13.

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Agustín abrió los ojos lentamente, se sentía pesado, pero descubrió que era gracias a que Marcos aún tenía una de sus piernas encima suyo.

La noche anterior solo recuerda que había caído rendido en el colchón y que Marcos lo abrazó dándose uno de esos tipo oso. No le molestó, en ese momento, pero ahora que sabía que lo que había tenido toda la noche así sentía sus dos piernas cosquillear y aunque sonara ridículo ya no las sentía.

Así que las sacó con un poco de fuerza, ya que gracias al ejercicio que Marcos hacía todas las mañanas sus piernas se hicieron fuertes y musculosas, no lo iba a negar, sus piernas eran las favoritas de Agus. Se enderezó y aún con los ojos entre cerrados observó todo a su alrededor.

Su ropa, junto con la de Marcos, aún estaba tirada, los edredones igual en el piso y las cortinas entre abiertas.

Se tallo los ojos y bostezó levemente estirándose con fuerza.


•••





Es que la verdad no tenía palabra, ¿Qué se supone que tendría que hacer?, la noche anterior se la paso la mayoría del tiempo encima de Marcos. Era su primera vez pero se había sentido con tanta experiencia.

Lo único que quería era salir corriendo al baño y saltar de la emoción, ahora si ya podía decir que no moriría virgen, y que, aunque digan que los dioses griegos tienen el pene chico, su dios griego no lo tenía.

Era algo... irreal, de ensueño si se lo preguntaban.

Pero no, debía mantener la calma, actuar de manera tranquila.

Finalmente, sintió a Marcos moverse en su lugar, pero aún así no despertó, o eso creyó. Escuchó su estómago rugir de hambre y de inmediato el castaño abrió uno de sus ojos.

— ¿Tenes hambre? — Preguntó de repente.

— ¿Qué clase de pregunta es esa...?

Agustín se levantó de la cama, fingiendo estar indignado, tiró la sabana que estaba junto a él para no ir por la habitación desnudo y dejar a su novio expuesto. Aunque nadie entraría, de eso estaba seguro.

Después de escuchar una carcajada por parte de Marcos entró al baño y sin cerrar la puerta se miró frente al espejo, dejó caer la sabana viendo sólo la mitad de su cuerpo en este y se quejó un poco ante las marcas en su cadera.

Frunció el ceño y pasó sus dedos, acariciando su piel blanca hasta que Marcos abrazándolo por la espalda lo asustó.

— ¿Qué tanto haces? — Comenzó el mayor dejando besos en el cuello del contrario.

— Qué tanto hago... — Murmuró, sacándose a Marcos de golpe y haciéndolo reír.

Marcos sabía que su novio estaba un poco enojado por las marcas que le dejó, sabía también que tal vez por eso se meterían en un problema si alguien llegara a descubrirlas.

Pero, bueno, realmente no le importaba en esos momentos. Estaban pasándola muy bien en sus minis vacaciones, así que desde ese momento decidió que si alguien quería interponerse en su relación... simplemente los ignoraría.

Agustín había sido capaz de ganarse su corazón en tal vez poco tiempo, pero según él, en lo que había estudiado con su amigo Alexis, que por cierto era psicólogo, las personas tardaban cuatro minutos en enamorarse.

Entonces el ya había pasado más de cuatro meses con Agustín, era obviamente más grande la cantidad de tiempo, y aunque no conociera toda la vida de Agustín, se quería esforzar para de verdad hacerlo.




𝙿𝚁𝙾𝙵𝙴𝚂𝙾𝚁 ; 𝙼𝙰𝚁𝙶𝚄𝚂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora