—Hace un siglo que no duermo hasta tan tarde —le dije a Peter con sinceridad—. Ha sido un detallazo de tu parte. —Me acerqué a la cocina para servirme una taza de café—. Arrastro una falta de sueño horrorosa. De verdad, ha sido increíble.
—¿Te refieres a lo de anoche o a lo bien que has dormido?
Sonreí.
—Al primero... aunque me ha costado decidirme.
—¿Y si le dices a tu madre que te ayude a cuidar del bebé?
Le eché un poco de leche al café.
—Tal vez acepte, siempre y cuando la encuentre en un buen día y no tenga otra cosa que hacer. Pero tendría que agradecérselo tanto que no merece la pena. Estaría en deuda con ella el resto de mi vida. Además... no creo que cuide bien de Lucas.
Peter me observó con detenimiento mientras me acercaba al sofá.
—¿Crees que podría hacerle daño?
—Físicamente no. Mi madre nunca nos pegó ni a Eugenia ni a mí. Pero era la reina de los shows dramáticos y le encantaba gritar. Es por eso que no soporte que me griten. No quiero que le haga algo así a Lucas. Es más, si yo no soporto quedarme a solas con ella, me niego a que Lucas tenga que pasar por eso. —Dejé la taza en la mesita y extendí los brazos para cargar a mi sobrino—. Hola, cariñín —susurré mientras lo abrazaba sin apartar los ojos de Peter—. ¿Sueles alzar mucho la voz?
—Sólo en los partidos de fútbol. Bueno, no. También les grito a los contratistas. —Se inclinó hacia mí para besarme en la sien mientras me agarraba un mechón de pelo con delicadeza—. ¿Tienes planes para hoy?
—No.
—¿Quieres pasar el día conmigo?
Asentí con la cabeza de inmediato.
—Me gustaría llevarlos al lago Conroe —dijo—. Tengo una lancha, así que llamaré al puerto deportivo para que nos tengan el almuerzo listo cuando lleguemos.
—¿Y no será peligroso para Lucas dar un paseo en lancha? —pregunté, preocupada.
—Estará seguro en la cabina. Además, le pondremos un chaleco salvavidas cuando estemos en cubierta.
—¿Tienes alguno de su talla?
—Lo conseguiremos en el puerto.
El lago Conroe era donde iban a relajarse los habitantes de Houston. El lago tenía unos treinta kilómetros de longitud y a vista de pájaro su forma recordaba un poco a la de un escorpión. Un tercio de sus orillas estaba dentro del límite del Parque Nacional. El resto de la zona estaba ocupada por áreas residenciales carísimas y por un buen número de campos de golf. Nunca había estado en el lago Conroe, pero había oído hablar de sus coloridas puestas de sol, de sus lujosos hoteles, de sus exquisitos restaurantes y de la fama mundial que tenían sus aguas entre los pescadores deportivos.
—No sé nada de lanchas ni de pesca —le dije a Peter durante el trayecto—, así que te ayudaré en la medida de lo posible, aunque quiero que quede claro que sufro de discapacidad flotacional.
Peter sonrió y dejó el celular entre nuestros asientos, en uno de los soportes pensados para las latas de refrescos. Con los lentes de aviador, las bermudas y el polo blanco estaba para comérselo.
—El personal del puerto nos ayudará a botar la lancha. Tú sólo tienes que disfrutar.
—De eso no hay dudas.
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Tiempo de cambios
Teen FictionAveces te acostumbras a la rutina pero en un momento a otro puede cambiar tu vida