El amarillo no es un color alegre

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Tweek

Realmente todo comenzó demasiado pronto, a los seis años más o menos.

Desde que tengo memoria he sido paranoico y tengo espasmos musculares, recuerdo estar en el médico y que le dijera a mis padres que trataran de educarme en un lugar tranquilo, cosa que no hicieron.

Me pasé la niñez pensando que moriría a cada rato, entonces un día, trabajando en la cafetería de mis padres a los diez años probé el café y todo mi mundo cambió, para ese entonces no sabía que llevaba metanfetaminas, pero realmente al enterarme no me importó mucho. El café me distraía de mis manías y tics aún que igual que eso también me distraía en clase.

Sentir como todos en tu misma clase toman apuntes y hacen preguntas relevantes mientras tú estás al final de todo, sin siquiera saber en qué materia estás... llegar a casa y llorar por que por más que intentas estudiar no logras entender nada, es horrible.

- Si no fueras tan vago esto no pasaría.- dijo mi padre sentado frente al director PC, al igual que yo.

- Tweek, si sigues así te tendremos que hacer repetir, esto no puede pasar, se que eres un buen alumno homosexual, no lo dejes pasar.

Con todo lo que me dijo, solo se me quedó una palabra.

- N-no soy homosexual.- aclaré asustado, al fin y al cabo solo tenía diez años.

- Eso no es lo relevante, Tweek.- habló mi padre de nuevo.

Y así era siempre, al final nunca llegué a repetir curso, gracias Jesucristo.

Butters fue mi único amigo por años, intenté hacer más pero cuando veían mis tics se iban corriendo, a veces literalmente.

Entonces fue ahí cuando comencé a hacerlo.

Con solo diez años.

Comencé a autolesionarme.

Brazos, piernas, cuello, hombros, pecho, espalda, muslos ¡lo que fuera! No importaba, solo quería que el dolor físico superara el emocional.

Cuando las autolesiones dejaron de funcionar decidí robar la metanfetamina de mis padres y comencé a comprar marihuana de la granja de los padres de Stan Marsh, y así sin más, me olvidaba de todos mis problemas, ya no temblaba, ya no tartamudeaba, solo reía y lo pasaba bien sin compañía.

Entonces un día la gente de clase decidió que Craig Tucker era gay, al igual que yo y nos hicieron dibujos sexuales e incómodos, menos mal que al llorar delante de todos y culparle de algo que relamerte no tenía la culpa, todo acabó. Recuerdo pensar en ir a disculparme, pero simplemente no surgió el momento, decidí olvidarme de ese chico y seguir adelante.

Eso fue lo único emocionante que me pasaba, a veces me juntaba con el grupo de Stan Marsh, pero Eric Cartman me hacía la vida imposible y se inventaba cosas que yo le hacía por su simple y mero placer.

Por cierto, descubrí que la vez que me ahogó fue por que yo caminaba por la parte derecha del pasillo el día anterior a esa mañana y él se apostó diez dólares a que lo haría por la parte izquierda, así de idiota era Cartman.

Entonces hicieron esas estúpidas dos clases separadas y preguntaron lo que lo desencadenaría todo, antes de ello, cuando me habló en el baño sentí esperanza, pero en ese momento, cuando Craig me miró con odio en esa maldita clase, sentí miedo, un miedo terrible al poder visualizar como Craig Tucker se convertía en Eric Cartman.

Luego todo mejoró y luego todo empeoró...

A este punto tenía que decirle a Craig lo que realmente pasaba por mi cabeza, lo que hacía cada noche para poder dormir, toda esa hierba y polvos que me mantenían vivos, todos esos cortes que, al ser cada vez más cerca de mis venas, algún día me matarían, ese pelo que me daba miedo cortar y esa maldita ropa que aún no sé cómo mierdas va.

Él solo sabe la parte de mi que quiero que sepa, un poco de mi alegría y un poco de mi tristeza, punto.

No sería la primera vez que logro que alguien me soporte por un tiempo pero al que luego me vuelvo una carga, no sería la primera vez que me abandonan con solo el aviso de un mensaje doloroso del cual se que no sintió nada al escribir, con esos insultos, esas burlas, ese deseo de dañar.

A día de hoy aún trato de quitarme da la cabeza el pensamiento de que aquel chico con el que pasé una tarde hermosa por la montaña y el campo, el que me atreví a besar, es el mismo que estuvo dispuesto a estrangularme delante de todos manipulado por el mismísimo Eric Cartman, persona el cual Craig sabía bien que me odiaba y que no había que fiarse.

Pero aún así, decidí darle una oportunidad y la aprovechó bastante bien, así que tirados en el campo, hablando de estrellas, mirándole a sus ojos brillantes pensé por primera vez...

¿Acaso me estoy enamorando?

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