Epílogo: Su final y el mío

56 12 0
                                    

Él

10 años después de nuestro último encuentro.

Estaba sentado en la mesa de aquel café que ambos conocemos bien, porque de jóvenes era nuestro favorito. De hecho, cuando nos conocimos veníamos muy a menudo aquí. Le doy un sorbo la capuchino cuando la campanilla de la entrada me avisa tu llegada.

Levanto mi mirada y te veo, sigues siendo tú, a pesar de todo. A pesar del tiempo.

Seguimos siendo tú y yo.

La chica rota.

Y el chico que la lastimó.

Tu sonrisa de boca cerrada me teletransporta a hace muchos años, a revivir cada recuerdo que atesoro en el alma. Rodeas la mesa y te sientas frente a mí, tus ojos y los míos se encuentran con sincronía y esta vez ninguno lo evita, estamos preparados, hemos sanado.

Tu por todo lo que te hice.

Y yo por cuanto dolió perderte.

Me hablaste de ti, de tu carrera, de como es dividir tu tiempo entre ser mamá y una abogada profesional. Yo te pregunté por tu hijo y me sorprendí cuando me dijiste que ya no era uno, sino tres, que luego del niño, vinieron dos niñas, mellizas, te brillaban los ojos al hablar de ellos, de tu familia.

Sonreí y sonreíste, ambos lo hicimos, eras feliz, muy feliz. El camarero llegó por sí tu querías algo y supe antes que lo dijeras, supe que pedirías solo café caliente, nada más. Enredaste tus manos sobre la mesa y me miraste a los ojos, también supe eso, también supe que querías preguntarme algo, que querías saber que había sido de mi, y yo estaba preparado para hacerlo, para decirlo.

Tu me pediste que me encontrara.

Y yo lo hice.

Me pediste que fuera feliz.

Y lo he sido.

Mucho.

Te conté de como finalmente terminé la carrera, de cómo logré reconstruir cada pieza de mi vida y... Te conté cómo descubrí que era bisexual, que también me gustaban los chicos y que incluso, tenía cuatro años de relación con uno, su nombre es Todd y es un buen chico, el amor para mi vida ¿Quizás...?

Es increíble como en ocasiones nos desconocemos tanto, a tal punto que, llega un momento donde no estamos ni siquiera seguros de aquello que nos gusta. Cuando conocí a Todd, mi mundo se tambaleó, me sentí asqueado, cochino, sucio, era algo que no veía posible. Pero por más que evitaba lo que sentía, más crecía. Y cuando lo dejé fluir, simplemente no hubo vuelta atrás. Fue en ese momento cuando entendí, que no me conocía, que de hecho nunca lo había hice, me había perdido hace tanto, que no recordaba ni siquiera haberlo hecho.

Porque yo era un mar.

Y toda mi vida.

Viví en la superficie.

Te miro con ojos de agradecimiento, de amor, de anhelo, porque nunca dejaré de quererte, cada uno marcó al otro, y es una de esas huellas que no se borran ni porque lleguen huracanes o hayan otros eclipses.

La hora de irnos llegó y ambos prometemos que en algún momento volveremos a encontrarnos, que esta vez no seremos solo nosotros sino que cada uno vendrá con su pareja, para que así tu compartas con Todd y yo lo haga con Patrick. Salimos de la cafetería y cada uno tomó su camino, caminos diferentes obviamente, pero en ese instante dejamos de ser la chica que un día sufrió y yo el chico que la dañó.

Y pasamos a ser mas que eso.

Cariño, tú y yo siempre fuimos más que eso.

Y más ahora. Mucho más ahora.

Lo mejor de todo, es que ese no era mi final, ni mucho menos el suyo, y tampoco estaba cerca de serlo, pero de ser así, no sería uno triste, sino uno feliz, porque ambos hemos sido felices quizás no juntos, porque ya no lo estamos, ni lo estaremos. Ambos nos amamos, pero las personas que se aman no precisamente quedan juntas, a veces son más felices por separado que unidas.

Si, quizás sí yo no la hubiera engañado todo sería diferente, ningún mensaje se hubiera escrito, ningún corazón se hubiera roto o quizás si, no podemos saberlo, pero ¿Que hubiera pasado conmigo? ¿En que momento hubiera tocado fondo, en que momento hubiera dejado de volar por los aires y pisar suelo?

Esta historia comenzó siendo de ella.

Pero a la vez terminó siendo mía.

Y con el tiempo será de quién la lea y se encuentre en cada palabra, en cada frase, en cada sentimiento plasmado.

Hoy le doy gracias a ella.

Y te doy gracias a ti, por leer esta historia tan personal y a la vez profunda.

No olvides que aunque seas él -o sea yo- o seas ella, tarde o temprano todo mejorará, vas a encontrarte, vas a continuar, encontrarás la manera. Claro que lo harás.

Así como yo lo hice, así como ella lo logró...

Por medio de todos y cada uno de los mensajes que por noches escribió y guardó, y después de mucho tuvo el valor de enviar. Y finalmente yo logré entenderla, y no solo eso, si no que por medio de eso, pude encontrarme yo mismo.

Porque ese es el caso, que en ocasiones quienes se pierden, sirven de gran ayuda para que otros puedan encontrarse.

Terminó de teclear, suelto un suspiro y por unos escasos segundos me inunda la duda, me arrepiento un poco, pero no dejo que la inseguridad me gané. Además, no lo estoy haciendo en solitario, ella me dió permiso, ella aceptó, ambos coincidimos en que nuestra historia les serviría a otras personas y ella me dejó escribirla, solo con la condición de que ella fuera quién escogiera el título. Así que, elimino las dudas y sin tanto pensar, oprimo...

Publicar

"Felicidades, se ha publicado: Los Mensajes que nunca te envié"

Los Mensajes Que Nunca Te Envié ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora