Capítulo 16: Lana

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No sé cuánto tiempo llevamos aquí, sé que no es mucho, pero se siente como una eternidad. Mi hermano ahora está durmiendo en el catre y yo sigo sentada en el suelo frío. No sé cómo puede dormir en una situación como esta, pero de Raúl ya puedo esperar cualquier cosa a estas alturas.

Me duele la garganta por el hombre que me ahorco antes. Toco ligeramente mi cuello, pero me alejo rápidamente por el dolor.

De pronto la puerta rechina y levanto la mirada para encontrar al hombre que irrumpió en mi apartamento antes. Él debe ser el jefe, trae un traje que parece caro y cadenas de oro en el cuello, además, note como los otros hombres solo hacían lo que él les decía. Veo como me mira fijamente y como su mirada recorre mi cuerpo, me da escalofríos.

— ¿Qué piensas que debería hacer con tu hermano? – me pregunta una vez que decide hablar, cruzando los tobillos apoyándose en la puerta.

— ¿De qué hablas? – respondo en voz baja y escucho como mi voz es algo rasposa.

— He pensado que podría quédame contigo, o tal vez venderte con alguno de los socios, aún no me decido – Sonríe mientras me mira de arriba abajo – Eres una pequeña cosa llamativa, quien diría que el imbécil de tu hermano tendría a alguien como tú en su familia.

Me estremezco con sus palabras y la angustia me invade, aunque me rehusé, probablemente podría hacer lo que quiera conmigo. Tengo mucho miedo, pero de todas formas preferiría morir que aguardar cualquier destino que este hombre escoja para mí.

— Entonces cariño... ¿Qué debería hacer con tu hermano? A él no lo puedo vender como a ti preciosura, claramente solo es basura, ¿tal vez debería usarlo como comida para los cerdos?

No respondo ante sus insinuaciones. Por más que odie a mi hermano en estos momentos, no lo deseo muerto. Veo como se acomoda el cabello rubio ceniza y luego enciende un cigarrillo.

— No es divertido si no cooperas cariño – vuelve a hablar luego de un momento y hace una mueca – supongo que entonces averiguaré qué hacer con él y veré como reaccionas en el proceso.

Suspira exageradamente y recorre con la mirada la habitación en la que nos mantiene cautivos.

— Agh, no eres divertida – dice antes de volver a marcharse de la habitación, dejando tras de él, el olor a cigarrillo encerrado en la habitación.

Suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo cuando desaparece.

Me gustaría poder pelear, luchar con uñas y dientes contra estas horribles personas, pero me encuentro tan débil y siento los músculos acalambrados que me mantienen quieta en el suelo por lo que parecen horas. Y el latido en mi cabeza no parece mejorar a medida que pasa el tiempo.

Incluso dejé de llorar.

Llorar no me servirá de nada.

Amor en ApurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora