03- J U S T I N , el bipolar

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03

Justin, el bipolar

Dicen que Sherlock Holmes es el mejor detective del mundo.

Pues que venga y averigüe qué demonios ocurre entre Alex y Justin, porque ni ellos lo saben.

Pues que venga y averigüe qué demonios ocurre entre Alex y Justin, porque ni ellos lo saben

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Hache se acercó a mí en cuanto entré a la cocina del bar.

—¿Sigues aquí? ¿Y Phoebe? —pregunté, dejando un par de bandejas vacías en el lavabo. Ya sólo quedaban ahí los de limpieza. Eran casi las tres de la mañana y eso significaba que la barra del bar continuaba funcionando sólo con barman. El servicio de meseros ya no estaba disponible, tampoco la comida.

Mi turno había terminado. Era libre para volver a mi pent house al fin.

—Phoebe se fue temprano —dijo Hache, pasándose los dedos por el cabello hasta dejárselo en punta, como si hubiese metido los dedos al enchufe—. Te estaba esperando para avisarte que Cara de Queso quiere verte en su oficina.

Rodé los ojos, le di las gracias y me dirigí al pasillo de oficinas del primer piso. La oficina del administrador del bar estaba frente a la del señor Romano, aunque era mucho más pequeña. Jeese, un cuarentón decrépito que lanzaba demasiada saliva al hablar, me esperaba tras su escritorio.

—¿Quería verme, señor...? —tocí cuando la bocanada de un fuerte aroma masculino me dio de lleno en el rostro. Demonios, el hombre acababa de bañarse en antitranspirante Axe de naranja.

—Ah, tú. Cierra la puerta —ordenó—. Ahora, siéntate.

Obedecí.

Hache lo llamaba Cara de Queso porque su piel había sufrido los estragos del acné, quedando sus mejillas marcadas de por vida. Creo que el apodo era un poco cruel, pero Jeese lo compensaba siendo un grano en el trasero como jefe.

—¿Por qué... —comenzó, cruzándose de brazos—, debo seguir pagándote en efectivo luego de seis meses?

—Aún no puedo abrir una cuenta en el banco, señor. Necesito acreditar que vivo en una dirección estable y no la tengo.

—Ese no es mi problema, Alex. El bar se arriesga demasiado dejándote ir con esta cantidad de dinero en los bolsillos. Si te pasa algo en el camino desde aquí al puente bajo el que vives, no es nuestra responsabilidad. Debes entender que el bar no tiene por qué lidiar con esto, y, sin embargo, aquí me tienes. Si pierdes el dinero o...

Bla, bla, bla. La misma charla de todos los meses. Distrayéndome con la idea de que al día siguiente me compraría unas merecedoras piezas de sushi, simplemente fingí escucharlo y asentí luego de cada oración, dándole la razón en todo.

Diez minutos después, terminó su monólogo, firmé el documento diciendo que recibía mi pago conforme y me entregó el sobre con billetes. Lo abrí y conté la cantidad frente a él. Incluso me pasó esa maquinita con luz ultravioleta que aseguraba que todos los billetes eran reales.

Miradas de acero © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora