigas. Jacob abrió la puerta y entró, su pie patinó sobre el suelo de baldosas
húmedas y golpeó a Carrie lo que la hizo caer sobre él. Se habían reído
tanto que les llevó casi dos minutos para finalmente pararse de nuevo y
cuando lo hicieron, se disculpó y le tendió una mano hacia ella,
presentándose a sí mismo.
Ella tomó su mano y la sacudió ligeramente diciendo—: Bueno,
seguro que sabes cómo hacer una entrada Jacob Payne.
Cuando se dio la vuelta para irse, Jacob la miró y dijo—: ¿De verdad
te vas a ir luego de que algo como eso nos reunió?
En vez de irse con sus amigas esa noche, decidió darle una
oportunidad a un desconocido, y tomó otro café con él. Hablaron hasta
que la tienda cerró y se casaron seis meses después. Esa primera frase que
ella le dijo, se convirtió en una broma en su relación así como de su familia una vez que los niños nacieron. Y ahora, nuestro Jacob lo llevaba a cabo para ella.