Recién terminabas de ordenar la última caja en la nueva casa, ya estabas agotada y aún quedaba ordenar los muebles, pero aunque sea las vistas de Turín eran preciosas y te daba gusto estar en esta casa.
Paulo estaba terminando de hacer unos trámites en el club, que estaba a unos 20 minutos de la casa, en realidad tendrías que haberlo esperado para entrar las cajas, pero tu poca paciencia te ganó de mano y terminaste entrando todo vos sola. Decidiste poner música y a acomodar todo lo que habían traído del departamento de Palermo.
Tu mente estaba tan sumergida en ver cómo ibas a decorar cada rincón, que Paulo ya había llegado, negando con su cabeza al ver como habías entrado todo vos sola.
-"Yo hablo al pedo ¿no?"
Te hizo pegar un saltito del susto, te giraste a verlo con una pequeña sonrisa.
-"Eran pocas cajas..."
-"Sí, pero eran pesadas..."
-"No...nada que ver"
Paulo te miro y negó con su cabeza, se acercó más a vos y dejó un beso fugaz en tus labios, para luego abrazarte por la cintura, apegandote a él.
-"Ni buenos días me dijiste, maleducado..."
-"Es que haces cosas que no tenes que hacer sola..."
-"Pero no fue nada...aparte no sabía a qué hora ibas a venir..."
-"No tenía que hacer mucho...dale, que te ayudo a decorar..."
Dejó otro beso fugaz en la comisura de tus labios pero vos lo tomaste suavemente de la nuca, hundiendo tus dedos en su pelo y moviendo tus labios sobre los de él, haciendo que el agarre de tu cintura se haga más intenso. Con esto de la mudanza y moverse de ciudad, no hubo momento de tener un poco de intimidad, y en especial esta mañana antes de que se vaya al club te dejó con las ganas al salir solo con una toalla de la ducha mientras vos hacías fiaca en la cama. Paulo sabía muy bien lo que te provoca sexualmente su cuerpo, con solo tener esa imagen hace que tu cerebro se llene de recuerdos o de nuevas fantasías no muy morales.
Bajaste tu mano a su miembro, sintiéndolo sobre el short deportivo, Paulo mordió suavemente su labio inferior ahogando un gruñido de placer ante el estímulo de tu mano fría sobre su miembro. Vos sólo le sonreíste con malicia y empezaste a marcar un ritmo lento pero intenso para el joven cordobés. A él le encanta que juegues con él.
Rápidamente se pusieron cómodos, yéndose hacia el sillón, que aún estaba con el nylon envuelto, a medida que iban caminando la ropa empezaba a desaparecer como si de magia se tratase. Paulo se acomodó apoyando su espalda en la esquina del sofá y vos sentada en uno de sus muslos, con tus manos ocupadas en su erección.
Dejaste que caía un poco de saliva de tu boca a su miembro, y con tus dos manos empezaste a subirlas y bajarlas, como si de una tuerca se tratase, todo esto con la mirada fija de Dybala en tus movimientos mientras que trataba de retener los jadeos mordiéndose el labio inferior.
-"¿Te gusta, mi amor?"
-"Sí...usa la boca..."
-"¿Cómo se pide?"
-"¿Podés...usar la boc...boca, m...mi amor?"