Preguntas sin respuestas

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Su nariz picó levemente y no tuvo más remedio que abrir sus ojos.
Miró hacia la ventana donde una leve llovizna caía sin detenerse.
Respiró profundo y observó todo a su alrededor. ¿Por qué demonios no puedo recordar este lugar? Pensó para si mismo.

La puerta se abrió lentamente y la joven sonriente entró con una bandeja entre sus manos, cargada con un suculento desayuno.
-Buenos días ¿cómo te sientes hoy?- habló mientras lo miraba con calidez.

-Al menos no me duele nada, aunque sigo sin recordar- contestó sentándose en la cama para recibir la comida.

-No pienses tanto en eso, ya recordarás todo a su tiempo mi amor- respondió aún más sonriente.

-Lo lamento- susurró

-¿Qué es lo que lamentas?- indagó curiosa.

-No poder recordarte Chaeryn- se disculpó mordiendo su labio inferior.

-Tranquilo cariño, ya pronto todo volverá a la normalidad, y si eso no sucede yo me encargaré de crear nuevos recuerdos para ambos- soltó sentándose a su lado.

Se sintió extraño ante las palabras seguras de la mujer.
Asintió con su cabeza y le regaló una frágil sonrisa.
-Quisiera darme un baño-

-Oh claro cariño, prepararé la bañera como a ti te gusta- dio un saltito poniéndose de pie y encaminándose hacia el cuarto de baño.

Se puso lentamente de pie, todavía se sentía algo adolorido, así que fue costoso hacerlo.
Rebuscó en el armario algo de ropa, no podía reconocer ninguna de esas prendas pero aún así eligió un pantalón cómodo y una simple camiseta.

-Amor no es necesario que hagas esfuerzos, todavía estás débil, deja que yo te busque lo que necesitas, ve al baño, ya está lista tu agua, dejaré la ropa sobre tu cama-

-Gracias- dijo escueto.

-¿Necesitas ayuda?- preguntó intentando sonar coqueta

-No- soltó serio. No podía siquiera pensar en que lo viese desnudo, aunque seguramente lo habría visto más de una vez ya que llevaban casados mas de cinco años, aún así no se sentía con ese tipo de deseos.

Entró al cuarto de baño y el aroma inundó sus fosas nasales y no pudo evitar lanzar un jadeo, el olor a jazmín lo invadió por completo e hizo a su lobo gruñir.

-Omega- dijo su lobo agitándose en su interior.

-Chaeryn no huele a jazmín, que dices perro- habló algo exasperado.

-No, ella no- gruñó ahora su animal.

-No te entiendo-

-Tu nunca entiendes humano tonto- respondió y se dejó envolver por el agradable aroma.

Negó con su cabeza. Lo único que podía recordar eran sus peleas con su terco animal.

Luego de un relajante baño salió para secarse y vestirse. Se sorprendió al ver a la mujer recostada sobre la cama totalmente desnuda haciendo una seña para que se acercara.

-Amor- gimió con lujuria.

La miró como si fuera un fantasma, tragó saliva y al fin habló.

-Vistete, yo... yo no puedo... no mientras no te recuerde- balbuceo mientras se giraba para vestirse y salir de la habitación.

-Lo siento- dijo ella poniéndose su ropa rápidamente.

Lo peor fue darse cuenta que esa joven no provocaba nada en él, no se había siquiera excitado. ¿Qué carajos pasa conmigo? Se preguntó atormentado.
Es mi esposa, debería sentir deseo por ella, debería saltar sobre su cuerpo y tomarla hasta saciar sus deseos.
Pero el solo pensarlo le erizaba la piel. No podía, no quería.

El cantar de las avesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora