Bea
Las cosas con Jax eran... raras.
Algo había cambiado desde la noche en que Kurt dejó la casa para ir a tratar temas de trabajo con los Sax. Me sentía muy avergonzada y juro por Dios, que Jax estaba evitándome a pleno.
Una se daba cuenta cuando alguien no quería verte, y si bien la personalidad del rubio era muy oyente, se mostraba entre arisco y abochornado. Kurt no entendía muy bien qué pasaba, y no tenía la fuerza suficiente para poder decir que tuve un sueño húmedo que le causó una erección a su hermano mayor.
Y ese malestar, se notaba demasiado en la convivencia.
— Buenos días...
Kurt entraba a la cocina con el rostro adormilado y el andar sumamente pesado. Sus pies descalzos se arrastraban por las baldosas relucientes, y solo llevaba unas bermudas de lino azules.
El moreno era un sueño, ¿para que negarlo?
Los músculos de su espalda ondeaban con cada movimiento, y eso que solamente estaba sacando el bote de leche de la heladera para proceder a servirse un vaso insípido y sin sabor.
— Eso es un asco.
— Buen día para tí también, princesa. — Su voz ronca delataba que recientemente había despertado y que le costaba volver a la realidad
— Buen día, Kurt. — Dejé el plato de tostadas frente a él — ¿Qué vas a hacer hoy?
Tomó una y sin delicadeza, la destrozó dentro de su boca como un animal salvaje. Arrugue la nariz y le arrojé el repasador que traía en el hombro para que comiera como un adulto civilizado.
— Lo lamento, su majestad. — Se limpió la boca con el trapo de manera burlona — Hoy voy a quedarme en casa, tengo mucho papeleo que ordenar de la entrega a los Sax y debo coordinar un turno con el nuevo médico.
— ¿Qué médico?
Me preocupe porque si bien no había hablado lo suficiente con el rubio, no sabia si alguno estaba enfermo o le pasaba algo como para tener que visitar al doctor.
— Tú nuevo médico, Bea...— Lo decía como si fuera algo obvio — Tenemos un buen seguro social que no estamos usando para nada y los trámites para afiliarse son fáciles.
Claro, el nuevo obstetra. El que yo no podía cubrir con la pensión paupérrima que recibía por la viudez.
— No es necesario, Kurt. — Me senté junto a él, ya habíamos hablado largo y tendido de este asunto, pero no podía evitar volver a traerlo a colación — Yo puedo costear las consultas médicas, lo que ustedes hacen ya es más que suficiente.
Tomó mis manos por encima de la mesa, su rostro estaba despejado de todo rastro de sueño, como si se hubiese espabilado de golpe.
— Mire, amor...— Esa tonada colombiana que salía cada tanto y podía enloquecer a cualquiera — Ya lo hablamos. Tanto mi hermano como yo, queremos hacer esto. No sé qué es lo que estaba pasando entre ustedes, porque un día parecen odiarse, al otro te invita a almorzar y después sencillamente se ignoran, pero que no te quede ni la menor duda que las intenciones de ambos son sumamente buenas. Queremos lo mejor para ustedes, son como de nuestra familia.
Nuestra familia...
"Nuestra" y "familia" en la misma oración. Sin pretensiones ni malicia. No estaba siendo posesivo al estilo territorial, ni un imbécil controlador. Estaban siendo dos hombres que cuidaban de una persona desvalida que los necesitaba.
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La Guerrera de los Salvatore
Roman d'amourTercera entrega de la serie "Los Placeres de Masium" Cuando el marido de Betania muere en un acto heroico, ella queda embarazada y sola. Ella realmente no llora la pérdida del amor, y aunque le afecta, lo que realmente la trae devastada era saber qu...