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Kurt

— Ya te dije que estoy bien, exagerado. — Mencionó por décima vez Betania, aunque no le creía del todo

Okey, puede que sea un poco exagerado pero nadie podía culparme por ello. Desde los ultimos dos dias estabamos teniendo un monton de sexo, siendo que ella aún estaba en ese peridodo raro de abstinencia despues del parto. Al día siguiente después de nuestra primera vez. Lo primero que hice fue solicitar un turno con su médico de cabecera para que la estudiara.

Al final, el doctor nos amonestó por no cumplir con sus directivas, pero nos dejó tener relaciones sexuales siemre y cuando fueramos con cuidado. Lo que se traduciría a: no la follen al mismo tiempo.

Entonces estábamos en el mismo punto de ahora, preguntando cómo se sentía cada vez que hacíamos algo sucio, y ella rodando los ojos para responder lo mismo de siempre.

— Disculpe mi amor si me preocupo por usted…— Besé suavemente el dorso de su mano pálida en comparación de las mías — Pero no quiero que se ponga mala por ser unos salvajes de mierda.

Estábamos en la cocina, preparando la cena de esta noche. La dinámica familiar no había cambiado en absolutamente nada, y eso era algo que me hizo respirar tranquilo. Al principio pense que si la presionamos para tener sexo, todo se derrumbaría y terminariamos igual o peor que cuando quería contactarla para darle una ayuda despues de lo su marido.

Pero no, tal parecía teníamos una relación al mejor estilo Masium…

— No están siendo rudos, por el amor de Dios, Kurt.

Ella sonreía mientras negaba con movimientos lentos, revolvía algo en una cacerola que no sabía bien que era, pero olía maravilloso. Me apoyé en la mesa, viendo como se manejaba perfectamente en nuestra cocina, parecía que todo aquí estaba diseñado para su confort y no pude imaginarme en otro lugar que no fuera nuestro hogar.

Se veía increíble en nuestra cocina, la notaba muy cómoda en la sala, se tomaba largas duchas en nuestro baño, pero era fascinante cuando estaba en la habitación.

Aun no habíamos decidido como nos organizaremos, un tema a tratar era la comunicación pero lo estamos llevando despacio. La primera noche dormimos los tres en la habitación de Jax y trajimos la cuna de la bebé para poder vigilarla.
La segunda, se quedó conmigo en mi cuarto, y Jax dejó la cuna en el suyo para que Bea pudiera descansar apropiadamente.

— ¿Puedes avisarle a Jax que ya está la comida?

Salí de mi ensoñación y asentí algunas veces para ir a buscar a mi estupido hermano. Estaba en su habitación, y a medida que me acercaba iba caminando cada vez más despacio para que no se escucharan mis pisadas. Estaba en el centro del cuarto, balanceando a Nina por todos lados mientras le hablaba en susurros.

— No puedes tener novio, ¿sabes? — No sé desde cuando le estaba hablando, solo sé que tuve que contenerme para no partirme de risa mientras me escondía detrás de la puerta — Puedes traer a quien quieras a casa, tu orientación sexual no será un problema para papá. Pero no puedes tener pareja hasta los cincuenta.

Se me escapó la risa, y aunque sonó como un pedo por el esfuerzo para retenerla, terminó por llamar la atención del imbécil que adoctrinaba a una bebé de menos de un mes.

— ¿Acaso tú te mantuviste abstemio hasta los cincuenta?

Jax se volteo, con su habitual rostro malhumorado, aunque sabía que estaba avergonzado por encontrarlo en un momento tan íntimo. Y no me pasó por alto el hecho que se autoreferencia como “papá”.

— No, pero ella no va a ser como yo. — Le dio un beso en la cabecita a la niña que parecía estar peleandose con el sueño — Para empezar, ella tendrá una madre.

La Guerrera de los SalvatoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora