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Resulta que tengo un amigo, que trabaja en un lugar, un club swinger de Buenos Aires. Se llama Bash, y la descripción de La Reina esta inspirado en ese lugar. 

Que lo disfrutes


Bea

Habían pasado unos veinte días desde que tuvimos la charla con los chicos para concurrir a La Reina, y después de dar muchas vueltas en círculos, y tomar muchísimo valor, estábamos los tres haciendo la fila para entrar.

Los chicos me habían regalado un vestido rojo pasión, de falda suelta hasta el muslo y un escote en V que realzaba mi pecho. Me sentía como una auténtica princesa, pero una del porno.

No iba a negar que me sudaban las manos, pero sí mostraba un deje de nerviosismo, los chicos me subirían al auto y me arrastrarían a casa nuevamente.

Al parecer, Kurt era cliente habitual del local sexual. Jax fue alguna que otra vez, pero más que nada para probar las salas de BDSM (cosa que aunque me asustará, me intrigaba mucho). Pero quien pasaba más tiempo en las instalaciones era el colombiano, por lo que hoy sería mi guía turista.

Lo habíamos hablado bastante en casa, ellos no querían presionarme a hacer absolutamente nada, pero noté el brillo lujurioso en los ojos de ambos cuando planteé la idea de Kata.

— Recuerda que no es necesario que hagamos nada esta noche. — Aclaro por millonésima vez Kurt cuando entramos al club

A primera vista, era una discoteca normal, lo unico que podría destacar era el show en una de las pplataforas, en donde lo que yo creía que eran dos bailarinas, se frotaban como si fuera una escena de sexo pero con ropa.

Escasa ropa, pero aún estaba.

— Iré a buscar algo de beber...— Anunció Jax, arremangándose la camisa negra que le quedaba espectacular, marcando sus brazos tatuados — ¿Que quieres?

— Algún refresco, no puedo beber.

Asintió, ya sabiendo que estaba en periodo de lactancia y no podía consumir alcohol. Kurt posó una de sus manos en mi espalda baja y me dirigió hasta una mesa de taburetes altos. Por lo que me había comentado Sasha, a unos metros tenía una cortina negra y gruesa como un telón de teatro, que escondía una sala común donde las personas gustaban por el exhibicionismo.

— ¿Qué recomiendas?

— ¿Disculpa? — Cuestionó sin entender

Kurt tenía el cabello mojado aún por la ducha previa a salir de casa, una camisa pegada como la de su hermano, pero esta era blanca. Me mordí el labio inferior al verlo, era tan caliente como romántico.

— ¿Por donde me recomiendas empezar?

Se rascó la nuca, cuando le dije que quería experimentar en este lugar, se vio obligado a contarme las cosas que hacía aquí y entendí porque esa mujer fue a reclamar en la puerta de nuestra casa hace meses.

Una amante dolida...

— No sé bien qué es lo que quieres hacer. — Se sincero — A lo mejor solo puedes ver esta vez, y fijarte si te va el rollo del lugar.

No quería ser una espectadora. Desde que empecé a tener relaciones sexuales con ellos, me di cuenta de lo dormida que estaba mi hembra interna. Tenía hambre de ellos todo el tiempo, y estaba dispuesta a tomar cada fruta prohibida que se me cruzara en el camino si ellos me acompañaban.

— ¡Bea!

Me giré al escuchar que me llamaban, a pocos pasos se acercaba Sasha con una enorme sonrisa y su cabello colorido saltando al compás de sus movimientos. Tenía un top negro con cadenas y una falda corta y ajustada al cuerpo.

La Guerrera de los SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora