09

538 48 12
                                    

La rutina nunca había sido parte de los planes de Agustín, para él era un orden de cosas que tenía que hacer en su vida, cosas básicas como estudiar comer, dormir etc. Pero ¿no se supone que eso lo hace todo el mundo? Entonces todo el mundo tiene una rutina ¿no?

Además, él hacia muchas cosas, incluso antes de conocer a Ginocchio, salía a paseos, y Luca con Maxi eran de mucha ayuda. Ellos realmente gastaban mucho de su tiempo, si no hacían esto, hacían lo otro.

Pero ahora con Marcos, tal vez si había agarrado una rutina, era despertarse, ir al colegio, encontrarse con Marcos en los pasillos de este, besarse en su oficina eso era lo esencial, y para terminar con broche de oro todos los fines de semana salían a algún lugar.

Aunque fuera un lugar diferente se había convertido en una rutina, pero no le molestaba.

Su madre decía que para ser un adolescente de diecisiete años recién cumplidos debía tener experiencias locas, vivir como si fuera el ultimo día, y mierda que lo estaba haciendo, pero no de la manera en que ella se pensaba.

Inclusive tuvieron una conversación sobre las drogas, ella dijo que estaba bien si alguna vez consumía de esas cosas con la excepción de que no se hiciera un vicio, pero él simplemente ya tenía otro tipo de droga que no lo dañaba. O eso es lo que pensaba.

Marcos era como el pecado y lo que estaban haciendo era uno.

Pero se sentía increíble.

El día anterior, cuando estaban en la oficina, Marcos le preguntó a dónde quería salir el fin de semana. Y como realmente no supo que contestar había dejado que Marcos eligiera, y tal vez fue la mejor opción porque Marcos lo había llevado a un parque enorme de diversiones.

A cada lado que volteaba había un juego nuevo, y un juego nuevo al que se subían.

— ¿Queres subirte ahí? — Pregunto Agustín sin voltear a Marcos — Yo sé que sí, dale no seas un viejito.

Marcos se rió por él y asintió siguiéndole el paso a su novio.

Era tierno verlo así, emocionado, con los ojos brillosos al ver cada atracción y puesto de comida.

Agustín era como su pequeño bebé.

Se subieron a la montaña rusa, a los autitos chocadores, y aunque sonara un poco absurdo a la calesita. Habían recorrido todo el lugar y comido de todo, Agustín sentía que su estómago le iba a explotar y al final de día Marcos terminó por hacerle caballito.

Se había negado, obviamente, pero no se iba a hacer rogar, él, como buen novio, debía dejarse consentir. Porque después de todo era lo que él quería en una relación. Y si Marcos se lo ofrecía no debía desperdiciar al príncipe.

Al final de todo, cuando se quedaron sin energía, se encontraban sentados en uno de esos bancos de madera donde se suponía que podían hacer un picnic improvisado.

Ellos solo tenían dos de esos tipos de vasos rojos y algunos snacks, el cielo ya estaba oscuro así que las luces del lugar se encendieron dejando ver el lugar más colorido.

Grupos de amigos corrían de acá para allá, familias con niños riendo y, lo que no debía faltar, parejas de novios tomados de las manos y dándose uno que otro beso.

Agustín sonrió ante eso y volvió la vista al frente donde Marcos estaba comiendo una porción de papas fritas con queso derretido.

— ¿Qué vas a hacer mañana? — pregunto el menor mientras bebía de su Coca-Cola.

— Emm, tengo que revisar los ensayos de tercer año — Contestó sin mucho interés mientras se encogía de hombros — ¿Por qué?

— Curiosidad.

𝙿𝚁𝙾𝙵𝙴𝚂𝙾𝚁 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora