Ella y yo

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Él

Sus ojos seguían igual.

Seguro era su cabello, que luce más oscuro que antes.

Quizás es el maquillaje o esos kilos de más que adornan su cuerpo por el embarazo.

O quizás es ella... Es ella que ha cambiado, probablemente yo también lo hice.

Pero es ella, no hay duda. Esta frente a mí, de nuevo, con un vestido de novia, con una sonrisa radiante y con una mezcla de confusión y alegría evidente en su rostro.

-Tiempo sin verte.

Suelto un poco nervioso.

-Y vaya que si. -la veo sonreír tímidamente- El destino nos llevó por caminos muy diferentes...

-Quizás ya sabía que no estaríamos juntos hasta el final. Tenía todo preparado.

Le digo, mientras sus ojos encuentran los míos y... Por un instante, mi mente viaja a años atrás, cuando eramos críos, cuando nada se había arruinado, cuando ella me miraba como su rey y... yo también la amaba. Pero era diferente, porque de joven manejaba un concepto diferente y poco acertado de eso, y de lo que significaba. Hoy, soy yo quien la mira como lo más preciado, pero su mirada, aunque no es fría, sino en cambio cálida, no es la misma, ha cambiado.

Ella ha avanzado.

Me ha olvidado.

Puedo verlo...

-Supongo que leíste los mensajes. -dice con tranquilidad- me alegra que estés aquí. Supongo que...

-Que este es el final. -Me adelanto.- Hace años hubiera imaginado esto, pero sería completamente diferente a como es justo ahora.

-Vamos... ¿A quién no le gusta un poco de improvisación? -la miro de pies a cabeza y lo reitero, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida.

-Quizás en otra vida. -suelto pasados unos segundos.

-Quizás... -da un paso dudoso- No podemos saberlo.

-¿Creíste que sería así?

-Para ser sincera no. -suelta un suspiro. -La chica de 17 años si soñaba un poco con esto, pero no esperaba que fuera así, sabes? Yo de joven siempre te amé, quería todo contigo, como ya te lo dije, pero habían preguntas, habían dudas, y aunque siempre las ignoraba, estaban ahí... En cambio con Patrick, esas preguntas simplemente desaparecieron. No lo amo por necesidad, o por obligación, no es un amor idealizado, es real, tiene altas y bajas y está lejos de ser perfecto, pero es único.

-Yo...

-Yo te querré siempre. -me interrumpe- Pero así es la vida. Tú y yo pudimos serlo todo, pudimos darle las respuestas a todas las preguntas, pero éramos jóvenes. Éramos muy jóvenes para amarnos correctamente, pero nos amamos, no tengo dudas. No importa los errores. Yo me quedo con lo bueno, me quedo con esos primeros besos, con esas salidas y lo bien que la pasábamos, me quedo con eso y espero tu también lo hagas.

-Lo siento. Lo siento por todo. Por las inseguridades que te generó lo que hice. Fue un error. -Siento mis ojos arder.- Siento ser un...

-Tú eres grandioso. -me corta- Y encontrarás tu camino, estoy segura que sí. Serás feliz, justo como yo lo soy -lágrimas inundan mis ojos y los de ella al mismo tiempo- No será fácil. Para mí no lo fue, dolió por mucho tiempo, pero aquí estoy, de pie ante una persona que en su momento amé tanto y que hoy en día sigo queriendo demasiado.

Siento el corazón crujir en mi pecho, pero es necesario, lo necesito, necesito dejar de fingir, necesito romperme y armarme yo mismo, necesito dejar de culparme por perderle y avanzar, porque solo así, así seré feliz.

Sin darle tiempo de reaccionar, con pasos agigantados acorto la distancia que nos separa y enredo mis brazos a su alrededor. Pasan unos segundos y ella tambien lo hace, lo hace con delicadeza, pero también con calidez, como si tambien lo hubiera necesitado, como si por muchas noches, igual que yo, me hubiera extrañado. Desenredo mis brazos de su cuerpo, me alejo lentamente y la miro a los ojos, sus hermosos ojos, los que un día me miraron a mí y solo a mí, pero que hoy ya no lo hacen.

-Que seas muy feliz.

Le digo con sinceridad, mientras me doy la vuelta para irme.

-Si quieres... Podrías quedarte.

-Ahorita, no creo que sea el momento perfecto para eso. Pero quiero ser el padrino de ese bebe.

Ambos sonreímos al mismo tiempo.

-No hay duda de que así será. Por cierto, yo también espero que tu lo seas, que seas feliz, y que un dia, un día no muy lejano, encuentres tu camino.

Y con eso último, desaparezco por la calle por donde llegué. Cuando estoy lo suficientemente lejos, me detengo a llorar, pero no por dolor... Si no por esa sensación de melancolía, esa que te azota al ver el capítulo final de una serie que tanto adoras, o al terminar de leer un libro que fue tu lugar por mucho tiempo. Pero también me siento un poco cobarde, porque pasé los últimos años de mi vida, siendo prisionero de una cárcel que yo mismo tenia el poder de derrumbar.

Porque lo único que debía hacer... Era enfrentarla.

O no... Debía enfrentarme yo mismo.

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Nota de Autor: AAAAAAAA no saben la satisfacción que sentí en cuanto terminé de escribir este capítulo. Al principio, cuando comencé a escribir esta historia, tenía un final pautado, sabía como quería que se dieran las cosas, pero conforme fue avanzando la historia e iba madurando como persona fui descubriendo que esta historia, merecía mucho más de lo que al principio creía.

Ya hace más de un año publiqué la historia y ha sido difícil desprenderme de ella, incluso, creo que nunca lo haré, es más, ya no busco hacerlo. Pero es justo cerrarla por completo, porque yo no hay más nada que contar. Esta es la historia de dos personas que se amaron, quizás no de la manera correcta, pero lo hicieron. Es por eso, que el siguiente extra, será el último.

Besito.

Los Mensajes Que Nunca Te Envié ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora