Capitulo 19

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No hablamos mucho durante el trayecto de vuelta al edificio. Teníamos los sentimientos a flor de piel. Todavía no conocía a Peter lo suficiente como para sentirme cómoda con él... Teníamos que acostumbrarnos el uno al otro.

Sin embargo, sí le hablé de la conversación que había mantenido con Pablo, y él me escuchó con mucha atención. En ese momento, me di cuenta de que, aunque Peter entendía la postura de Pablo, desde un punto de vista más profundo no era capaz de asimilarla.

—Debería haber peleado por ti —me dijo—. Debería haberlo intentado todo.

—¿Qué habría conseguido con eso? —le pregunté—. A fin de cuentas, es decisión mía, ¿no?

—Cierto, tú decides. Pero eso no quita el hecho de que debería de haberme golpeado porque "su mujer" ahora es mía.

—Yo no soy de nadie —protesté.

Me lanzó una mirada que hablaba por sí sola.

—Todavía.

Y mi corazón se puso a bailar una rumba.

Subimos a su departamento, que aún no había visto. Estaba unos cuantos pisos por encima del mío, y tenía unos enormes ventanales con una vista maravillosa en la cual las luces relucían como diamantes dispersos sobre un manto de terciopelo.

—¿A qué hora le dijiste a la niñera que volverías? —me preguntó Peter mientras yo curioseaba por el departamento. Era muy elegante, con sillones tapizados en cuero oscuro, unos cuantos cuadros, algunos objetos decorativos de diseño y tejidos en tonos marrón chocolate, beige y azul.

—Le dije que a eso de las once. —Rocé el borde de un cuenco de cristal grabado con espirales. Me temblaban los dedos una barbaridad—. Bonito departamento.

Peter se colocó detrás de mí y me tocó los hombros con las manos antes de deslizarlas por mis brazos. Su calidez me provocó un cosquilleo muy agradable. Tomó una de mis manos. Tras sujetarme con fuerza los dedos, inclinó la cabeza hasta rozarme el cuello con los labios. La caricia encerraba una promesa sensual.

Siguió besándome ese punto, en busca del lugar más sensible, y cuando lo encontró, di un salto y me pegué contra él de forma instintiva.

—Peter... No seguirás molesto porque Pablo se quedó en mi departamento, ¿no?

Sus manos se deslizaron por mi cuerpo, tocando cada centímetro y deteniéndose cada vez que descubría una respuesta instintiva. Me arqueé, presa del placer. En el fondo de mi mente, sabía que Peter estaba recabando información, descubriendo mis zonas erógenas, los puntos más vulnerables.

—En fin, Lali... cada vez que lo recuerdo, me entran ganas de aplastar algo.

—Pero no pasó nada —protesté.

—Ése es el único motivo por el que no he ido detrás de él para borrarlo del mapa.

No supe bien si era una exageración o si había algo de verdad en sus palabras. Me decidí por responderle con un tono razonable, un tanto irónico, aunque me costó mucho, porque sus dedos comenzaron a acariciarme el escote.

—No irás a tomarte la revancha conmigo, ¿verdad?

—Pues, mira por dónde, sí. —Se quedó sin aliento cuando descubrió que no llevaba sujetador—. Esta noche te vas a enterar de lo que es bueno, chiquita.

Con una indecente lentitud, su mano se deslizó por mi pecho. Me apoyé en él y mantuve el equilibrio a duras penas sobre los tacones plateados. Mi pezón acabó entre sus dedos, de modo que comenzó a acariciármelo suavemente con el pulgar, hasta que se endureció.

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