Capitulo 9

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Ni Peter ni yo nos movimos mientras Cande se marchaba. Seguí sentada en el banco con el cuerpo en tensión y los dedos de los pies apretados sobre la barra inferior. Peter se acercó a mí hasta el punto de que sentí su aliento en el pelo.

—Tenías razón... —le dije con voz ronca—. Me cae bien. —Más que verlo, percibí que él asentía con la cabeza. Su silencio me obligó a seguir hablando—. Siento mucho que tuviera que pasar por un divorcio.

—Yo siento que no lo hiciera antes. Y más siento no haberlo borrado a él de la faz de la Tierra. —No lo dijo a modo de bravuconada, sino con una tranquilidad tan admirable que me incomodó. En ese momento, lo miré a la cara.

—No siempre puedes proteger a tus seres queridos —le recordé.

—Eso he aprendido.

No me preguntó si iba a quedarme con el departamento. De algún modo, los dos sabíamos que no me quedaba otra alternativa.

—Esto es muy diferente de mi vida normal —dije al cabo de un momento—. Este tipo de sitios no son habituales en mi día a día, ni para trabajar ni mucho menos para vivir. No es mi ambiente y no tengo nada en común con la gente que sí está acostumbrada a ellos.

—¿Y cuál es tu sitio? ¿Austin, al lado de Pablo?

—Sí.

—Parece que él no opina lo mismo.

Fruncí el ceño.

—Eso ha sido un golpe bajo.

Peter no pareció arrepentirse.

—La gente que vive y trabaja en estos sitios es igual que el resto de los mortales, Lali. Hay buena gente y mala gente. Listos o tontos. Resumiendo, son normales y corrientes. No tendrás ningún problema con nadie. —Su voz se suavizó—. E incluso harás amigos.

—No voy a quedarme tanto tiempo como para entablar amistades. Estaré ocupada con Lucas, obviamente, e intentando que Eugenia mejore. Además, tengo que trabajar.

—¿Vas a ir hasta Austin en busca de tus cosas o te las traerá Pablo?

—La verdad es que no necesito mucho. Creo que Pablo puede meter mi ropa en unas cuantas cajas y mandármelas. Es posible que venga a verme dentro de un par semanas.

Escuché que Lucas se despertaba y bajé del banco de un salto.

—Hora del biberón y del cambio de pañal —dije mientras caminaba hacia la sillita.

—¿Por qué no te quedas aquí y te relajas mientras yo voy al hotel y recojo tus cosas? Pagaré tu cuenta y así no te facturarán otra noche.

—Pero el auto...

—Vendré a por ti luego para ir a recogerlo. Ahora, descansa.

Eso sonaba estupendamente. Lo último que me apetecía era meterme en el auto con Lucas para ir a algún sitio, y menos a la hora más calurosa del día. Estaba muerta de cansancio y el departamento estaba fresquito y tranquilo. Miré a Peter con tristeza.

—Ya te debo demasiados favores.

—Lo mismo da que sea uno más. —Me observó mientras sacaba a Lucas de la sillita y lo cogía en brazos—. ¿Tienes todo lo que necesitas?

—Sí.

—Volveré dentro de un rato. De todas formas, tienes mi número.

—Gracias. Yo... —Me desbordaba la gratitud. Introduje la mano en el bolso de los pañales y saqué un biberón ya preparado—. No sé por qué estás haciendo todo esto. Sobre todo, después de los problemas que te he causado. Pero te lo agradezco.

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